Fernando Palomino
El Perú: buque sin gobierno
Con un Poder Ejecutivo incapaz de llevarlo a puerto seguro
La palabra “gobierno” viene del griego κυβερνέιν kybernéin; es decir, la habilidad de un navegante de pilotar un buque o embarcación en forma segura y conducir la nave a buen puerto, mediante el uso del gubernaculum (timón). En otros términos se refiere al arte de dirigir o gobernar un Estado por medio de una autoridad que dirige, controla y administra sus instituciones. Un arte que consiste en la conducción política general o el pleno ejercicio del poder ejecutivo del Estado. En ese sentido, se entiende por Poder Ejecutivo al órgano formado por un presidente o primer ministro y un gabinete de ministros, de acuerdo a la Constitución, que es la norma fundamental del Estado.
El Reglamento Internacional de Prevención de Abordajes (1972), que regula la navegación de los buques y embarcaciones en forma segura en todos los mares y aguas interiores del mundo, define el término “buque sin gobierno”: “Todo buque que, por cualquier circunstancia excepcional, es incapaz de maniobrar en la forma exigida por el Reglamento y, por consiguiente, no puede apartarse de la derrota de otro buque”. Es decir, que puede colisionar con otro barco o incluso puede encallar en la costa, lo que ocasionaría inmensos daños a la vida humana, a la embarcación con su carga y contra terceros.
El Perú hoy es un “buque sin gobierno”, qué duda cabe. El capitán de la nave, el presidente, y sus ministros son incapaces de gobernar este país, de llevarlo a puerto seguro. Más aún, con su torpe accionar no solamente estamos fuera de rumbo de navegación segura, sino que además intencionalmente, por razones ideológicas propias de su ideología marxista (para agudizar las contradicciones), llevan al buque a colisionar directamente e intencionalmente contra un iceberg (como sucedió con el Titanic) o a encallar contra la costa, sin importarles los daños que esto acarrearía.
Nos vamos por un cuarto gabinete en 187 días, y aún le restan al gobierno de Castillo cuatro años y medio; es decir 1,640 días. Si extrapolamos un gabinete cada dos meses, ¡faltarían 27 gabinetes más! Esto es absurdo e insostenible. No hay forma alguna de seguir gobernando el Perú con esta macabra fórmula política, que garantiza la destrucción generalizada y sumirnos en la más profunda crisis. Esto es realmente inaceptable.
La comparación hecha líneas arriba es más que elocuente para comprender lo que viene sucediendo y al extremo que hemos llegado. Esperemos que esta vez no solo el Congreso cumpla con su papel en defensa del país. Ya llegó la hora de que todos los peruanos, sin distinciones, nos unamos y digamos ¡basta!. Esto va más allá de ideologías, por más que no comulguemos con ellas. No podemos ver la agonía de nuestro país y tolerar lo que ocurre frente a nuestras narices siendo simples espectadores. Al final, no hacer nada nos hará también cómplices. Ha llegado la hora de despertar de nuestro letargo.
Todos le vienen advirtiendo al (des)gobierno de Castillo, en todos los idiomas, sobre los peligros de la navegación. Qué duda cabe de que lo hacen intencionalmente, sin importarles el costo de su aventura política para convocar su asamblea constituyente, restringir las libertades fundamentales y perpetuarse en el poder. Y para ello, cerrar el Congreso resulta indispensable.
De algo estoy completamente seguro: si no hacemos nada y sigue el (des) gobierno de Castillo, enrumbando al Perú contra el iceberg o a encallar en costa deliberadamente, no habrá balsas y menos chalecos salvavidas suficientes para todos los peruanos.
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