Jorge Varela

Cómo llevar la civilización al futuro

Con una cultura que fortalezca el espíritu

Cómo llevar la civilización al futuro
Jorge Varela
19 de agosto del 2025


¿Cómo abrir un espacio amplio en el mundo contemporáneo para que el humanismo cristiano crezca y desarrolle sus potencialidades y atributos? ¿Es posible reunir a los seguidores de la Iglesia católica y a los integrantes del Estado en torno a una cultura común, sin que sus correspondientes institucionalidades, sus esferas de acción, resulten sacrificadas? En tiempos de secularismo este propósito pareciera alejarse. Pensemos entonces, en algo más que una maqueta conceptual genérica, pensemos en el humanismo cristiano como esencia real.

 

Cómo llevar la civilización al futuro

El humanista cristiano tiene que insertarse en el mundo al que pertenece, abrir su conciencia para ‘llevar la civilización al futuro’, aportar su energía espiritual y su esperanza. “La cultura del humanismo cristiano es aquella en la que prevalece la vitalidad intelectual”, junto a la realidad del espíritu, razón para que su dimensión teológica no excluya el libre albedrío de la voluntad de cada persona. “El hecho de que el humanismo cristiano pueda florecer solo en un espíritu pluralista y voluntarista no es necesariamente una debilidad”, ha sostenido el profesor y crítico literario estadounidense Lee Oser (ensayo “El humanismo cristiano y el medio radical”).

 

Catolicismo y ateísmo 

¿Entre el catolicismo y el materialismo ateo es posible consolidar un ámbito fructífero común?, ¿sin afectar la relación entre la fe y la razón?, ¿sin romper el vínculo entre fe y acción?

Si nuestra civilización quiere salir de la postración que la agobia, debe hacerlo sin adoptar posturas frágiles ni implementar soluciones sesgadas, fragmentarias o meramente cosméticas. “Debe permitir que la Iglesia y El Estado cooperen sin sacrificar su integridad institucional”. Sabiduría y trabajo duro son algunos de los ingredientes de esta receta virtuosa.

Desde el área conformada por movimientos y grupos de creyentes donde el humanismo cristiano subsiste con dificultades, pero no ha muerto, se continúa laborando para fortalecer el vínculo entre la espiritualidad y la vida concreta de las personas, y se emprenden acciones contra la pobreza de aquellos que no tienen cupo en la mesa grande de las carencias. 

En este empeño, algunos procuran concordar la fe religiosa con ese afán de cambio radical derivado del contagio con fuentes doctrinarias heterodoxas o teologías liberacionistas sujetas a interpretaciones que generan controversias y disidencias en el seno de la Iglesia. Una de ellas es la conocida teología de la liberación vinculada a círculos de la Iglesia católica latinoamericana, movimiento que postula una fe comprometida con la defensa de los pobres y la transformación de la realidad política y social, promoviendo el reemplazo de las estructuras tradicionales mediante métodos contrarios a la paz y armonía.

 

Un retorno complejo al humanismo tomista 

¿Es posible proyectar y construir una sociedad política laica enraizada en los valores de la cultura católica, específicamente en los principios del denominado humanismo cristiano? La pregunta tiene sentido. Observe que en América Latina subsisten partidos políticos desvencijados que se fundaron precisamente para impulsar este ideario y que con el transcurso del tiempo extraviaron su rumbo bajo la conducción de dirigencias atiborradas de seres sin convicción, miserables de espíritu, volubles vitalicios.

La fuerte influencia cristiana-tomista de Jacques Maritain, Emmanuel Mounier y otros que partiera en la década de 1930, comenzó a desvanecerse a partir de los años sesenta, dando lugar a corrientes de naturaleza materialista, existencialistas y marxistas distantes de lo teológico, centradas esencialmente en lo antropocéntrico. ¿Serán éstas últimas el indicio de un tipo de progresismo que rechaza cualquier idea humanista fundada en una dimensión mayor, diferente a la terrenal?

El rector y articulista Carlos Peña, quien suele responder y escribir en tono académico altisonante desde su sitial, ha dicho que el Partido Demócrata Cristiano “ha perdido todo sentido en la sociedad contemporánea”. Según él, la Democracia Cristiana “languidece porque nació como una tercera vía frente al capitalismo y al comunismo, y ese dilema, aunque hoy se lo quiera revivir…no tiene sentido”. “Ni la nueva cristiandad, ni el comunitarismo poseen un lugar en la cultura contemporánea. Ese es el problema de la DC” (entrevista en “Ex-Ante”).

 

Filosofía del humanismo encarnacional

Nótese que ni siquiera se ha hecho mención al “humanismo encarnacional” planteado por el filósofo germano-canadiense Jens Zimmermann, quien propone un pensamiento filosófico cultural que combina el humanismo moderno con el humanismo cristiano basado en la encarnación, en un intento por unirlo con el concepto de comunión, de eucaristía: una encarnación que redefine a la humanidad como una realidad espiritual, no solo material. Imaginaos el rostro de aquellos intelectuales y políticos que postulan un humanismo de signo opuesto al de Zimmermann. 

 

Hacia una sociedad de la solidaridad cristiana

Hoy la gran tarea de quienes se denominan humanistas cristianos consiste en recuperar terreno en todos los ámbitos de la actual sociedad de carácter secular avanzado, demostrando con hechos concretos cómo se construye una sociedad de naturaleza laica, participativa, plural, pero fundada en los valores de la solidaridad cristiana. Para que esta se consolide es necesario avanzar en dirección contraria a esas teologías políticas radicales centradas en utopías materialistas estrictamente antropocéntricas, utopías vacías de energía espiritual.

Jorge Varela
19 de agosto del 2025

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