En el corredor minero del sur –que integran las regiones...
Al cierre de esta edición la violencia de minorías radicalizadas –provenientes de vanguardias comunistas y de la minería ilegal, entre otras– habían lanzado una ofensiva violentista en contra de la agroindustria de Ica, la región más importante del milagro agroexportador peruano, que en dos décadas posibilitó incrementar nuestras agroexportaciones de US$ 621 millones a US$ 10,000 millones en el 2022.
Diversos piquetes de violentistas, una vez más, habían bloqueado el tramo entre los kilómetros 240 al 300 de la Panamericana Sur. Si bien se trataba de pequeños grupos muy organizados y radicales, el bloqueo se desarrollaba en diversos puntos, estrategia que hacía imposible el tránsito en la vía nacional.
¿Qué significa semejante violación del Estado de derecho y las leyes nacionales? Se trata de un golpe directo y letal contra la agroindustria agroexportadora de Ica, que estaba en plena temporada de cosecha de la uva, el principal producto de agroexportación de la región. En este contexto, la uva comenzaba a madurar más de lo debido y el trabajo de miles de trabajadores y las inversiones de un año se ponían en peligro. Según algunos cálculos, se paralizarían envíos de hasta 1,000 contenedores al día.
Pero lo más grave de todo: alrededor de 50,000 empleos directos, que beneficiaban a 45,000 familias, se ponían en peligro ante la estrategia insurreccional del bloqueo de la Panamericana Sur. Es decir, se destruía el ingreso de aproximadamente 250,000 personas. Ahora bien, considerando los proveedores de diversos servicios y transporte de la agroindustria, en realidad se está destruyendo la pujanza económica de Ica, una de las regiones de mayor desarrollo económico y social, que llegó a tener pleno empleo y a reducir la pobreza por debajo del 10% de la población (el promedio nacional de este flagelo hoy se sitúa por encima del 25% de la población).
Igualmente, en la región agroexportadora de La Libertad se desarrollaban bloqueos con el objeto de ahogar y destruir a la industria de agroexportación del norte.
Vale destacar que luego del fracaso de la llamada “toma de Lima”, las vanguardias comunistas y vinculadas al eje bolivariano ensayaban una nuevo plan violentista como parte de su estrategia insurreccional: con un lento repliegue de la capital se pretendía paralizar la economía moderna del Perú, sobre todo la minería y las agroexportaciones. En el caso de Ica, la nueva estrategia de bloqueos de la Panamericana se combinaba con una intensificación de la violencia y del terror que se expresó en la quema de los cercos perimétricos de los fundos agrarios. Asimismo, núcleos violentistas se apostaban en la entrada de los fundos para amenazar a los trabajadores que ingresaban a trabajar, mientras los conminaban a plegarse a la violencia generalizada.
La nueva estrategia insurreccional entonces pasaba por paralizar los sectores modernos de la economía ante el desconcierto del Gobierno de Dina Boluarte. De alguna manera, el impecable triunfo de la Policía Nacional del Perú (PNP) en la contención de la llamada “toma de Lima” comenzaba a ser ensombrecida por las acciones de las vanguardias comunistas en contra de sectores claves de la economía.
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