Carlos Adrianzén
Otra crónica de una muerte anunciada
El robo estatal es recurrente en la historia previsional peruana
Un robo perfecto no es una tarea fácil. La perfección en este hediondo rubro no solo se alcanzaría cuando no se es descubierto o juzgado ejemplarmente. Se da cuando la víctima ni siquiera se da cuenta que le han robado algo valioso. Todo robo –según el diccionario de la Real Academia Española– implica un delito. Una acción que se comete apoderándose de una cosa ajena, engañando, empleando violencia o intimidación sobre las personas, o fuerza en las cosas. Sus sinónimos no son poca cosa: saqueo, estafa, desfalco, latrocinio, facho, o rapto.
No resulta, pues, una casualidad que el vocablo fascista se atribuya –con propiedad– a regímenes que desde el poder no respetan la propiedad ajena. Recordado todo esto, enfoquemos nuestra historia previsional. Si algo sella la historia previsional peruana, desde que la burocracia puso sus fauces en este tema, son dos vocablos. El error y el robo.
Los peruanos fácilmente caemos en el error –se lo he repetido centenas de veces, estimado lector– de creernos muy ricos, siendo muy pobres. Nuestro producto por persona promedio alcanzaba el año pasado el 9% del similar estadounidense. Y estaría en discreto declive. De hecho, cualquier estimado cliométrico serio sobre esta variable –cuando apareció el Perú en julio de 1821– nos recordará que hemos retrocedido relativamente en relación al primer mundo. Pero creemos lo contrario. Exigimos una Salud y Educación Públicas, Infraestructura, Seguridad Ciudadana o Defensa que no podemos pagar. También creemos que todos podrían conseguir una jubilación digna.
No importa si gestionamos un sistema de reparto estatal, u otro de capitalización individual con propiedad privada de los fondos, o una mezcla de ambos. Dado lo exiguo de nuestros ingresos es imposible que todos los peruanos puedan acceder a una Educación y Salud públicas de calidad aceptable además de otros servicios públicos básicos. Somos pobres. Y no ayuda nada que –desde los años setenta– nuestra gobernanza estatal haga gala de ser corrupta, ineficaz, incumplidora de la ley, pésima reguladora et al.
Y sobre el error o la creencia, emerge el segundo vocablo: el robo. Sí. El evento recurrente de la historia previsional peruana es el robo estatal. Esclavos de ideas mercantilistas y socialistas, todas opresoras, lo común es robar –desde el poder– a quienes ahorran. Un ejemplo monumental en esta dirección lo dieron la pléyade de esquemas de reparto estatal bajo la dictadura militar y los gobiernos regidos por su espuria constitución (1968-1992). Me refiero al acre caso del Instituto Peruano de Seguridad Social y las múltiples cajas desfalcadas –siempre impunemente– por la burocracia peruana.
Así las cosas, a principios de los noventas, en medio de una crisis macroeconómica profunda el gobierno de Fujimori quiso sacar las manos de una papa caliente. No quedaban fondos, no había capacidad de ahorro y se apostó por copiar el régimen de las AFP chilenas. Habría que sembrar primero, para cosechar algunas generaciones después. Quienes así pensamos nos olvidamos de la bestia burocrática. Que un gobierno de izquierda jamás se iba a permitir no robar los ahorros privados; y mucho peor, no tomarlos usando la regulación previsional y la política monetaria, como sus venenos.
Un estrepitoso fracaso regulatorio
Conforme transitamos desde el mercantilismo-socialista de los noventas hacia el socialismo-mercantilista de los últimos gobiernos, la regulación estatal (1) usó primero (con una pésima regulación y bloqueando la plena diversificación global del riesgo de los portafolios del SPP); y (2) luego esquilmó, hacia el penoso estado actual (con el uso de los fondos como subsidios, a través de sucesivos retiros) los ahorros previsionales de los trabajadores.
Un robo, dicho sea de paso, muy popular. La propaganda de izquierda logró que el grueso de los trabajadores afiliados al sistema (que solo configuran una envidiada minoría de la Fuerza Laboral peruana) odien sus ahorros y a las administradoras privadas que los gestionan previsionalmente (ver Figura I).
No es relevante aquí, solamente que entre principios del 2020 y la fecha el valor del Fondo se haya reducido en veinte billones de dólares americanos (reduciendo drásticamente las pensiones para siete millones de afiliados a la fecha), sino que en la actualidad el saldo (buffer stock) de ahorro previsional de largo plazo –en comparación a su proyección lineal previa a 2019– bordee apenas un tercio de su proyección pasiva.
De esta forma el daño se hizo inmenso. No solamente se crearon millones de jubilados-sin-jubilación (léase: potenciales ancianos dependientes del Estado, ese objetivo básico de todo régimen totalitario de izquierda) sino que se destruyeron discretamente cientos de miles de puestos de trabajo (que se financiaban con el saldo de ahorro previsional de largo plazo) sin que siquiera se discuta o destaquen los efectos negativos de esta aberración previsional.
Millones de ancianos peruanos estarán de rodillas… pronto.
Transitando a la izquierda
Pero no pequemos de ilusos. A muy pocos parece interesarle cuanto les robaron y cuántos empleos destruyeron. Seguramente volverán a votar por los artífices congresales de este robo. Calladitos. Hasta culparán a las administradoras por que a la fecha el fondo promedio cayó a menos de la mitad (ver Figura II).
Pero notemos aquí un detalle crítico referido en la figura I: el ritmo de inyección de masa laboral fresca. Esta resulta tres veces mayor al crecimiento demográfico. Nada casual para mantener flujos mínimos de liquidez al más puro estilo del fallecido IPSS y las cajas setenteras y ochenteras. Para que mañana algún otro gobierno las esquilme. Algo así como más carne fresca para la moledora.
Esta es la izquierda latinoamericana estimados lectores. Odia los ahorros, necesita la dependencia y la pobreza.
Agreguen aquí el efecto depresor del crecimiento económico nacional asociados a las anti-reformas de mercado post 2013. Llega la izquierda y –lógicamente– la economía se derrumba. Y esto, aunque todavía existan hoy almas de Dios que creen que aún se aplicaría un modelo de libre mercado en el País.
Se sacan veinte, pero desaprueban
A propósito, las administradoras ofertaban –la mayor parte del tiempo– una rentabilidad tan alta como sospechosa… Algo registrado siempre –gracias a una pésima regulación previsional– asociado a un hiperactivo patrón de afiliación obligatoria (ver Figura III).
Son rentables, digamos, regulatoriamente ayudados.
El persistente aquelarre burocrático
Pero las cosas resultan meridianas (ver Figura IV). El gobierno peruano ha esquilmado otra vez las jubilaciones de los trabajadores. Esta vez vía un consistente y estrepitoso fracaso regulatorio.
Este fracaso, para un activista de izquierda, es un éxito.Les ha generado millones de dependientes del Estado. Todo un aquelarre burocrático frente a millones de aportantes, financieramente ignorantes y/o tolerantes al robo.
Recomendaciones para cualquier joven: cásese, persevere y quédese
He escrito algunas líneas sobre estos sucesos desde hace más de una década.
Fue, parafraseando a un difunto colombiano afín a la dictadura más hedionda de la región, solo otra crónica de una muerte –previsional– anunciada. Sin embargo, me atrevería a darles algunas recomendaciones a los actualmente esquilmados –jóvenes y no tan jóvenes– en el SPP o lo que dejen de él.
Y por favor, créanme a ciegas. Muy probablemente usted tenga poca visión al respecto.
- Consuma eso que los micro economistas llaman un bien Inferior-Giffen. Si no lo ha hecho ya, cásese pronto y tenga algunos hijos. No es solo el tremendo incentivo que implican ellos para producir y esforzarse más (si usted aspira a ser una persona de bien, hombre o mujer). Es bueno tener una familia. Llegar a la vejez dependiente de un Estado Corrupto y Ladrón implica una forma horrible y larga de suicidarse.
- No crea en los escenarios ófricos. En la región todo se hace a medias. Muy rara vez triunfan los comunistas. Vivimos entre regímenes socialistas-mercantilistas variopintos. Pero aun si eso sucediese, en el Perú históricamente, como hoy en Cuba o Venezuela, habrá profesionales y empresarios muy ricos. Ninguna dictadura puede con la inteligencia y la capacidad individual. Y no sea un enchufado.
- No migre del país. La pobreza o la riqueza se llevan puestos. Eso de limpiar baños usando un auto bonito no resulta una gran idea. Edúquese y sea honesto. Hará la diferencia.
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