Manuel Gago
Keiko Fujimori: prisionera del destino de otros
La experiencia política es invalorable
Keiko Fujimori, aspirante a la presidencia de la República, comenzó su campaña electoral con el pie en alto. Asume que en una segunda vuelta electoral competirá con Rafael López Aliaga y se adelanta, trata de desmerecer la aspiración presidencial y al senado del exalcalde de Lima. Calificó como“premio consuelo” la candidatura del exalcalde a la cámara alta.
No hay duda sobre la popularidad de Fujimori, heredera de lo logrado por su padre, Alberto, en la década de los noventa. Por eso es atacada, para reducir sus simpatías en ese mundo popular, abandonado por la izquierda. Una simpatía comprobada no porque lo digan las encuestas, sino por el humor que se respira cuando se está allí.
Por lo visto, no sirven los llamados a la cordura a esas derechas que pugnan por ganar simpatías frente al actual proceso electoral. La candidata se equivoca. El adversario no es López Aliaga ni otros similares o parecidos. El adversario es la izquierda en todas sus variantes. Los ataques de Fujimori también alcanzan a sus probables votantes en una presunta segunda vuelta electoral sin López Aliaga. Keiko debe entender que existe un trasvase de simpatías y de probabilidades políticas de las que no saldría airosa.
No obstante, vale aclarar: desde Ollanta Humala hasta Pedro Castillo el destino de la hija de don Alberto fue trazado por los comunistas. La consigna es demolerla hasta donde sea posible, en el ámbito legal, periodístico, en las mesas de escrutinio y al momento de digitar las actas electorales oficiales. El antifujimorismo es la fuerza que une a una recua de influyentes sociales y de hijos de vecinos. Antes fue el antiaprismo, con el mismo fin, el de destruir al opositor a como dé lugar.
Keiko se siente empoderada con el fallo del Tribunal Constitucional que puso en su sitio el proceso judicial contra ella; en simple, las extensiones de los plazos razonables constituyen violaciones a los derechos fundamentales, y va contra lo establecidos por cortes, organismos y organizaciones de derechos humanos internacionales. Asimismo, nadie puede ser procesado por delitos no cometidos. Pero este fallo no es suficiente para cantar victoria. Los enemigos de Keiko Fujimori ya estarán creando nuevos artificios para denostarla. Además, las tribunas no se enteran ni entienden el fallo del Tribunal Constitucional.
En Fuerza Popular existen personajes muy valiosos, necesarios –desde nuestro punto de vista– en las cámaras de senadores y diputados. La experiencia política es invalorable. De los nuevos se espera poco y nada. La inconsistencia ideológica de los improvisados es una constante. Con una representación débil no hay manera de obtener los resultados esperados.
Keiko Fujimori se halla atada a su destino. Quiera o no quiera, sabiendo que perdería o no la elección, está obligada a presentar su candidatura a la presidencia para obtener una representación parlamentaria acorde con el humor popular. Pero todo tiene un límite. Nos equivocamos al pensar que el límite llegaría está vez por el bien de Fuerza Popular y porque el país necesita de una fuerza política organizada y con norte definido.
En política, la renovación de cuadros es crucial para la sobrevivencia de los partidos. El más adelante para hacerlo es una probabilidad. Hasta eso, el recrudecimiento de la infamia y la fuga de simpatizantes será un hecho que tendrá que cargar la aspirante a la presidencia.
















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