Cecilia Bákula
El reloj del Parque Universitario. Ornato y tradición
Después de más de cien años, el reloj nos da nuevamente la hora y nos hace escuchar unas notas del himno patrio

Hace apenas unos días la ciudad de Lima y todos sus ciudadanos recibimos con alegría la reinauguración del hermoso conjunto que, ubicado en el Parque Universitario, constituyen la torre y el reloj. No se trata de cualquier reloj, ni de cualquier torre ni de cualquier otro acto del actual burgomaestre.
Son necesarias algunas consideraciones. Y empezaremos por la más general y quizá de mayor significado colectivo pues debemos recordar que en 1921, cuando el Perú celebraba el primer centenario de nuestra Independencia nacional, el país vivía una época de auge y, quizá, de mayor inserción en el mundo de entonces. El presidente Leguía había inaugurado su gobierno el 24 de setiembre de 1908, reemplazando en el cargo a José Pardo y Barreda, cuyo gobierno vivió, a mi criterio, un auge en aspecto intelectual y académico. Leguía asume el mando y se enfrenta a la crisis, por entonces sin resolver, en la frontera sur, debiendo posicionar al Perú ante la comunidad internacional, como lo que era, un país en exceso golpeado por la infausta guerra y con condiciones muy adversas para que se cumpliera lo que se había pactado, no con poco dolor, en el Tratado de Ancón, llegándose, en 1910, a romper relaciones con el país sureño, el que no limitó sus acciones de instigación en contra del Perú.
Como si ello no fuera suficiente sufrimiento y motivo de inquietud, en los años de gobierno de Leguía se vivieron momentos de tensión también con Bolivia, Brasil, Ecuador y Colombia. Con Bolivia se logró firmar el Tratado Polo – Bustamante en 1909; el mismo año y gracias a la firma del tratado Velarde – Río Branco, las fronteras quedaron establecidas. Y con Ecuador, las tensiones escalaron hasta llegarse a solicitar el arbitraje del rey de España que, en 1910 y ante la situación exacerbada, decidió inhibirse del proceso quedando esa frontera en una situación de indefinición hasta tiempos muy recientes. Con Colombia, el asunto fronterizo llevó a un enfrentamiento militar en el que destacó la figura del entonces coronel Óscar R. Benavides quien luego asumiría la presidencia de la República.
El país vivió años de convulsión política y fue en 1919, cuando en circunstancias que son materia de constante estudio, Leguía dio un golpe de Estado, iniciándose el llamado “Oncenio” y fue en esa etapa en las que hubo acciones de impacto e interés como la suscripción con Chile del tratado que significó el retorno de Tacna a la Patria, pero la pérdida definitiva de Arica y, más grave aún, la firma de un tratado con Colombia, mediante el cual se le cedió a dicha República, el denominado Trapecio Amazónico, por lo que es de entender que el rechazo a la figura de Leguía fue creciendo y no obstante, el gobierno optó por celebrar el centenario de nuestra independencia con todo lujo y pompa y con la presencia y participación de delegados y representantes de muchas naciones. Al mismo tiempo que se preparaban las celebraciones, el Perú vivía el surgimiento de movimientos políticos con la presencia y acción de líderes de la talla de Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, que significaron confrontación y denuncia a las acciones del gobierno y la ilegalidad de Leguía en el poder.
No obstante las circunstancias internas, el Perú celebró por todo lo alto el primer centenario y fue ese el motivó por el que Estados amigos y las comunidades extranjeras radicadas en nuestro país se hicieron presentes, homenajeando al Perú, con importantes y emblemáticas obras. Cabe destacar, por ejemplo, el Arco Morisco donado por España, el Museo de Arte Italiano, regalo de Italia, la fuente de los Atlantes y la estatua de Washington donada por Estados Unidos y otras obras de arte regaladas por Bélgica, China Ecuador, Brasil, Reino Unido y Francia.
Entre esos obsequios, destaca, sin lugar a dudas, la torre y el reloj que nos ocupa, obra del arquitecto Friedrich Jordan Barkholtz y hermoso regalo del gobierno alemán. La primera piedra se colocó el 30 de julio de 1921 y la construcción tomó dos años. Lo interesante es, no solo la ubicación de la torre, sino que en su interior se instaló un reloj marca Junghans que contaba con un delicado sistema de campanas y sonido que, cual precisó carrillón, emitía dos veces al día las preciosas notas de nuestro Himno Nacional. La construcción mide más de 29 metros de altura y el trabajo total fue entregado e inaugurado el 10 de julio de 1923
Hoy, luego de más de 100 años, el reloj nos da nuevamente la hora y nos hace escuchar unas notas del himno patrio y todo ello, gracias a la voluntad de recuperar Lima en todo su esplendor; en dotar a la ciudad de renovados elementos de ornato y tradición para motivar a los ciudadanos para que se comprometan más con la historia hermosa y antigua de nuestra ciudad y su conservación pues la nuestra es una urbe muy singular. La recuperación del sistema de campanas permitirá que esas notas del Himno Nacional suenen cuatro veces al día. Hay detalles que no se pueden observar a simple vista, pero que conviene destacar como la recuperación e instalación, en lo más alto de la torre, de dos elementos originales, una veleta y un anemómetro con lo que se puede apreciar la dirección e intensidad del viento.
Como testimonio de la amistad de las dos naciones, en la torre se ha puesto en valor una antigua placa conmemorativa en bronce con una representación del Huáscar, así como los escudos de Perú y Alemania y un texto que dice: “La colonia alemana a la república del Perú en el primer centenario de su independencia”.
Si bien la voluntad política municipal ha sido importante para poner en valor esta emblemática obra, es necesario reconocer la labor de ProLima que busca con gran empeño recuperar el valor cultural del centro histórico de nuestra ciudad, entregando monumentos renovados, restaurados y de singular importancia. A ellos, gratitud y reconocimiento. El sano disfrute y conservación de lo que con esfuerzo se recupera, es responsabilidad de los ciudadanos.
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