En el corredor minero del sur –que integran las regiones...
En el Perú la estrategia de demonizar al sector privado abarca a todos los sectores: Desde la minería, las agroexportaciones, la educación, pasando por los servicios públicos, hasta llegar a las farmacias. La estrategia del colectivismo o de las corrientes comunistas –en base a un lenguaje sencillo– pretende señalar que todos los males de la sociedad provienen de las empresas privadas y del “afán de lucro” que “posterga cualquier interés en el ser humano”.
Por ejemplo, en el caso de la minería se pretende señalar que la falta de agua y desagüe, electricidad, carreteras, escuelas y postas médicas en las regiones mineras es responsabilidad de las mineras. Sin embargo, en el 2022 las empresas transfirieron más de S/ 10,000 millones por concepto de canon, y solo se ejecutó apenas el 60% del presupuesto de inversiones. El Estado fracasa de principio a fin.
El intento de demonizar al sector privado también se presenta en el sector de farmacias y la oferta de salud. No obstante que el Estado se encarga del 80% de la oferta de medicamentos a través de las farmacias del Ministerio de Salud (Minsa), de Essalud y de las fuerzas armadas y policiales, siempre se ha pretendido señalar que la falta de genéricos y el aumento de los precios, sobre todo en situaciones de emergencia, es responsabilidad de las farmacias privadas. Una fábula despiadada que pretende ocultar la responsabilidad del Estado.
En regiones como Piura comienza a subir la demanda de medicamentos para tratar el dengue (paracetamol, sales hidratantes y sueros) por la falta de provisió. En un reciente comunicado de una cadena de farmacias privadas se informa que los precios de los medicamentos requeridos para el tratamiento ambulatorio del dengue no han subido (diferente es la situación de los casos graves que requieren hospitalización). En cualquier caso, el mencionado comunicado sirve para hacer un breve recuento sobre la oferta de medicinas durante las situaciones de emergencia y la urgencia de fiscalizar el abastecimiento del Estado.
Durante el Gobierno de Martín Vizcarra y el desarrollo de la pandemia del Covid que cobró la vida de más de 200,000 peruanos –con la tasa de mortalidad más alta del mundo– el Estado se olvidó de comprar los genéricos para el tratamiento de los casos leves o moderados, que no requerían hospitalización, sobre todo el paracetamol y la azitromicina. De pronto no había genéricos en el país y el stock de las farmacias privadas (para más de tres meses) se agotó en las primeras dos semanas de la tragedia. Los únicos medicamentos que había para tratar casos leves de Covid eran los de marca de las farmacias privadas que, naturalmente, costaban más que los genéricos.
En este contexto, el Gobierno empezó una campaña populista en contra de las farmacias privadas con el objeto de ocultar la gigantesca responsabilidad del Estado, que no desarrolló ninguna estrategia contra la pandemia para aprovisionarse de medicamentos genéricos. Algo parecido sucedió con las camas UCI para los enfermos de gravedad. La falta de unidades de cuidados intensivos y respiradores desató una tragedia generalizada en las familias que no podían hacer lo necesario para salvar a sus seres queridos. La muerte llegaba sin que hijos, padres y familiares, pudieran hacer nada para salvar a sus pacientes.
En medio de esta tragedia el Ejecutivo se burló del dolor de las familias y emprendió una campaña contra las clínicas privadas, pretendiendo culparlas de la falta de camas UCI y respiradores, y por los precios que se cobraban para los internamientos. Aquí también hubo demagogia y populismo porque las clínicas privadas solo atendían al 5% de la población y su disposición de camas UCI era ínfima.
¿Por qué desarrollamos un recuento de momentos tan tristes de la historia reciente? Porque ahora estamos con la epidemia del dengue –que felizmente comienza a declinar– y es casi seguro que los populistas y los colectivistas intentarán demonizar al sector privado con el fin de ocultar un nuevo fracaso del Estado en la provisión de medicamentos. ¡No debemos permitirlo!
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