Carlos Adrianzén
El legado demócrata
Gobierno de Biden manejó mal la economía de Estados Unidos
No existe nada más mezquino que dejar de reconocer los méritos de un gobierno. Ni nada más dañino que esconder los deméritos de otro. De ambos podemos aprender mucho.
Los seis gráficos que acompañan esta discusión, buscan –justamente– dibujar seis hechos estilizados que caracterizan parte de la herencia económica recibida de los gobiernos demócratas en los EE.UU.
Se habla mucho de lo que causarían las ofertas económicas de Trump, así como del supuestamente impecable estado de la economía estadounidense bajo la gestión de Biden. Una suerte de narrativa preparada a modo de Plan B (ante la previsible derrota de Harris). Cayendo toda esta habladuría una arena llena de ideología y controversias, los invito a revisar la data reciente publicada por el Banco Mundial sobre la evolución económica de los Estados Unidos de Norteamérica.
Sin más preámbulos, los invito a revisar –ex ante– la data concreta de las gestiones de los llamados nuevos demócratas –izquierdistas–, con Barack Obama y con Joe Biden –así como lo que los republicanos no borraron en su gestión –entre principios del 2017 y el 2021–.
América –estaría– en declive
Los tres primeros gráficos de estas líneas resultan meridianos. La economía estadounidense crece sostenidamente cada vez menos (ver subgrafo de la derecha en el Gráfico Uno). Esto a pesar de que su crecimiento demográfico apenas roza el medio punto porcentual, mientras que la fertilidad de sus mujeres resulta muy inferior al porcentaje que garantiza el mantenimiento de su población.
Esto –que haría que el crecimiento por persona no requiera el mismo esfuerzo–. Mientras que en el primer quinquenio de los años sesenta esta nación crecía establemente al sólido 5% anual en dólares contantes, al año pasado esta tasa promedio quinquenal se acercaba al opaco 2%.
Como contrasta el subgrafo de la derecha en la Figura Dos, en las últimas cinco décadas la participación global de la economía estadounidense se redujo en siete puntos porcentuales. Esta contracción relativa se da vis a vis con el resurgimiento económico de la dictadura china. El producto real chino pasa de ser apenas un treintaicuatroavo del similar estadounidense a fines de los años sesenta, a ser de escala grosso modo similar el 2023 (ver Gráfico Dos).
Lo sugestivo de este lapso insinúa un sostenido cuadro de sobreendeudamiento estatal. Sí, estimados lectores, los gringos se endeudaron como locos.
Entre 1989 y el 2023, su deuda pública en dólares corrientes explosionó al ritmo acumulado de 1,187%; mientras su ratio respecto al PBI se incrementó en más de 71 puntos porcentuales.
Lo grave de este cuadro implica dos cosas. Primero, América ya debe más de lo que vende. Y lo segundo es que, a pesar de que es el ofertante de la moneda de reserva global por excelencia, no le queda hoy más que ahorrar para re-perfilar esta deuda; al modo de nación tropical. Lo hubiera tenido que hacer quien ganaba la contienda, el tirio o la troyana.
Los peruanos conocemos por amarga experiencia que la deuda no pagada siempre resulta la más cara. Trump recibe pues una bomba de tiempo a punto de estallar.
Frente a las aristas de estos tres gráficos, un observador desaprensivo podría decir que los estadounidenses, luego de las gestiones demócratas, están en abierto declive económico (con décadas de bajo crecimiento y muy endeudados). Otros, que apuestan por la torpeza del resto del planeta –con una atractiva probabilidad a su favor– podría sostener que esto es algo bastante discutible. Ambos planos tienen algo respetable. Y ese es justamente el meollo del asunto.
Los más pintones
Estados Unidos compite hoy por atraer capitales con China y la Unión Europea, con mucho mejores indicadores de calidad institucional. Y en los hechos es más atractivo. Capta mucho más altos flujos de Inversión Extranjera Directa. Es aún la plaza más seductora del planeta. El Gráfico Cuatro nos libra de mayores explicaciones.
Hasta la Reserva Federal ya no reserva
En los tiempos de influencia demócrata, el comportamiento de la Reserva Federal, no ayudó a aclarar el panorama. El gobierno norteamericano, ni fue exitoso manejando la curva pandémica, ni la macroeconómica. Los errores del manejo pandémico se combinaron con los de la gestión monetaria.
Mientras se creaba dinero a diestra y siniestra en plena pandemia, la inflación subsecuente hizo muy impopular a Biden (sobre una población golpeada y acostumbrada a la estabilidad nominal); mientras que su corrección –la contracción necesaria en el ritmo de creación monetaria– solo profundizó el cuadro. El malestar de los electores norteamericanos la semana pasada distaba mucho de ser infundado.
La prognosis schumpeteriana
Joseph Schumpeter sostenía el siglo pasado que el capitalismo sería destruido desde dentro y que esta transición se caracterizaría por la captura socialista de la academia, la prensa y los partidos, la influencia de las corporaciones en el proceso político y el uso de la democracia para intervenir en los asuntos económicos. Es decir, la quiebra de la definición rikeriana (la búsqueda del ideal de libertad) por la justificación de la opresión… a nombre de ella.
Por todo esto es importante enfocar que, en el núcleo del abrumador rechazo electoral a los candidatos del Partido Demócrata –contrariamente a lo que repiten hordas de periodistas woke– tuvo un plano racional. La mayoría de los electores no solo rechazaron el hecho de que percibían que estaban perdiendo respeto y predominio económico global. Rechazaron el tránsito hacia el neo-marxismo en diversas instituciones (escuelas, fuerzas armadas, universidades y la burocracia en general). Sobre este preámbulo, el Gráfico Seis de esta secuela, contrasta algo que es muy difícil de esconder –y también muy complicado de revertir–:
América bajo la gestión de Joe Biden y Compañía registró estimados de Gobernanza Estatal en claro deterioro. Una transformación incipiente hacia el neo-marxismo (mayores incumplimiento de la ley, ineficacia y corrupción burocráticas et al).
No resulta nada sorprendente pues que uno de los dos causales de la última votación, según la sesgada CNN de estos tiempos, fue la defensa de la Democracia. La oposición popular al totalitarismo desenfadado de Ocasio-Cortez o Harris. Un voto reactivo, dizque escondido. Desde California hasta Pennsylvania.
Lecciones para los peruanos
Esto es lo que recibirá Trump. Un pronóstico reservado.
Una arraigada inercia de declive y una profunda polarización. Kamala, sus hordas (a las que etiquetan como Antifa) y su partido, ofrecen pelear desde el primer día. En buen español, las cosas no pintan nada bien para el neoyorkino. Enfrentará, en todo el periodo, un ambiente local y global nada parecido a lo llevadero. Fuego cruzado. Desde las calles y los medios. Y notémoslo, un crecimiento mediocre, como el proyectado para este año, asegurará su fracaso.
La tarea de convertir un país en declive, en otro nuevamente pujante (i.e.: Make America Great Again) es, pues, muy complicada. La mayor de las suertes a los estadounidenses.
Los peruanos debemos reconocer que los mayores retos de Trump estarán en su casa. Y los de los peruanos también. Nuestro propio declive económico y prostitución institucional también se llaman neomarxismo (aunque aquí los hallamos etiquetado como extremismo o caviarada).
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