Cecilia Bákula
El Perú y sus 203 años de vida independiente
Nos toca elegir el futuro que queremos para los que vienen
Celebramos ahora 203 años desde que nuestra Patria vivió con esperanza el sueño de la libertad. Bien podría ser un sueño visto desde distintas perspectivas; pero como posibilidad de futuro, encarnó en los diversos grupos humanos que, de acuerdo a su origen, estatus y ambición particular, vieron en ese momento, el amanecer de una nueva realidad. Quizá es en esa diversidad de origen de voluntades y deseos en que radica, de alguna manera, nuestra propia percepción de ser peruanos. No obstante ello debemos reconocer que somos un pueblo absolutamente bendecido y que es esa diversidad la que nos debe permitir el ansiado encuentro entre nosotros mismos, pues allí radica nuestra singularidad y esencia.
Hablar del Perú, en estos tiempos nos lleva a la necesidad de utilizar términos contrarios; recurrir a los antónimos para definirnos. Nos sabemos grandes, pero nos sentimos pequeños; proclamamos el amor a la Patria, pero la denostamos con frecuencia; creemos tener memoria, pero olvidamos a nuestros héroes; exigimos justicia de la buena, justa y oportuna, pero somos muy poco compasivos; hablamos de futuro y desconocemos nuestro pasado; juzgamos a los otros y no vemos la paja en nuestro propio ojo; hablamos de probidad, pero avalamos de muchas maneras la corrupción enquistada; queremos normas claras y realistas, pero optamos por la informalidad. Y, a pesar de ello, soy una convencida de que el futuro mejor y diferente existe y nos está esperando y que la desesperanza es una herramienta enemiga para no ver el futuro con ilusión, realismo y entender la necesidad de trabajar, honrar, aportar y hacerlo todo con un esfuerzo casi sobrehumano.
Podríamos tener tan solo una visión un tanto apocalíptica de nuestra realidad, pero no es ésta la peor etapa de nuestra historia que nunca ha sido fácil, sino que cada paso ha sido el esfuerzo de una generación, de algún liderazgo intelectual que ha servido de acicate para reaccionar y hoy, reaccionamos “on line” y creemos que así hacemos parte de la historia. Hoy es urgente consolidar una idea común de futuro, aunque implique renuncias; es urgente generar consensos para que todos sintamos aquello que hemos repetido muchas veces: “la unión hace la fuerza”, es urgente mostrar a la juventud, la faceta hermosa del servicio honesto, de la entrega y de la esperanza. Lejos deben quedar los pigmeos caudillos con complejo de mesías, para dar paso a quienes han forjado ya una vida proba y cuentan con la experiencia necesaria para intentar revertir, aunque tome tiempo, esta historia que cual pesadilla nos somete a la desesperanza. Pero este hoy, que nos frustra y entristece, no debe ser la única percepción de nuestra realidad porque, aunque la dignidad de algunos cargos haya sido golpeada y la percepción colectiva sea de desconcierto y desazón, el futuro lo construimos quienes hoy somos el presente y no debemos dejar que nos sometan los titiriteros del mal.
Este año que cerramos el ciclo de celebraciones de nuestro Bicentenario Patrio con el recuerdo honroso y patriótico de las gestas de Junín y Ayacucho, tenemos una oportunidad extraordinaria para no desfallecer en la necesidad de motivar y proponer una reflexión que avive el sueño de nuestros grandes hombres, de los que pensaron y soñaron al Perú a lo largo de estos 200 años y sabernos herederos privilegiados de realidades culturales que son y siguen siendo motivo de admiración para el mundo entero.
Hoy, en esta fiesta de la Patria, podemos y debemos entender que cada día, hasta que nosotros mismos queramos, tenemos una oportunidad para no dejar el sueño de un país mejor, digno y soberano y para ello, de sacar la garra de sus luchadores, el ímpetu de nuestros ancestros, el honor de los héroes, la historia que nos envuelve y pertenece.
Nuestro futuro requiere y exige la voluntad ciudadana –y cada uno debe hacerlo– pues es el momento de levantar el ancla de la desidia para mirar rumbo norte y poder decirles a las siguientes generaciones, que los de hoy, como los de ayer, fuimos capaces de revertir la tendencia fatalista que se nos quiere imprimir y que quede escrito en la historia que nos arriesgamos a dejar en herencia no una crisis sino una esperanza, no la pobreza sino riqueza, no corrupción, sino valores, no ignorancia sino educación, no hambre sino progreso. Nos toca elegir el futuro que queremos para los que vienen; para que no tengamos que arrepentirnos de no haber escrito nuestra historia, con pundonor, valentía y decisión.
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