En el corredor minero del sur –que integran las regiones...
Las narrativas acerca de que la riqueza de las poblaciones reside en los minerales que yacen debajo de la superficie ha convertido a Cajamarca en una de las regiones más pobres del país. Semejantes relatos señalan que la fuente de pobreza son las corporaciones y compañías que explotan el mineral, “le roban a los pueblos” y empobrecen a las comunidades. El resultado en Cajamarca ha sido devastador: 16 de los 20 distritos más pobres del país se emplazan en esa región, mientras que la pobreza supera el 42% de la población.
Semejantes relatos, convertidos en verdaderas hechicerías, continúan y avanzan no obstante que si se concretará la cartera de inversiones mineras, en muy pocos años, Cajamarca llegaría a tener uno de los ingresos per cápita más altos del país. Y si se desarrollará un clúster minero, se construyera una vía férrea hacia Bayóvar y se desarrollara una manufactura, industria y servicios vinculados a la minería, los cajamarquinos estarían en condiciones de acercarse al ingreso per cápita de un país desarrollado, tal como sucede con el clúster minero de Antofagasta en Chile.
No se tratan de frases vacías o delirios optimistas. De acuerdo al estudio “Impacto económico y social de la minería en el Perú”, elaborado por el Centro para la Competitividad y el Desarrollo (CCD), en coordinación con el Instituto de Ingeniero de Minas (IIMP), en las regiones de Cajamarca, La Libertad, Lambayeque y Piura existen 11 proyectos mineros que representan inversiones de más de US$ 23,000 millones. Sobre la base de estas inversiones se proyecta ingresos por canon y regalías para los gobiernos regionales del orden de S/ 3,200 millones y se reduciría la pobreza en las señaladas regiones en alrededor de 10 puntos hacia el 2031.
Según el mencionado estudio, Cajamarca tiene inversiones potenciales en más de US$ 18,500 millones, la mayoría de las cuales tienen que ver con el cobre. Como se aprecia Cajamarca es la joya de la corona del norte, es la región que debería convertirse en un polo de prosperidad que irradie a las demás áreas norteñas. En dicha región se emplazan los proyectos El Galeno, Conga, La Granja, Michiquillay y Cañariaco Norte, que lograrían incrementar en 1.5 millones de toneladas métricas de cobre (TMC) la producción nacional del metal rojo.
Como todos sabemos, el Perú es el segundo productor mundial de cobre con 2.5 millones de TMC anuales, pero puede perder el lugar por los retrasos, bloqueos y violencia que desatan los radicales antimineros, siguiendo las narrativas que demonizan a la minería moderna.
Si las inversiones en las minas de Cajamarca se concretaran, el Perú podría producir alrededor de cuatro millones de TMC anuales, crecería sobre el 5% de promedio anual y, en muy pocos años, se lograría reducir la pobreza debajo del 15% nacional. Sin embargo, Cajamarca sigue siendo una de las regiones más pobres del país, no obstante que podría ser una de las más ricas. El Perú tiene más del 25% de la población en pobreza a pesar de que podría reducir más de 10 puntos de este flagelo social.
En otras palabras, contemplamos el resultado natural de una narrativa que empobrece a los pueblos y liquida a generaciones enteras. Si hay dudas allí está Venezuela, el país con mayores reservas de petróleo en el planeta, sin embargo, con más del 80% de la gente en pobreza por los discursos anti inversión, y por la política de expropiaciones y nacionalizaciones. La misma hechicería que ha atrapado a Cajamarca en la pobreza.
Los yacimientos minerales solo se convierten en riqueza, en prosperidad para la gente, cuando el país, la región y los pobladores respetan el Estado de derecho y las leyes. Cuando el derecho impera las inversiones fluyen y los ciudadanos controlan el medio ambiente y los pagos de impuestos y se exige a los gobiernos regionales que –con esos recursos– construyan carreteras, sistemas de agua y desagüe, postas médicas, colegios, entre otros.
Sin Constitución, sin Estado de derecho, sin ley, solo hay pobreza, minería ilegal y burócratas robándole a los pobres en nombre del socialismo del siglo XXI.
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