Juan Sheput
La diplomacia presidencial
Dina Boluarte prefiere viajar que responder el atrevimiento del presidente colombiano

Ser alguien que ostenta el cargo de presidente de la República por mandato constitucional, y no como consecuencia directa de la votación popular, de repente es la causa de que la señora Dina Boluarte no se dé cuenta de la magnitud del encargo. Ignorando lo que constituye ser la jefe de Estado, la señora Boluarte actúa de manera infantil, ignorando los límites del puesto que tiene. En algunos casos ha contestado de manera insolente a un ciudadano, en otras ha mentido de manera impune (no se puede llamar de otra manera al cambio de versión en tan solo horas) o se ha negado a estrechar la mano de un presidente de la República que, como Gustavo Petro, es el jefe de Estado de un país limítrofe. De la misma manera, en reciente mensaje a la Nación, la presidenta invadió los fueros de otro país, en este caso Bolivia. Más allá del aplauso que esto generó en las tribunas, lo cierto es que esa aseveración generó una pequeña crisis diplomática con un país con el cual tenemos tantos vínculos históricos y compartimos fronteras.
La señora Dina Boluarte con esta actitud pueril complica al país. La Constitución le confiere el deber de ser guardiana y rectora de nuestra política exterior. Lo mismo le confiere a Gustavo Petro la Constitución colombiana. Por tanto, si el jefe de Estado de una nación limítrofe señala al mundo que no reconoce los límites con el Perú, la respuesta tiene que ser en la misma categoría y dimensión, y eso le corresponde al jefe de Estado del Perú. Desafortunadamente para nuestro país esa jefatura recae en Dina Boluarte, personaje frívolo y sin dimensión política, que prefiere las galas y reuniones de un prescindible viaje a Japón antes que responder el atrevimiento diplomático del presidente colombiano. De nada valen los esfuerzos del Canciller Schialer ni su mediocre gesto de privilegiar su permanencia en el cargo responsabilizándose del silencio presidencial, si no le contesta a Petro en la misma dimensión (jerárquica y comunicacional) en la batalla de la formación de opinión internacional tendrá ventaja Colombia.
Nuestra diplomacia no aprende la lección. Lo mismo pasó con Ecuador en 1995 en la llamada Guerra del Cenepa. Nuestro adecuado desempeño en el campo de batalla no fue acompañado de la adecuada comunicación. La señora Dina Boluarte ha debido cortar su viaje a Japón y trasladarse a la frontera colombiana tal y como antes lo hicieron Fernando Belaunde en el Falso Paquisha y Alberto Fujimori en el Cenepa, reivindicando el territorio peruano. Pero ya sabemos, para ella es más importante la frivolidad de un viaje al exterior.
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