David Belaunde
Una agenda política en busca de actores
La comedia política peruana no es mala, pero los actores no están a la altura
En conversaciones recientes con inversionistas extranjeros, he visto que ya algunos están cancelando sus planes en el Perú debido a la inestabilidad política. Pero la “inestabilidad” no tiene tanto que ver con la vacancia en sí. Esta última es un twist dramático que no deja de tener su atractivo. Lo preocupante es la composición misma del “elenco” de la política peruana, que hace pensar que la situación podría no mejorar una vez superada la crisis actual. Ya no es Sei personaggi in cerca d’autore, como en la obra de Luigi Pirandello, sino más o menos lo opuesto.
El movimiento pendular de la historia ha hecho que en los últimos años desaparezcan muchas de las reformas positivas de los noventa. La autoridad del Estado se ha ido erosionando, la regulación es excesiva, el sindicalismo está renaciendo. Estamos volviendo a los ochenta. Lo que el Perú necesita en este momento es un Gobierno conservador, que trabaje en flexibilizar el mercado laboral, implemente medidas en pro del aumento de la productividad y restablezca la autoridad del Estado en materia de seguridad ciudadana.
En vez de eso, tenemos a un Gobierno de frivolones y caviares (o “epicaviares”, digamos) que quiere aumentar el salario mínimo en un país donde se están destruyendo empleos formales, que cede ante cualquier reivindicación gremial, que no lucha eficazmente contra el crimen (este es, después de todo, un presidente que considera “cruel” mandar a peligrosos criminales a cárceles a 4,000 metros de altura). El grueso de la actividad legislativa ha sido reactivo (reconstrucción, DU N° 003), no proactivo; con la excepción de las reformas en educación, que han sido mal enfocadas.
De ese punto de vista, el que PPK haya cometido errores que podrían conducir a que se le ponga fin a su Gobierno es casi afortunado. Tres años más de este tipo de políticas y de mal manejo podrían hacerle un gran daño al país. Sin embargo —y esta es la preocupación central—, ¿a quién tenemos al frente? Tenemos a una mayoría parlamentaria que ha gastado una legislatura entera —y parece que va a ser el caso con la actual también— en un juego puramente táctico y bastante mezquino de interpelaciones y ahora de vacancia. Y no es que no tengan ningún sentido estas acciones, al contrario. Pero esa no puede ser la ocupación principal de la bancada mayoritaria. Lo que se esperaría, en vez de eso, es que esta desarrollara una agenda legislativa conforme a las ideas de la campaña. Por ejemplo, en términos de seguridad ciudadana.
Tal vez el fujimorismo esté esperando llegar a la presidencia para promover sus propias políticas. Hay dos razones por las cuales esto sería un error:
1) No solo los problemas del país son urgentes, sino también es menos doloroso implementar reformas cuando el entorno macroeconómico es favorable. De aquí a tres años podría ser más difícil.
2) El fujimorismo se está desacreditando con esta actitud poco constructiva. Si, al contrario, tratara de promover sus políticas, o una parte de ellas, trascendería la política politiquera para transformarse en una agrupación de ideas. De lo contrario, el desprestigio podría ser tal que le impediría llegar a la presidencia en el 2021. Y seguiríamos con una configuración similar a la actual —o peor, con la ultraizquierda en el poder— durante mucho tiempo.
¿Qué necesitamos que suceda ahora? Si no procede esta nueva tentativa de vacancia, PPK debería dar un giro muy pronunciado a la derecha, implementando políticas cercanas al programa de FP del 2016. Incluso viendo las cosas de un punto de vista puramente táctico para el oficialismo, esto le permitiría robarle al fujimorismo su narrativa, y favorecer un éxodo de congresistas hacia el kenjismo. FP no está promoviendo sus propias ideas políticas, y eso lo hace altamente vulnerable. ¿Los asesores de PPK no lo ven acaso? Lamentablemente, parece cada vez menos probable que PPK actúe de esta manera. Tal vez, si procede la vacancia, al próximo presidente se le prenderá el foquito.
En cuanto al fujimorismo, el camino a seguir en cualquier escenario es pasar sin dilaciones de la táctica a la estrategia. Es promover medidas que la población reclama (insisto con el ejemplo de la lucha contra el crimen) e ir enfrentándose al Ejecutivo (si siguen los mismos), a la izquierda, al TC y a la CIDH sobre debates de fondo. Por ejemplo: ¿quién debería tener más derechos, el ciudadano honesto, o, como es el caso hoy, el criminal? Se irían entonces desnudando las posiciones de estos adversarios y se prepararía el terreno para decisiones mayores, tales como una salida de la CIDH.
Al fin y al cabo, la mayoría de la población peruana desea prosperidad y orden. Es importante demostrar que estas aspiraciones pueden ser satisfechas en un marco democrático. De lo contrario, el desenlace de esta historia podría ser realmente trágico.
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