Jorge Varela

Holgazanes del mundo, uníos

¡Que la pereza no perezca!

Holgazanes del mundo, uníos
Jorge Varela
27 de marzo del 2023


Trabajar más, trabajar menos, o no trabajar: es un dilema existencial que perturba al hombre desde hace miles de años, y que resurge cada cierto tiempo en distintos espacios geográficos. Para sostener una u otra de dichas alternativas abundan argumentos filosóficos, antropológicos, culturales, religiosos, sociológicos, económicos, políticos y pragmáticos.

En Francia y Chile el fuego del cambio está ardiendo. El proyecto que extiende la edad para jubilar en el país galo, y el que disminuye la jornada laboral en el vecino del sur, son dos casos emblemáticos en torno a los cuales la toma de posición se ha expresado activamente por parte de trabajadores, empresarios, expertos, parlamentarios y políticos, aunque con intensidad diferente. 

Para Carlos Slim, el magnate mexicano de las telecomunicaciones, en un mundo con una nueva normalidad se debería pensar en una jornada de tres días laborales a la semana, trabajando 11 horas cada uno. En 2015 propuso dos puntos: una jornada laboral semanal de 33 horas en tres jornadas y subir la edad de jubilación a 75 años. El primero permitiría que las personas tengan dos trabajos, y el segundo haría sostenible el sistema de pensiones (El Universo.com, 22 de octubre de 2020).

Estas ideas fueron calificadas de inviables por un especialista de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), ya que “no aterriza en considerar el incremento a la productividad y la competitividad de una manera integral… en un país como México, con sueldos precarios y con una esperanza de vida que se redujo de 75 a 71 años después de la pandemia del Covid-19” (Ernesto Sánchez S., Dirección General de Comunicación de la UAS. 7 de septiembre de 2022),


El derecho a ser perezosos
 

En el choque de ideas entreveradas a favor o en contra se ha recordado “El derecho a la pereza”, un ensayo del franco cubano Paul Lafargue, escrito en 1880, como refutación a “El derecho al trabajo” de Louis Blanc, pensador de tendencia socialista y democrática cuya obra principal es “La organización del trabajo”. 

Casi un siglo más tarde, durante la década de 1970, el primer ensayo en cuestión fue reestudiado por teóricos de la ‘sociedad del ocio’, quienes lo consideraron precursor de sus posturas en favor de reducir la jornada laboral. A juicio de Lafargue: “La moral capitalista, lastimosa parodia de la moral cristiana, anatemiza la carne del trabajador; su ideal es reducir al productor al mínimo de las necesidades, suprimir sus placeres y sus pasiones” (prólogo de su escrito “El derecho a la pereza”, semanario L'Égalité. Segunda serie, año 1880). 

Como marxista disciplinado, Lafargue sostenía en esa época: “Los socialistas revolucionarios… deben proclamar, ante los hipócritas de todas las morales, que la tierra dejará de ser el valle de lágrimas del trabajador; que, en la sociedad comunista del porvenir, que construiremos ‘pacíficamente si es posible, y si no violentamente’, se dará rienda suelta a las pasiones de los hombres; y ya que todas son buenas por naturaleza, nosotros sólo tenemos que limitarnos a evitar su mal uso y su exceso” (prólogo de “El derecho a la pereza”). 


El amor al trabajo: una extraña locura
 

En su opinión, “una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista… esta locura es el amor al trabajo. Trabajen, trabajen, proletarios, para aumentar la riqueza social y sus miserias individuales; trabajen, trabajen, para que, volviéndose más pobres, tengan más razones para trabajar y ser miserables. Tal es la ley inexorable de la producción capitalista”. 

Su aspiración utópica favorita era: “El proletariado debe retornar a sus instintos naturales, proclamar los Derechos de la Pereza, mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos Derechos del Hombre, proclamados por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se limite a trabajar no más de tres horas por día, a holgazanear y comer el resto del día y de la noche”. 


La jornada laboral de tres horas
diarias

Lafargue planteaba: hay que “convencer al proletariado de que la palabra que se les inoculó es perversa… de que el trabajo sólo se convertirá en un condimento de placer de la pereza, un ejercicio benéfico para el organismo humano, una pasión útil para el organismo social en el momento en que sea sabiamente reglamentado y limitado a un máximo de tres horas por día, es una tarea ardua superior a mis fuerzas; sólo los médicos, los higienistas, los economistas comunistas podrían emprenderla”. 

Según él, “si la clase obrera se levantara con toda su fuerza, no para reclamar los Derechos del Hombre (que no son más que los derechos de la explotación capitalista), no para reclamar el Derecho al trabajo (que no es más que el derecho a la miseria), sino para forjar una ley de bronce que prohibiera a todos los hombres trabajar más de tres horas por día, la Tierra, la vieja Tierra, estremecida de alegría, sentiría brincar en ella un nuevo universo…".

Cómo podrá deducirse, la locura a la que se refería Lafargue estaba en otra parte, demasiado cerca suyo y no en el amor al trabajo.

Jorge Varela
27 de marzo del 2023

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