Eduardo Zapata
Un regalo para nuestros jóvenes
Capital humano con íntima vocación viajera
Por influencia de las redes sociales, nuestros niños y jóvenes han morfologizado ya una mochila en sus espaldas. Es parte de un ´nuevo ser´ definido más bien desde la predisposición al hacer. Allí, en esas mochilas, llevan lo indispensable para habérselas donde quiera que la vida les lleve.
Lo dijimos aquí hace algún tiempo: “De pronto los jóvenes –fieles al ´facilismo´ del que se les acusa– se cansaron de cargar peso, pusieron en sus mochilas solo lo para ellos indispensable e hicieron de las mochilas parte de su cuerpo. Aligerando y aligerándose”.
Más que acariciar el sedentarismo –lo decíamos también– niños y jóvenes “…están más que dispuestos permanentemente a partir de viaje”. Y los signos lo van confirmando. Aparte de las mochilas, que seguro ya tienen, estos (nuestros hijos de la electronalidad) van a querer por Navidades otros adminículos que reafirman lo dicho.
Un adminículo electrónico –el más vistoso y útil para ellos– les resultará altamente gratificante. Porque a través de su conexión a la red se integran a una comunidad virtual no necesariamente inmediata, garantizando a la vez un individualismo que parece desconectarlos de la inmediatez. Mirado desde muy afuera daría la impresión de que ellos no solamente no ´son´ –en el sentido sedentario de ser y estar–, pero es que hoy ellos son lo que están predispuestos a hacer.
Y otro objeto también gratificante será siempre un par de zapatillas. También vistosas y novedosas. Que les permitan –simbólicamente– andar mejor los pasos del viajero.
Téngalo por seguro que así no sea un regalo familiar esta Navidad, ellos juntarán su propio dinero para adquirir estos objetos preciados. Más que obvio que esta afirmación no nos debe dejar de pensar en aquellos niños y jóvenes peruanos cuya pobreza debería doler a todos. Pobreza que también hallaría ilusión en el viaje.
Pero ahora resulta que estos nómades y viajeros electronales también lo son laborales. Más allá de estipendios económicos –y contra pronósticos de materialismo puro– los jóvenes quieren viajar y trabajar y ´ser felices´ allí donde las redes sociales se lo permitan. Múltiples estudios de empresas ´cazadoras de talentos´ demuestran que estas empiezan a preferir nómades antes que sedentarios.
Ahora bien. ¿Cómo educar a este capital humano ´contra su íntima vocación´ viajera? ¿Cómo aprisionarlos en un aula, en un escritorio y en un lugar, amputándoles dos de los atributos que los hacen particularmente valiosos para los tiempos que corren, o sea su sentido de búsqueda y creatividad permanentes?
Como sociedad, les debemos a nuestros hijos una educación que los arme para la vida de nuestros tiempos y que más bien alimente la búsqueda y la creatividad. Debería ser un compromiso social sellado como promesa de Navidad. Mientras tanto –y en medio de las dificultades y tránsitos– procuremos que la noche de este 24 nos permita unirnos en la intimidad de una comunidad inmediata: la familia.
COMENTARIOS