En el corredor minero del sur –que integran las regiones...
En el Perú es común repetir un viejo aserto acerca de que nuestro país es un mendigo sentado en un banco de oro. El dicho pretende señalar que somos pobres y subdesarrollados a pesar de tener inmensos recursos naturales. El problema entonces residiría en que habría que explotar esos recursos para superar todas las lacras de la pobreza y la falta de desarrollo.
Sin embargo, cuando observamos la tragedia de Venezuela –un país que sigue teniendo las mayores reservas de petróleo del planeta y que, no obstante, más del 80% de su población es pobre y que su PBI se ha reducido en más del 60%– entonces, se nos hace evidente que los recursos naturales nunca crean riqueza por sí solos. Igualmente, cuando reparamos en que Rusia tiene las mayores reservas de gas del planeta, sin embargo, el PBI per cápita de un ruso apenas sobrepasa el 10% del PBI per cápita de un estadounidense, resulta incuestionable que la riqueza de las naciones nada tiene que ver con los recursos naturales.
En el caso del Perú, el economista Carlos Adrianzén ha señalado que el PBI de la costa representa el 80% del total nacional, mientras que la economía de la sierra y la selva suma el 20% restante. Sin embargo, la mayoría de los recursos naturales está ubicada en la cordillera de los Andes y la sierra del país. Es evidente entonces que la riqueza de cualquier sociedad no proviene de sus recursos naturales.
¿Cuál es entonces el factor determinante en la creación de riqueza y el desarrollo de las sociedades? Es evidente que el papel de las instituciones, la vigencia del Estado de derecho y el respeto a la propiedad y a los contratos. Semejante orden legal permite que prosperen las libertades políticas y económicas, la innovación, la inversión y la creación de empleo; y con estos factores, el bienestar de la sociedad crece en línea ascendente.
El desarrollo pues tiene una condición impostergable: instituciones y respeto a la propiedad privada y los contratos. Hong Kong, Singapur, Japón y Suiza, por ejemplo, son países que han creado riqueza y han alcanzado el desarrollo sin contar con recursos naturales.
Ahora bien, en nuestro país, se ha generado la idea de que la sierra es explotada por la costa, por Lima y por la “burguesía neoliberal”, porque la inversión en recursos naturales no se expresa en el incremento general del bienestar. De allí la propuesta acerca de que la nacionalización de recursos naturales creará la riqueza esquiva. Sin embargo, esos modelos ya se aplicaron en Venezuela, Bolivia y los ex países de la pasada Unión Soviética. Y en todos estos experimentos, en vez de crear prosperidad, las empresas estatales se convirtieron en las mayores fábricas de pobreza de la humanidad.
En la sierra y la selva hay más pobreza porque la mayoría de su economía y sociedad es informal, y por la evidente falta de Estado de derecho e instituciones. Puno, por ejemplo, tiene un 90% de informalidad. Sin lugar a dudas, hay mayor Estado de derecho en la costa que en las otras áreas del país. En las ciudades costeras el ingreso de los municipios, por ejemplo, no solo depende del canon y las regalías de las mineras, sino del pago del impuesto predial de millones de contribuyentes.
Y si a esto le sumamos que el Estado no redistribuye correctamente el canon y las regalías que pagan las empresas, tenemos el cuadro exacto de por qué en estas regiones no hay agua potable, desagües, carreteras, postas médicas, escuelas ni otros servicios.
Nadie puede tapar el sol con un dedo ni inventar fábulas y hechicerías colectivistas. El desarrollo y la creación de riqueza depende del Estado de derecho, la vigencia de las instituciones y el respeto a la propiedad privada.
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