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El proyecto hídrico más ambicioso del sur peruano acaba de dar un paso decisivo. El pasado 10 de octubre, Perú y Japón firmaron un contrato de Estado a Estado para la puesta a punto y ampliación del Proyecto Majes Siguas, en una ceremonia realizada en Arequipa. El acuerdo marca el inicio de una nueva etapa para el desarrollo agrícola y económico de la región, con la participación técnica del Consorcio PMO Majes Siguas, representado por Haruhiko Kanai, y bajo la supervisión del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri).
El convenio permitirá modernizar el sistema que transporta agua desde la cuenca del río Colca hacia la del Siguas, con una capacidad máxima de 34 metros cúbicos por segundo. Incluye la automatización y reparación integral de la represa de Condoroma, la bocatoma de Tuti, los 88 kilómetros de túneles y 13 kilómetros de canales que cruzan la cordillera, además de la bocatoma de Pitay y su derivación hacia Majes–El Pedregal. Con tecnología japonesa, el sistema de riego se optimizará para asegurar eficiencia y sostenibilidad. “Este acuerdo marca el inicio de una nueva etapa de confianza, cooperación y desarrollo sostenible”, afirmó el gobernador regional Rohel Sánchez durante la firma.
El proyecto Majes Siguas II representa una inversión superior a los S/ 7,700 millones y permitirá irrigar 40,000 nuevas hectáreas en Arequipa, que se sumarán a las 16,000 transformadas por la primera etapa. Si se gestiona correctamente puede convertirse en un motor de agroexportaciones y empleo formal, consolidando al sur del país como un polo agrícola competitivo. Pero para alcanzar ese potencial, se deben evitar los errores del pasado.
Majes Siguas I, ejecutado en los años ochenta, terminó con una fuerte fragmentación de tierras. Lo que comenzó como un proyecto para generar grandes productores competitivos derivó en minifundios de menos de cinco hectáreas, dedicados principalmente a la subsistencia. Hoy, más del 95% de las parcelas agrícolas del Perú están en esa situación, lo que limita la productividad y perpetúa la pobreza rural. Para que Majes Siguas II sea distinto, la adjudicación de tierras debe priorizar unidades productivas viables, con mecanización, riego tecnificado y capacidad de inversión.
La inclusión del pequeño agricultor sigue siendo un reto central. No se trata de excluirlo, sino de integrarlo en modelos asociativos que permitan acceder a crédito, tecnología y mercados. Las asociaciones público-privadas (APP) serán esenciales: deben garantizar no solo la construcción, sino también el mantenimiento y gestión del sistema hidráulico, aplicando criterios de eficiencia. En la primera etapa, el mantenimiento quedó en manos del Estado, con altos costos y deterioro. Esta vez, la participación privada debe asegurar sostenibilidad y buen uso del agua.
El éxito también depende de infraestructura complementaria: carreteras, centros de acopio, redes de frío y plantas de procesamiento. Sin estos eslabones, la producción no podrá competir en mercados internacionales. Además, el entorno legal debe ser estable para atraer inversión. La derogación de la Ley de Promoción Agraria en 2020 frenó la formalización y la inversión en el campo. El reciente restablecimiento de un marco promocional que ofrece seguridad jurídica, beneficios tributarios y flexibilidad laboral es vital para el éxito del proyecto y para reactivar la agroindustria.
El potencial es enorme. Hoy, apenas el 5% de las tierras agrícolas peruanas generan exportaciones que ubican al país entre los diez mayores exportadores del mundo. Productos como uvas, arándanos y paltas demuestran que la agricultura moderna puede transformar territorios y crear empleo. Si se ejecutan todos los proyectos hídricos pendientes, el Perú podría sumar 400,000 hectáreas para exportación y cuadruplicar el valor de sus ventas agrícolas. Majes Siguas II es clave para esa expansión: puede convertir el desierto en tierra fértil y activar una nueva economía regional.
Sin embargo, el mayor riesgo no es técnico, sino político. Si no se evita la fragmentación, si no se garantiza el mantenimiento y si no se ofrece estabilidad normativa, el proyecto puede quedar en promesa. Majes Siguas II tiene el potencial de cambiar la vida de miles de familias, pero requiere visión de largo plazo y compromiso estatal. No basta con llevar agua al desierto: hay que asegurar que esa agua genere desarrollo, productividad y futuro. Esta segunda oportunidad para Arequipa y para el Perú no puede desperdiciarse.
















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