Juan C. Valdivia Cano

Mariátegui: la salud del dogma

Fue el primer pensador posmoderno peruano

Mariátegui: la salud del dogma
Juan C. Valdivia Cano
09 de julio del 2025


La superioridad de la ciencia, del “método científico”, frente a todo lo no-racional, el sentimiento, el arte, los sueños, la religión, la metafísica, el instinto, fue una de las propuestas centrales del racionalismo europeo moderno hasta la primera guerra mundial. 

Con el racionalismo de Kant, en el siglo XVIII, el deber se hace absoluto, otro nombre de Dios, se hace “imperativo categórico”: el deber por el deber, el deber sin razón, ni interés, ni egoísmo, ni deseo, el deber de cumplir con el deber, por el deber. Eso explica también -como respuesta- la tendencia de la filosofía contemporánea a alejarse de la ciencia, más allá de Kant, para acercarse más a la literatura y al arte –la interpretación y el punto de vista- a lo cual también se adelantó Mariátegui con su actitud literaria y periodística declaradamente anti académica, de poética condensación. 

Mariátegui fue el primer pensador posmoderno peruano porque, paradójicamente, fue a la vez profundamente religioso y hombre de vanguardia política y cultural como nadie lo fue, salvo Francisco de Paula Gonzales Vigil en el siglo XIX. El sentido religioso de la vida es esencial en Vigil y Mariátegui, como en el maestro preferido de éste, don Miguel de Unamuno. Solo que Mariátegui fue además marxista, nietzscheano, freudiano y bergsoniano. Más postmoderno no pudo ser. Pero el fondo era claramente religioso, en el sentido único de Mariátegui. Por eso en su caso y en el de Vigil es forzoso reflexionar sobre el significado particular que puede adoptar el vocablo “religión”, cosa que intenté hacer en dos libros sobre José Carlos Mariátegui.

La búsqueda de Dios es la búsqueda de la re-unión mística con la totalidad de todo lo que habita el universo, sin excepción, toda la infinidad de lo existente. La superación de las separaciones, que son predominantemente mentales, psicológicas, porque, en la realidad real, todo está ligado con todo. Un volver a ligarse a ese todo supone una preparación olímpica, un régimen duro, una larga lucha con el propio Ego separado de los otros y de Dios: religión viene de re-ligare, volver a unir. (Martín de Porres nació y murió sin Ego, por ejemplo: genio del afecto, estaba completamente ligado a Dios-amor, por así decirlo. 

La búsqueda de Dios es el afán de volver a reunirse con él, que paradójicamente lleva al hombre, al “Dios hecho hombre”, al “Dios en mi” de Cristo, Einstein, Spinoza y Mariátegui, cuando cuenta que al ir en busca de Dios encontró a la humanidad. Spinozista por su ética de la salud. Inmanuel significa eso: Dios en mi. Y como está en mí, está en todos los seres y las cosas del universo y solo la mente egocéntrica los separa artificialmente. Hay que seguir el camino de los místicos, si se quiere unir lo separado. Es la parte sublime de la tradición hispana. 

Si bien la obra de Mariátegui resucitó en los años setenta debido a la publicación de sus obras en la Editorial Amauta, gracias a sus hijos que la administraban con afecto filial, lo más importante de su obra, su originalidad, su punto de vista único y singular en la historia del marxismo mundial, no es solo desconocido sino deliberadamente oculto o disfrazado en el Perú (es un signo que sea en países como Chile, Argentina y otros, que lo estudien más y lo entiendan mucho mejor que nosotros).

El postmodernismo de Mariátegui está especialmente –aunque no solo- en los lados “ocultos” de su obra, Freud, Nietzsche, Bergson, Unamuno. ¿Qué podían hacer los comunistas ortodoxos con un militante de Mayo 68 ya en los años 20, como José Carlos? ¿con un admirador de esos personajes, nada marxistas?. ¿Alguien cuya alma buscaba a Dios desde niño?

Eso se puede explicar porque el grueso de la obra mariateguiana en la que no se ocupa de política nacional (como “Ideología y Política“ y parcialmente 7 Ensayos) ha sido siempre inservible o incomprensible o inaceptable para el marxismo ortodoxo peruano y la izquierda pekinesa o moscovita o trotskista de los setenta y sus herederos. Un libro tan bello como “Signos y obras” ¿de qué les serviría en su exclusiva búsqueda de poder? Han dejado de lado el discurso marxista leninista, pero no han abrazado plenamente los valores democrático liberales: por burgueses, capitalistas y derechistas, como ellos dicen. Salvo la igualdad que entienden como absoluta, todas y todes. No creen en la igualdad ante la ley. También es burguesa. 

Utilizaron su imagen y figura -y se llamaron mariateguistas- sin reconocer lo más importante: su singularidad, por ejemplo, su concepción agónica de la vida -la vida como lucha- su espíritu profundamente religioso y sus valores personales, el arte , la literatura, el cine, inseparables de la política, entendida como religión, siguiendo al maestro Unamuno, no a Marx. Y lo hicieron pasar por un marxista leninista típico u ortodoxo, cuando fue todo lo contrario. 

Y cuando cayó el muro de Berlín y el comunismo se quedó sin discurso, y ya no necesitaron la imagen mariateguista porque ya no era políticamente correcta, (lucha de clases, dictadura del proletariado, plusvalía, etc) la izquierda lo dejó de lado totalmente ¿Cuándo han hecho un buen libro sobre Mariátegui en los partidos de izquierda después de la caída del muro? ¿o antes? 

Y la más notoria herejía eran los rasgos de su marxismo posmoderno, como la superación práctica y teórica del racionalismo moderno. Como los grandes críticos del racionalismo (Kierkegaard, Unamuno, Nietzsche, Dostoiewski, Pascal, etc) Mariátegui y Gramsci están expresamente contra esa tendencia todavía vigente hasta hoy en forma de cientificismo y positivismo: la sobrevaloración de la ciencia. Pero lo que no se dice o no se sabe, o no se quiere saber es que Alejandro Deustua, José Carlos Mariátegui y Mariano Iberico son críticos del positivismo ya en los años 20-30 en el Perú. A la par que en Europa. 

Ernesto Sábato en los años cuarenta en “Hombres y engranajes” y en “Heterodoxias”, de manera bella, clara y simple, como Mariátegui, da cuenta de esa tendencia, el cientificismo, que más admira a la ciencia mientras menos la conoce, como él decía y, como no la conoce, menos puede conocer sus límites. Y como no conoce sus límites cree que la ciencia lo puede todo: cientificismo. 

Nuestro mundo académico –especialmente regional– sigue gobernado en gran parte por esa tendencia ideológica y estamos en 2025. Y eso ocurrió también con el marxismo ortodoxo, dogmático y autoritario, de Lenin a Maduro, que fue el que se impuso a nivel internacional, que estaba inficionado de cientificismo y positivismo “pop”, como lo denomina Fernando de Trazegnies (“chicha” puede ser un equivalente ). El de Mariátegui era simétricamente opuesto a ese marxismo. Y un siglo por delante.

Juan C. Valdivia Cano
09 de julio del 2025

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