Antero Flores-Araoz
Noticias… ¿hay alguna buena?
Las malas noticias venden más que las buenas
El título de esta breve columna nos lleva a absolver la pregunta que contiene, en el sentido de que no se sabe si hay buenas noticias, pues cuando se prende la televisión o la radio, se observan algunos blogs digitales o se leen diarios y revistas ya no sabemos si modernizaron a Dante Alighieri y tenemos una versión contemporánea del infierno.
Todo es malo, no hay bendiciones, todas son maldiciones. No es que hubo una buena cosecha, sino que alguna plaga terminó con el sembrío. No es que los niños llegaron a sus escuelas a tiempo y ganaron premios, en lugar de ello el ómnibus se desbarrancó y terminó con la vida de todos los niños que lo ocupaban. Si hubo un incendio, la noticia no es de la buena calidad del extinguidor que usaron los bomberos, sino que estaba inoperativo, las mangueras agujereadas y las llamas arrasaron todo.
Si un policía, cumpliendo con su deber de preservar el orden público, repele la agresión de un delincuente y este último fallece, la mayor parte de la prensa lo acusará de homicidio y lo pondrá en cuanta primera plana existe. No es que sea un valeroso policía que cumplió con su deber, sino un asesino que debe ser aprendido y gravemente sancionado. Si unos jóvenes ayudan a una anciana a pasar la pista, pero pese a su ayuda es arrollada, la noticia no será el auxilio de los valerosos jóvenes, sino de las lesiones que sufrió la anciana. La información de que una importante institución crediticia dará jugosos dividendos a sus accionistas, muy probablemente será opacada con otra mediante la cual se anuncie que dicho banco tiene una cartera pesada.
Pero lo peor es en la actividad política. Por ejemplo, se presenta un interesante y conveniente proyecto de ley en el Congreso de la República, pero ello no tiene relevancia alguna. Pero si un delincuente “mocha sueldos” ha sido denunciado, le habrá caído cuanta maldición existe a todo el Congreso, olvidando que también hay buenos y competentes parlamentarios e incluso un grupo joven de ellos con más que evidente esperanza de un futuro político promisor.
Si la presidenta de la República concurre a una escuela y le canta a los pequeños alumnos, le cae la quincha, pues opinan que no tiene la voz adecuada, que “El gato ron ron”, es lo más tonto que se le ha podido ocurrir y así podríamos seguir y seguir. Nadie quiere ver la realidad que son niños de tierna edad, y que no se espera que le canten arias de alguna ópera, pues se encuentran en un modesto local educativo y no en la Scala de Milán.
Ni que decir de algún ministro que en lugar de señalar que en la selva los jóvenes acceden tempranamente a la vida sexual, dijo que se trataba de una costumbre. Bien se le pudo en el acto pedir alguna explicación, pero no, durante semanas lo hicieron seda y pabilo.
¡Por favor!, también hay buenas noticias que se pueden difundir, no todo es malo ni pernicioso, ¿o será que las malas noticias venden y las buenas no? ¿Será quizás por un criterio crematístico? Probablemente la respuesta sea afirmativa.
Lo cierto es que para nosotros, los denominados “ciudadanos de a pie”, solamente las malas noticias abonan para que consideremos que el futuro está entre nubarrones y no hay expectativas de un futuro mejor. Por lo menos hay que ser equitativos: si hay noticias malas que no se escondan, pero tampoco se magnifiquen; y si hay buenas, por lo menos anúncienlas para un adecuado balance noticioso.
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