Mariana de los Ríos

Dragones aburridos: cuando la guerra se hace esperar

Análisis de la segunda temporada de “La casa del dragón”

Dragones aburridos: cuando la guerra se hace esperar
Mariana de los Ríos
16 de agosto del 2024


La serie de televisión “La casa del dragón” (Max, 2024), precuela de la aclamada serie “Juego de Tronos”(2011-2019), se adentra en los orígenes de la dinastía Targaryen, profundizando en la historia que precede al caos y la guerra de Westeros. Mientras que “Juego de tronos” narró la lucha por el poder entre diversas casas nobles de los Siete Reinos, “La casa del dragón” se enfoca en la dinastía que, siglos antes, consolidó el dominio sobre los dragones y el Trono de Hierro. Esta nueva serie, basada en la novela
Fuego y Sangre, de George R.R. Martin, revela las raíces de la brutal guerra civil conocida como la “Danza de los dragones”, estableciendo así una conexión directa con los eventos que eventualmente desencadenan la trama de “Juego de tronos”.

La segunda temporada de "La casa del dragón" retoma la narrativa de la primera temporada, en medio de un clima tenso, marcado por la lucha por la sucesión al Trono de Hierro tras la muerte del rey Viserys I. Con la reina Rhaenyra Targaryen enfrentando a su medio hermano Aegon, usurpador del trono, la temporada se sumerge en un juego peligroso de alianzas y traiciones. A lo largo de los episodios, la serie explora las decisiones de ambos bandos, mientras la sombra de la guerra se cierne sobre los personajes. 

En esta temporada, el desarrollo de los personajes principales es crucial para la evolución de la trama. Rhaenyra, interpretada por Emma D’Arcy, se muestra cada vez más decidida a reclamar su derecho al trono, mientras lidia con el dolor de la pérdida de su hijo y las crecientes presiones políticas. Aegon, por su parte, interpretado por Tom Glynn-Carney, pasa de ser un príncipe mimado a asumir con seriedad su papel como rey, aunque su inestabilidad y los conflictos internos en su bando complican su liderazgo. Aemond, interpretado por Ewan Mitchell, destaca como un antagonista complejo, cuyo odio hacia su hermano Aegon y su deseo de poder lo empujan a tomar decisiones drásticas, pero a menudo no logra transmitir la profundidad emocional necesaria para justificar plenamente sus acciones.

Daemon Targaryen, otro de los personajes clave, tiene un arco narrativo que, aunque prometedor, resulta inconsistente. Interpretado por Matt Smith, Daemon se enfrenta a sus demonios personales en Harrenhal, donde es atormentado por las decisiones del pasado. A pesar de la intensidad de su interpretación, las escenas en las que aparece tienden a repetirse en tono y contenido, diluyendo el impacto de su desarrollo. El personaje de Alicent Hightower, interpretado por Olivia Cooke, también tiene una evolución que parece no terminar de cuajar, ya que su súplica por la paz entre ambos bandos no está lo suficientemente fundamentada a lo largo de la temporada.

Esta segunda temporada de la serie ha tenido muchas más críticas negativas que la primera. Uno de los aspectos más discutidos es el ritmo desigual de la narrativa. Tras un inicio prometedor, con episodios cargados de tensión y acción, la serie sufre un notable descenso en la intensidad hacia la mitad de la temporada. La batalla en Rook’s Rest, que ocurre en el episodio cuatro, marca un punto álgido que no logra mantenerse en los episodios posteriores. Esta falta de consistencia en el ritmo genera una sensación de estancamiento, especialmente en el final de temporada, que a pesar de prometer grandes enfrentamientos, termina con una sensación de que la guerra aún no ha comenzado realmente.

Otro aspecto que recibió críticas es la introducción de nuevos personajes y subtramas que, aunque prometían enriquecer la narrativa, terminan resultando superficiales. Los nuevos jinetes de dragón, como Addam de Hull y Ulf White, no logran captar el interés de la audiencia, y sus arcos narrativos se sienten apresurados y carentes de profundidad. Esta falta de desarrollo se refleja en una serie que, en su segunda temporada, parece estar estirando su contenido en lugar de avanzar con fuerza hacia los conflictos prometidos.

La segunda temporada de “La casa del dragón” resulta muchas veces visualmente impresionante, pero tiene fallas notables en el ritmo y desarrollo de personajes. A pesar de sus defectos, la serie mantiene la esencia que hizo de “Juego de tronos” un fenómeno mundial: la intriga política, las luchas internas y los momentos de gran dramatismo. Sin embargo, para que la serie continúe capturando a su audiencia, será necesario que la tercera temporada ofrezca el clímax que los fans han estado esperando desde el inicio del conflicto.

Mariana de los Ríos
16 de agosto del 2024

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