Arturo Valverde

El quiosquero

De solitaria apariencia, siempre en su ermita de papel

El quiosquero
Arturo Valverde
22 de julio del 2025


Estoy parado frente a un quiosco. El quiosquero, que ha colgado como sábanas con ganchos a los periódicos, congrega a quienes van y vienen por el pan, y se detienen para discutir por las mañanas los deprimentes titulares: ¡Comenzaron las alianzas políticas!, dice uno.

Esta acuarela cotidiana es obra del quiosquero, señor de las trincheras de periódicos y magazines, con olor a noticia, atiborrado de tacitas y relojes de utilería que decoran alguna puesta en escena moderna de la vida familiar.

Al quiosco debemos mirarlo como lo que es, el paradero de la cultura popular, y no solo como el puesto de venta de periódicos, donde el Edipo Rey, Hamlet y la Casa de Bernarda Alba comparten vitrina con las clásicas historietas de Condorito, los estimulantes sudokus y los coloridos recortables de Mickey Mouse. Imagínese usted, aquel tesoro, surtido de dulces y cigarrillos.

Al quiosquero, de espíritu hemerotecario, le pedíamos conseguir los diarios pasados, el fascículo extraviado, el libro de cocina y hasta el diario El Peruano, de voluminosas normas legales, y al día siguiente cumplía su promesa. Cuando niños corríamos al quiosco para comprar los sobres con figuritas para pegarlos después en nuestros álbumes, y traer los periódicos del abuelo, más o menos, un Comercio, una República y un Correo.

Confidente de adolescentes secretos, el quiosquero nos entregaba con cuidado los folletines pornográficos al salir de la escuela, y los chicos se frotaban la entrepierna con sus páginas para atraer a la suerte. Tiempos antes de los videítos de internet y del canal Venus. ¡Qué sabrán las generaciones del ciberespacio!

El quiosquero, de solitaria apariencia, en su ermita de papel, al llegar la tarde comenzaba a cerrar la puerta de su pequeña casita de madera, y envuelto en silencio desaparecía como un duende por la vereda. Lima tiene esa magia.

Arturo Valverde
22 de julio del 2025

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