Davis Figueroa
¡El Estado ha muerto!
Tanatología de un Estado fallido
“La muerte te ronda. Piensas en el labio herido y en lo
cerca que estás del desmayo. Temes, seguramente como todos,
morir asfixiado. Pero mientras los demás ahuyentan a gritos el
horror a la muerte, tú lo paladeas. Eres incapaz de gritar o de
dejarte llevar por la histeria. Prefieres alejarte de la escena y
contemplarte sereno, serenamente temeroso, mientras bordeas
la más estúpida de las muertes”.
Carlos Alberto Montaner – Perromundo (1972)
Hoy ya ni siquiera es posible tener una vida llevadera en este país, pues todo nos ha sido arrebatado por el virus del progresocialismo. Desde la marcha de los “jóvenes del bicentenario” hasta la asunción de Sagasti al poder, nada ha cambiado, todo sigue en estado de peoría. Una situación que demuestra que los tentáculos de Vizcarra se extienden más allá de lo imaginable. Cthulhu se queda corto a su lado.
Desde que la guadaña de Vizcarra ha sido traspasada a Sagasti, los infortunios y la muerte no han dejado de perseguir a nuestra nación. Con el mismo empecinamiento que Vizcarra –el autor de nuestras desgracias–, Sagasti sigue la obra de segar la economía y las vidas de decenas de miles de peruanos. Tal es así que todavía se impide la reactivación económica a gran escala y aún se bloquea la importación de vacunas a cargo del sector privado. Una situación que hace evidente que para esta ralea política es más fácil dejar morir a nuestra gente asfixiada –ya sea por la pobreza o por la covid-19–, que admitir su propia incompetencia y hacerse a un lado.
La agonía del Estado peruano tiene como corresponsable al Congreso de la República, lo cual se hizo evidente cuando derogaron la Ley Nº 27360 (Ley de Promoción del Sector Agrario). Una decisión que terminó aniquilando a un sector económico fundamental en nuestro país y le abrió el paso a grupos de choque, dirigidos por la izquierda más radical y recalcitrante. Un yerro imperdonable que no puede pasarse por alto y que demuestra que, cuando la progresía socialista obtiene una parcela de poder, es capaz de destruir, por un simple capricho ideológico, todo lo que está bien forjado en nuestra legislación. Una muestra más de su ideologización se dio hace poco con el burdo proyecto legislativo del Frente Amplio –otrora nido de Verónika Mendoza– que intentó expropiar plantas y distribuidoras de oxígeno medicinal para dizque salvar nuestras vidas. ¿Y las vacunas para cuándo?
Como dije al inicio, el Estado peruano ha enfermado últimamente con el virus del progresocialismo, y ha estado en UCI desde que el impresentable de Martín Vizcarra asumió un cargo que lo superaba. Ahora, con Sagasti en la presidencia y los morados maquinando, el Estado ha fenecido al fin. La desidia, la incompetencia y la ilegalidad se impusieron sobre el compromiso, la capacidad y el derecho. Solamente les queda cargar con el muerto en su conciencia –si es que la tienen–, y anunciar a todos los peruanos su necrológica:
¡El Estado ha muerto! Está morado por la cianosis cadavérica y su fase de rigidez insuperable evidencia su deceso. Desde su interior hiede la putrefacción y se despiden los miasmas y humores de una patología llamada corrupción. Su dios era Tánatos y su religión, el socialismo.
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