En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
El litio ionizado, utilizado para la fabricación de batería para usos múltiples –centrales de telefonía, vehículos con motores eléctricos, acumuladores de energía solar, satélites y, entre otros, teléfonos celulares– es, hasta el momento, el recurso energético más importante del siglo XXI. Por esta razón, ingenieros del Massachusetts Institute of Technology (MIT) –en Boston, Estados Unidos– investigan una nueva generación de baterías de litio, con mayor capacidad de acumulación de energía y más vida útil.
Debido a las explosiones de las baterías de litio, por la alta volatilidad de los electrolitos líquidos, los investigadores del MIT desarrollan baterías seguras de estado sólido, sin el líquido o gel polímero que actualmente se usa como material electrolítico entre los dos electrodos de la batería, y que se activa en los momentos de carga y descarga. Las dificultades del nuevo desarrollo originan nuevos planteamientos con el propósito de disponer de baterías más económicas, con menor peso y tamaño, mayor carga y vida útil y mínimas posibilidades de explosiones (para evitar daños humanos y materiales). Asimismo, se busca un acumulador de energía con menor degradación y mayor ventaja durante el reciclaje.
En la investigación del MIT intervienen profesionales de Hong Kong (China) y de Texas y Florida (Estados Unidos). Vale señalar que, como en otras universidades de prestigio mundial – primeras en las evaluaciones educativas internacionales– el MIT de Boston acoge a un alto porcentaje de estudiantes extranjeros, quienes después vuelven a sus países a aplicar los conocimientos adquiridos. En este contexto, ¿acaso los productores de litio ionizado no serían los principales interesados en desarrollar nuevas industrias y tecnología para el recurso que producen? Las universidades públicas peruanas, que reciben canon de la minería para proyectos de investigación, ¿se interesan e impulsan el desarrollo del litio, el recurso de la IV Revolución Industrial?
En la carrera por la producción, industrialización y comercialización del litio, Argentina, Chile y Bolivia están bastantes pasos por delante de Perú. La burocracia local, con sus trámites y procedimientos tediosos e infinitos, no participa del entusiasmo y celeridad de los proyectistas e inversionistas, cuya meta final es elevar la producción nacional para reducir la pobreza y desocupación de los peruanos. Mientras en Perú las posibilidades del litio se desarrollan a paso de tortuga, en Argentina ya circulan autos de fabricación local con motores eléctricos activados con baterías de litio. Asimismo, en Bolivia y Chile se ejecutan proyectos similares con inversiones rusas, alemanas, chinas y canadienses.
En Puno, con el descubrimiento de un yacimiento de 4.71 millones de toneladas de carbonato litio, en la meseta de Macusani, a 4,500 metros sobre el nivel del mar, los peruanos descubrimos la ausencia de talla ejecutiva de autoridades y dirigentes políticos. Por ejemplo, para Walter Aduviri, dirigente aymara y ex gobernador de Puno –para quien “el agua es de Puno y allí se queda”, paralizando de esta manera el proyecto hídrico Paltiture–, la minería en el altiplano debe hacerse de manera artesanal y popular. Es decir, mientras los países vecinos utilizan tecnologías rusas, alemanas, chinas y canadienses, Aduviri y sus seguidores pretenden producir litio a la usanza antigua: con pico, lampa y carretilla.
El 90% de las reservas de litio en el mundo se ubican entre Bolivia, Argentina, Chile y Perú. En Macusani todavía está pendiente US$ 2,089 millones en inversiones que, considerando la tonelada de carbonato de litio en los mercados, podría representar para el Perú US$ 50,000 millones en los próximos años. En estos momentos de gran dificultad económica, debido a la pandemia del coronavirus, es una locura y hasta un crimen social detener por sinrazones burocráticas los proyectos de expansión económica.
El presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, ha señalado la necesidad urgente de destrabar las inversiones. ¡En hora buena! Como en Argentina y otros países productores de litio, deberíamos superar el repetitivo e interminable Estudio de Impacto Ambiental (EIA) para acelerar la ejecución de los proyectos. Basta una Declaración de Impacto Ambiental (DIA), más simple y que no deja de ser bastante rigurosa. Una tarea para Cateriano y el ministro del sector Minería, Rafael Belaunde.
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