Ángel Delgado Silva
El espejismo electoral y la crisis actual
Vivimos el clima propicio para una manipulación electoral
¿Son las elecciones, convocadas para abril del próximo año, el mecanismo idóneo para salir de la crisis global que agobia al país? En principio sí. Siempre será preferible apostar por una transición democrática basada en el voto popular –así sea insuficiente y precaria, y no contente a todos– que –ante la amenaza a las libertades constitucionales– recurrir a la protesta popular u otra opción extraconstitucional, por legítima que pareciera. Estamos convencidos de que la consulta al pueblo soberano, en un proceso electoral correcto, posee ventajas infinitas sobre cualquier variante revolucionaria, porque –además de evitar los costos sociales– asegura el futuro democrático de la comunidad política.
Esta idea, si bien larvaria e inacabada, está presente en aquel sentimiento popular que rechaza la vacancia de Vizcarra, a pesar de las denuncias y escándalos que se suceden. Se señala que, ante un proceso electoral ad portas, mejor sería esperar su realización. La potencia del magnetismo eleccionario es tal que portavoces oficialistas recusan la pretensión del Congreso de vacancia como una maniobra para “impedir las elecciones programadas”. En otras palabras, y aunque sea irónico, la convocatoria al sufragio popular, en lo inmediato y salvo sorpresa mayúscula, constituye la principal pieza que estabiliza –aunque con dificultad– la gestión gubernamental. Y quizá la primera explicación de la continuidad del presidente Vizcarra.
Pero esta es la primera cuestión. La otra, de envergadura mayor, direcciona la preocupación hacia las garantías democráticas de los comicios en marcha. En la medida que la escena política se ensombrece más, al multiplicarse las denuncias, escándalos e investigaciones que giran alrededor del jefe de Estado. En semejante situación creemos que Vizcarra no vacilará en utilizar su inmenso poder presidencial para movilizar los recursos del Estado a favor de determinadas candidaturas afines.
Es un hecho que la pandemia imposibilitará una campaña genuina, pues no habrá contacto popular alguno. Viviremos el clima propicio para una manipulación electoral que afectará los resultados. Porque la exposición de los candidatos, para el conocimiento de los votantes, dependerá casi en exclusiva de la movilización mediática, al margen de las campañas directas y relaciones con la gente.
Si se produce ese ese escenario, desgraciadamente, el Perú rodará por el despeñadero del continuismo de una política que ha empujado al borde del abismo el sistema republicano. Un deletéreo vizcarrismo sin Vizcarra, que sumirá a la Nación en la postración, destruyendo sus instituciones y abrogando la República.
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