Jorge Varela
Mario Vargas Llosa y su visión del neoliberalismo
A partir de su libro de ensayos “La llamada de la tribu”

Después que se diera a conocer la última encíclica “Fratelli tutti”, nos ha parecido necesario y útil recordar las reflexiones de un connotado humanista-liberal que piensa y expone con brillo sus ideas, liberado de dogmas y artilugios.
Este hombre no es otro que el destacado pensador y escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien señaló hace ya casi 11 años, mucho antes de la divulgación de su libro La llamada de la tribu”, que “la principal batalla a librar por el liberalismo no se produce ya contra las ideologías totalitarias o socialdemócratas, sino contra el llamado neoliberalismo”.
Su postura sobre el neoliberalismo
A juicio de Vargas Llosa el neoliberalismo “es utilizado como una etiqueta para caricaturizar al liberalismo” y hacerlo responsable de todas las calamidades. Eso es lo que produce ese apelativo de neoliberalismo. Neoliberal “es algo que se asocia con el explotador, el defensor de instituciones anacrónicas, injustas; el neoliberal es el que tiene una visión fundamentalista del mercado, alguien que en última instancia defiende el sistema de explotación, de abuso, de expropiación del trabajo” (enfoque coincidente en este aspecto con el pensamiento de Francisco).
“La noción misma de neoliberal hay que rechazarla, porque carece de significación y es una especie de conjuro antes que una idea”, son algunas de sus expresiones condenatorias. “A nadie se le dice neoliberal para definir un sistema de pensamiento, de valores, de convicciones políticas”. “No he oído a nadie decir: yo soy un neoliberal. Cada vez que oímos la palabra neoliberal tenemos que preocuparnos, porque detrás de esa palabra hay prejuicios y un odio a lo que el liberalismo representa”.
En una visión paralela el británico David Harvey ha escrito que: “el proyecto neoliberal está vivo”. Sostiene, sin embargo, que “el neoliberalismo no podrá sobrevivir sin formar una alianza con alguna forma de autoritarismo estatal”, pues ya no tiene el consentimiento de la mayoría de la población, pues “ha perdido legitimidad” (David Harvey. Breve historia del neoliberalismo, 2005).
La doctrina del liberalismo
Para el Premio Nobel de Literatura, el liberalismo no tiene ese carácter cerrado de religión, de dogma, que tienen las ideologías. “Es un cuerpo de ideas, una doctrina en la que se parte de ciertas convicciones básicas que tienen que ver fundamentalmente con la libertad, la idea de que la libertad es el valor más preciado desde el punto de vista individual y social”, y que su presencia y operatividad “es lo que más contribuye a atajar la violencia, a establecer la coexistencia social y a traer prosperidad; la libertad, tanto en el campo político como en el campo económico, trae progreso, trae desarrollo, trae civilización”, aunque no la sociedad perfecta. El liberalismo no parte de la idea de una sociedad perfecta, pero para que una sociedad se perfeccione hay que fundar la carta de la libertad, hay que permitir la crítica, hay que permitir la diversidad”.
Curiosamente el liberalismo, que para muchos representa lo conservador, lo anacrónico, “es capaz de provocar una animadversión de una extraordinaria ferocidad. Creo que esas son secuelas de las ideologías totalitarias que todavía contaminan… Una de las grandes victorias de las ideologías totalitarias es que han dejado una secuela ideológica que se traduce en prejuicios y en ciertos lugares comunes que han arraigado profundamente”. A su juicio, “eso es lo que produce ese apelativo de neoliberalismo”.
En La llamada de la tribu, Vargas Llosa precisa que “el liberalismo ha sido el blanco político más vilipendiado y calumniado a lo largo de la historia, primero por el conservadurismo –recuérdese las encíclicas papales y los pronunciamientos de la Iglesia católica contra él, que todavía perduran– y, luego, el socialismo y el comunismo”.
El liberalismo y el funcionamiento del mercado
Vargas Llosa, un liberal convencido, enfatiza que “es evidente que el mercado no ha funcionado autorregulándose, con la libertad que los liberales quieren, pero –en su opinión– no se puede responsabilizar al liberalismo. O se lo puede responsabilizar en la medida en que se puede responsabilizar a todos los gobiernos de los países desarrollados en los que hay demócratas, socialdemócratas, democristianos, conservadores”. Afirma que “no hay una ideología detrás de eso.
Se adjudica al liberalismo lo que es una responsabilidad de gobiernos conservadores, o gobiernos socialistas, o gobiernos demócratas en los que hay liberales y antiliberales. Hay liberales que defienden la inversión de dinero público en empresas privadas por el principio del mal menor. Y también hay muchos liberales que critican absolutamente este intervencionismo masivo. No hay un criterio liberal unánime, homogéneo”.
“La sociedad abierta ha tenido una experiencia absolutamente traumática que debe llevarla a revisar no solamente el pensamiento liberal sino el funcionamiento de las instituciones democráticas. Pero el liberalismo como tal, ¿en qué países está en el poder?”, se pregunta, Y responde: “Está de una manera profetizada por Ludwig von Mises”, una en la que el liberalismo llegaría a arraigar. Este economista austriaco nunca quiso que hubiera partidos liberales, él creía que el liberalismo debía ser una atmósfera, una cultura que contaminara a toda una sociedad, de la que participaran todos los partidos políticos, y algo de eso ha llegado a ocurrir. “El liberalismo en algunos casos está representado por socialdemócratas, en otros por conservadores, así como hay partidos liberales que no son liberales”. Algo de eso ha ocurrido y entonces “es injusto y producto un poco del prejuicio atribuir la catástrofe económica (de 2008) al neoliberalismo o al liberalismo” de modo preferente.
La autonomía máxima del individuo
“A los liberales, dice Vargas Llosa, les interesa defender la autonomía máxima del individuo, valoran el individualismo, (que por cierto no es ese individualismo radical al que se refiere el citado documento papal), el resultado de eso es que los liberales discuten entre sí, tienen opiniones muy distintas sobre muchas cosas… Los liberales son un espectro muy amplio, de matices muy diversos, a veces distanciados y contrapuestos; les encanta discrepar entre sí”. “Somos muy diversos pues pensamos distinto y no es malo que sea así. Es bueno que sea así. Y eso, en el campo político ¿en qué se traduce? Pues en establecer un sistema lo más flexible posible que permita la coexistencia de esa extraordinaria diversidad, que es la verdad humana. Eso en términos políticos significa fundamentalmente la democracia”. Esa democracia de la que tantos hacen alarde, pero no siempre practican con devoción y verdadera convicción.
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