Alicia Barco

El electorado huérfano peruano

Radiografía de una democracia en espera

El electorado huérfano peruano
Alicia Barco
08 de diciembre del 2025

 

El votante peruano de hoy no es un actor pasivo ni apático. Es un individuo activo en su rechazo, que se declara huérfano de liderazgo. Este es el perfil central de las elecciones de 2026: una masa crítica de ciudadanos, que consistentemente supera el 50% en las encuestas, que se niega a depositar su confianza, manteniendo la indecisión y el voto nulo o blanco como su principal arma política.

Este fenómeno no es un simple desinterés, sino el síndrome de la desafección democrática radicalizada.

El Perú de hoy no está en campaña; está en terapia intensiva. Lo que observamos no es una simple disputa de votos, sino el padecimiento de un mal crónico: el Síndrome de la Desafección Democrática Radicalizada. La gran paradoja es que la mayoría silenciosa no es apática, sino activa en su rechazo, negándose a votar por el sistema y manteniendo la incertidumbre como su única certeza. Esto es el electorado huérfano.

Este elector, traumatizado por una década de crisis, corrupción e inestabilidad institucional, ha sido traicionado por una élite política distante, ineficiente y, en gran parte, corrupta. La desconfianza ha pulverizado los anclajes partidarios, dejando un escenario volátil donde ningún candidato supera el bajo techo del quince por ciento. Esta fragmentación no es la causa del problema, sino el resultado técnico de una profunda herida emocional.

 

La tríada del antídoto: orden, justicia y cercanía

En este vacío de liderazgo, el elector huérfano exige un antídoto narrativo de tres pilares que el próximo presidente deberá dominar. La clave ya no reside en una sola ideología, sino en la capacidad de síntesis comunicacional de estas tres demandas:

  1. El lenguaje del orden y la firmeza. Es la exigencia de la mano dura que ponga fin al caos, la inseguridad y la ingobernabilidad. El votante no quiere dudas; quiere un líder que hable con Lenguaje Bélico contra la delincuencia y que demuestre que tiene la autoridad para declarar una "guerra total" contra el crimen, sin temor al costo político o a la "corrección política".
  2. El clamor de la justicia. Este pilar ataca la impunidad. El líder debe ser percibido con Intransigencia Ética, prometiendo no solo el castigo ejemplar a los delincuentes, sino a los corruptos de su propio entorno. El mensaje es claro: solo un gestor incorruptible puede restaurar las instituciones y devolver la fe en el crecimiento económico con fiscalización.
  3. El gesto de la cercanía. Es el motor emocional que valida las dos promesas anteriores. El político debe desmantelar la imagen de la élite de Lima, usando un lenguaje coloquial y actos de humildad y sencillez. El votante busca a un líder que entienda la realidad de la calle, que sienta la falta de agua y la inseguridad, en lugar del político que solo debate sobre tecnicismos.

La batalla por la síntesis

La actual contienda electoral es una prueba de fuego para ver quién domina esta tríada.

Observamos cómo las figuras de la derecha radical, como Rafael López Aliaga y Antauro Humala, son expertos en el lenguaje del orden y la cercanía, conectando directamente con la rabia popular, aunque su alta polarización y discurso radical les impiden capturar la mayoría.

Frente a ellos, candidatos de la derecha institucional como Rafael Belaunde y Carlos Espá, buscan consolidar el lenguaje de la gerencia y la estabilidad. Su reto es gigantesco: vender la competencia técnica y la institucionalidad sin parecer distantes o débiles en la agenda de seguridad. El reciente atentado contra Belaunde, condenado incluso por figuras de centro-izquierda como Rosa María Palacios, lo posiciona temporalmente como una víctima de la violencia política, reforzando su perfil de líder resiliente y democrático, una narrativa valiosa en esta coyuntura.

La clave del éxito en 2026 no residirá en la fuerza bruta de un solo partido, sino en la capacidad de un individuo de fusionar la disciplina con la empatía. El ganador será aquel que logre convencer al electorado huérfano de que, por fin, ha encontrado al líder que combina el orden del militar, la ética del juez y la humildad del pueblo, poniendo fin al ciclo de caos y desamparo.

Mientras ese líder no emerja, el Perú seguirá siendo el país de la espera activa, en manos de la volatilidad.

Alicia Barco
08 de diciembre del 2025

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