Editorial Economía

La cultura y el régimen laboral en el Perú

La valoración del empresario es la diferencia entre el desarrollo y la pobreza

La cultura y el régimen laboral en el Perú
  • 08 de marzo del 2023

Durante su gobierno, el presidente Donald Trump desarrolló la reducción de impuestos más grande de la historia de Estados Unidos: el impuesto a la renta bajó de 30% a 21%. Y el mandatario estadounidense hizo la reforma contra una feroz campaña de los demócratas, quienes señalaban que solo se pretendía favorecer a los ricos. Sin embargo, con la economía estadounidense en marcha por el incremento de la inversión y la reinversión, hoy el presidente Joe Biden y los demócratas no se atreven a subir los impuestos.

Salvando las distancias y las proporciones en las comparaciones, en el Perú el Gobierno de Pedro Castillo desarrolló las modificaciones al modelo económico más importantes en los últimos 30 años: se promulgaron decretos laborales que promueven la sindicalización artificial en fábricas, sectores y grupos económicos, que prohíben la tercerización laboral y liberalizan en extremo al derecho a huelga. Semejantes decretos se promulgaron con el argumento de favorecer a los trabajadores y en defensa de los pobres. Sin embargo, luego de la caída del Gobierno de Castillo, ni en el Ejecutivo ni en el Congreso parece existir voluntad para derogar las señaladas normas que buscan ahuyentar a la inversión privada.

En los Estados Unidos, los demócratas no se atreven a subir impuestos porque, a pesar del avance del progresismo en las universidades y la sociedad, la cultura estadounidense sigue siendo procapitalista, sigue considerando al empresario como el principal actor de la prosperidad y la riqueza del país. En el Perú sucede todo lo contrario: ni el Gobierno, ni el Legislativo, ni la clase política en general se atreven a ir en contra de los decretos de Castillo porque la cultura nacional está tomada por la idea de que “los trabajadores producen la riqueza y los empresarios son unos vulgares explotadores, que roban la riqueza”. Es decir, las mismas ideas que empobrecieron a los países de la ex Unión Soviética.

Por estas consideraciones, en el Perú la derogatoria de la ley de Promoción Agraria (Ley 27360) pudo perpetrarse sin que a muchos de nuestros políticos se les levantara una ceja. La mencionada ley fue la norma más proinversión y proempleo formal de la historia del país. Gracias al régimen tributario especial (15% de renta), en dos décadas se captaron más de US$ 20,000 millones en inversiones y las agroexportaciones se incrementaron de US$ 621 millones a cerca de US$ 10,000 millones en el 2022.

En el aspecto laboral se estableció un régimen de flexibilidad que permitía contratar de acuerdo la estacionalidad agraria: siembra, cosecha y mantenimiento. El objetivo era que las empresas contratarán masivamente empleo formal, en vez de comprar máquinas. Algunas empresas agroexportadoras llegaban a contratar hasta 10,000 trabajadores formales por campaña (con todos los derechos sociales reconocidos). En el 2004 existían más de 460,000 empleos formales en el agro (entre directos e indirectos), pero en la actualidad hay más de un millón de trabajadores formales, entre directos e indirectos.

Sin embargo, la absurda e inexplicable derogatoria de la Ley 27360 por el Gobierno provisional de Sagasti, y con la conducción del Legislativo –también provisional– de Mirtha Vásquez, ha terminado liquidando el milagro agroexportador. Desde el 2024 las agroexportaciones ya no crecerán porque desde la mencionada derogatoria no se conocen de nuevas inversiones.

Planteadas las cosas así, es incuestionable que la cultura mueve a la economía. En el Perú la izquierda marxista ha construido todos los relatos y narrativas que forman parte de los sentidos comunes de la sociedad. La izquierda ha ganado la guerra cultural y, no obstante los logros del modelo económico –basados en la inversión privada y la desregulación de los mercados–, se ha demonizado a los empresarios y se les presenta como “explotadores de la riqueza que producen los trabajadores”.

En esa cultura sobre el innovador y el empresario reside también la diferencia entre los países prósperos y las sociedades pobres. En Estados Unidos, a pesar de todo, el empresario sigue siendo el héroe de la sociedad. En el Perú, es el villano.

  • 08 de marzo del 2023

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