Cecilia Bákula
Ricardo Palma: un personaje por redescubrir
Escritor, congresista, patriota y bibliotecario
Este 6 de octubre recordaremos el centenario del fallecimiento de don Ricardo Palma, personaje con el que tenemos colectivamente una deuda extraordinaria y aún pendiente, pues se trata de un "monumento nacional", tal como lo señalaría el investigador Estuardo Núñez. Quizá la mayoría de nuestros lectores lo asocian de manera exclusiva a su habilidad como tradicionista, pues nos permitió construir, en el inconsciente colectivo, la imagen de una Lima más fantasiosa que real, pero que nos gusta recordar como histórica.
No queremos desmerecer un ápice el aporte titánico que significa la labor de Palma de haber escrito las tan afamadas "Tradiciones peruanas" en diversos momentos de su vida, aplicando para ello no solo la imaginación, sino la realidad de hechos ocurridos, no siempre gratos. En todos sus escritos demostró tener una pluma fluida, no ajena a la picardía ni a la sátira, y menos a la crítica de los hechos narrados. Son nada menos que 453 tradiciones referidas a diversos momentos y hechos de nuestra historia.
Pero más allá, mucho más allá, Palma es un ciudadano ejemplar que destacó por el permanente espíritu del cumplimiento del deber. Si bien inicia su formación en el renombrado Convictorio de San Carlos, va a desempeñarse como periodista en el periódico El Diablo y como contable en la Fuerza Armada. Hasta 1859, año en que la vehemencia por la política lo llevó al exilio, luego de haberse levantado contra el Gobierno de Castilla.
Vivió en Chile y pudo realizar fructíferos viajes a Europa hasta que al regresar, se reaviva en él el espíritu patriota, pues participa en el Combate del 2 de Mayo de 1866; en aquel momento, don Ricardo era asistente del ministro de Guerra, José Gálvez, y se le asignó la responsabilidad de ser el agente encargado de dirigir las comunicaciones desde el lugar de los hechos. Palma vio caer muerto al ministro, lo que enardeció más su sentimiento patriótico y su voluntad de escribir los hechos de los que había sido testigo. Por ello no titubeó de enrolarse para defender Lima de la invasión de las tropas chilenas en 1881.
Por su condición de gran patriota, admiró la figura y la persona de Grau. Ambos tuvieron vocación política, sin haber coincidido temporalmente en el uso de los escaños congresales. Antes que Grau, Palma había sido representante por Loreto, pero su admiración y respeto lo llevaron a escribir versos de profunda hermosura:
Sol de resplandor fecundo
que nuestras pupilas hiere
es Miguel Grau... nunca muere
el astro–rey para el mundo.
¿A qué de duelo profundo
llanto derramar sincero
si ya, con buril de acero,
grabó ese nombre la Fama,
y el mundo la gloria aclama
del héroe y el caballero?
Recibió luego, del general Miguel Iglesias, el monumental encargo de hacerse cargo del resurgimiento de la devastada Biblioteca Nacional, iniciando un período de búsqueda de libros, por lo que se le conoció como el "Bibliotecario mendigo". Logró inmensas donaciones que permitieron, con toda dignidad y orgullo, reabrir la Biblioteca Nacional el 28 de julio de 1884.
La obra de Palma se asocia a diversos tipos de géneros literarios, pues transita por la poesía, el periodismo, el relato histórico y el teatro, siendo "Rodil" su primera obra estrenada en 1852. Sobresale una producción poco conocida en estos tiempos, que él titula "Papeletas lexicográficas", aparecida en 1900, obra en la que señala la existencia de 2,700 voces que no aparecen en los diccionarios de entonces.
Su vocación tradicionista, con la que inaugura una nueva forma de narración, es quizá la más difundida; pero no opaca sus otras habilidades. No podemos dejar de reconocer que se trata de un personaje rico en facetas, variado en producción y un amante profundo del Perú. Recordarlo y conocerlo es la mejor manera de honrar su memoria.
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