Heriberto Bustos

Frivolidad gubernamental

Entre la promesa de rectitud y la realidad del engaño

Frivolidad gubernamental
Heriberto Bustos
10 de julio del 2025


El 7 de diciembre de 2022, la actual presidenta del Perú declaró ante el Congreso y la ciudadanía:

“Juro por Dios, por la patria y por todos los peruanos que ejerceré fielmente el cargo de presidenta de la república, que asumo de acuerdo con la Constitución Política del Perú, desde este momento hasta julio de 2026”.

Inmediatamente, en su discurso añadió:

“He visto con repulsión cómo la prensa y los organismos jurisdiccionales han dado cuenta de vergonzosos actos de latrocinio en contra del dinero de todos los peruanos. Este cáncer se debe extirpar de raíz. Por ello, mi primera medida será solicitar el apoyo de la Fiscalía de la Nación y de la Procuraduría Pública para ingresar sin medias tintas a las estructuras corrompidas por las mafias al interior del Estado, e impulsar investigaciones y sanciones rápidas”.

Quien escuchara aquellas palabras al inicio de su mandato podría haber creído en un mensaje de firmeza, integridad y compromiso con la lucha contra la corrupción. Sin embargo, al poco tiempo de asumir el poder, ese discurso fue reemplazado por actitudes frívolas, superficiales y carentes de seriedad en el manejo de los asuntos públicos y en la construcción de su imagen como gobernante.

Sin negar ciertos aspectos positivos de su gestión, lo cierto es que se ha evidenciado un comportamiento alejado de la verdad, la responsabilidad y el respeto que los peruanos merecen.

En una época en que los valores fundamentales para la vida en sociedad parecen encaminarse hacia su destrucción, es urgente recordar que el silencio también daña. Callar frente a hechos como los que se detallan a continuación significa renunciar a la dignidad y a la defensa de la democracia. Como dijo Martin Luther King, salvando distancias y circunstancias: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”.

Ejemplos de esa frivolidad gubernamental sobran. Mencionaremos algunos, intentando mantener un orden cronológico:

  • El escándalo de los Rolex. Estalló en marzo de 2024, cuando se reveló que la presidenta habría recibido y utilizado relojes de lujo, entre ellos varios Rolex, sin haberlos declarado. Mientras la Fiscalía la investigaba por presunto enriquecimiento ilícito y omisión en la declaración de bienes, ella sostenía que los relojes fueron prestados y que se trató de un error administrativo.

  • Las cirugías estéticas. La mandataria se ausentó de sus funciones, inicialmente admitiendo haber sido operada, aunque negó que se tratara de una cirugía estética, argumentando problemas respiratorios. Sin embargo, documentos internos de la clínica y el testimonio del cirujano Mario Cabani, hecho público, confirmaron que fue una operación estética.

  • Aumento de salario y programa de TV. En un contexto de alta impopularidad, la presidenta firmó un Decreto Supremo que duplicó su salario. Como si fuera poco, se anunció que tendrá su propio programa televisivo, en lo que parece un intento por eludir a la prensa independiente.

Sobre la frivolidad, Mario Vargas Llosa alguna vez escribió: “La frivolidad consiste en tener una tabla de valores invertida o desequilibrada, en la que la forma importa más que el contenido, la apariencia más que la esencia, y en la que el gesto y el desplante –la representación– hacen las veces de sentimientos e ideas”.

Indignantes como son los actos de la presidenta, resulta aún más despreciable el silencio cómplice de quienes la rodean, confundiendo lealtad con participación en actos repudiables. Hoy, el Poder Ejecutivo está conformado por un equipo que, al sacrificar su dignidad individual, ha debilitado los pilares del gobierno democrático. Si sumamos a esto la connivencia de los poderes Legislativo y Judicial, también señalados por la ciudadanía, resulta evidente que la frivolidad se ha instalado en la vida nacional.

En tiempos difíciles como los que atraviesa el Perú, es necesario recordar las palabras del colombiano Luis Gabriel Carrillo: “La vanidad es uno de tantos espejos de la belleza, pero con el pasar de los años es juez, jurado y verdugo cruel de quien en su reflejo vivió de frivolidad y no de humildad en su esencia”. Y para nosotros, ciudadanos, la advertencia de Santa Catalina de Siena sigue vigente: “¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! Porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!”.

Afirmar la democracia exige recuperar valores. Y eso solo será posible con una acción colectiva.

Heriberto Bustos
10 de julio del 2025

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