Cecilia Bákula
El desembarco de San Martín en suelo peruano
Llegó a la bahía de Paracas el 8 de setiembre de 1820
Podemos señalar que ese hecho, ocurrido el 8 de setiembre de 1820, da inicio a una secuencia de acontecimientos que culminaron con la proclamación de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821. Meses antes, Bernardo O´Higgins nombró al general argentino como jefe del Ejército Libertador del Perú, con el que había asumido la responsabilidad de llevar a cabo el juramento de luchar hasta conseguir la libertad del virreinato más poderoso de América y que era el baluarte del poder español y fuente importantísima de riquezas para la corona.
Entre los años 1818 y 1820 habían sucedido algunos hechos que tendrían luego relevancia en el proceso independista del continente. Cabe recordar algunos de los más resaltantes, como el triunfo que se obtiene en abril en la Batalla de Maipú, que consolida la independencia de la Capitanía General de Chile. El 14 de enero, se inicia una contundente acción militar del almirante Thomas Cochrane, que instalado en la isla San Lorenzo, causa estragos y temor en las fuerzas del virrey en Lima y logra el bloqueo del Callao. Asimismo, el 19 de febrero tuvo lugar el Congreso de Angostura en el que Simón Bolívar expresa y logra la aprobación de su plan político para crear la Gran Colombia, propuesta que se hizo más sólida luego que él obtuviera la victoria militar en Boyacá el 7 de agosto.
San Martín partió de Valparaíso el 20 de agosto y alcanzó la bahía de Paracas el 8 de setiembre; este hecho ha quedado marcado en la historia y se recuerda como un momento de quiebre e inicio de la etapa final del poder español en estas tierras. Habiendo establecido su cuartel general en Pisco, se procede a dar algunos pasos que pudieron ser más simbólicos que efectivos, pero que preparaban un ambiente propicio para lo que vendría después. Los sucesos que ligeramente señalo fueron los prolegómenos del proceso de definición del Perú como Estado soberano e independiente y si bien podrían ser hechos conocidos, es necesario traerlos constantemente a la memoria, máxime en un tiempo en el que lo urgente, viene copando la posibilidad y la voluntad de atender a lo importante que es, sin duda, conocer nuestra historia con orgullo y comprensión.
En la bitácora de viaje, se lee lo anotado el día anterior al desembarco: “hacia las 8 de la mañana, se avistó la punta de Lobos... a las tres menos cuarto llegamos a la boca de la entrada a Pisco, donde se puso todo el convoy en facha, y la Moctezuma entró en el puerto con bandera americana. A las tres y media se hizo seña de prepararse para anclar: a las tres y tres cuartos se hizo otra para forzar de vela; a las cinco y cuarto se vieron en el puerto tres buques, a los cuales se dirigió la Independencia. A las seis y media dio con el convoy inmediato a una playa que dista como dos leguas del puerto de Pisco”.
La escuadra libertadora estaba formada por 25 naves de guerra y 17 para el transporte de tropas entre los que había 624 extranjeros y unos mil marineros y combatientes, reclutados en Chile, cuando se autorizó la Expedición Libertadora. Con ella, San Martín llegaba al Perú para cumplir una misión fundamental: lograr la independencia del Perú, entendida como requisito indispensable para consolidar la libertad del resto de la América Hispana. Él había participado en la lucha por la libertad de Argentina y Chile así como Simón Bolívar lo había hecho en la Gran Colombia, pero ninguna de esas victorias serían suficientes sin quebrar el gobierno virreinal en el Perú.
Desde un primer momento, la voluntad de don José de San Martín estuvo orientada a dictar las pautas para la organización jurídico-administrativa del futuro nuevo Estado y organizar la participación peruana en los enfrentamientos militares que, necesariamente se darían. Quizá el fragor del deseo de una independencia continental y las noticias del pensamiento emancipador y precursor del Perú lo animó mucho, pero la tarea fue ardua y desgastante.
En su avance hacia Lima, se dieron las llamadas “Conferencias de Miraflores” en las que los delegados del independentista San Martín se enfrentaron con un temeroso virrey don José de la Pezuela que intentó negociar algunos cambios en la estructura administrativa, siempre y cuando se mantuviera el poder absoluto del monarca, condiciones de por sí inaceptables, por lo que solo se obtuvo un fugaz armisticio. Esas conferencias se realizaron el 26 y 27 de setiembre entre los delegados de don José de San Martín: Tomás Guido y Juan García del Río y los delegados del virrey Joaquín de la Pezuela: Dionisio Cápaz, el conde Villar de Fuente e Hipólito Unanue como secretario. Este último personaje debe hacernos reflexionar y comprender que la independencia fue un asunto de conciencia y principios. Unanue había ido madurando una visión muy particular del Perú y así lo expresó en “Idea general del Perú” que, como artículo inicial apareció en el Mercurio Peruano; poco a poco, él comprendió la urgencia de la independencia y la inminencia de la misma y se comprometió con esa causa, llegando a tener importante y relevante participación en el Protectorado y durante el gobierno de Bolívar en nuestro país.
El avance del general hacia el norte de Lima tuvo repercusiones de gran importancia pues, su mensaje caló en diversos pueblos y así sabemos que ese año y como una cascada de respuesta contundente, Ica, Huamanga, Huancayo, Tarma, Huánuco, Lambayeque y Trujillo, hacen eco de los vientos libertarios que, con la proclamación de Huaura, adquirirá un significado nacional y así lo asumieron luego Piura, Cajamarca, Tumbes y Chachapoyas.
Ya en enero de 1821, el virrey de la Pezuela había sido depuesto por La Serna, cuyo mandato a cargo de este virreinato no había sido aún ratificado por España. En la antigua hacienda de Punchauca, hubo un encuentro entre el general San Martín y el nuevo virrey quien tomó conciencia de que el escenario al que se enfrentaba era muy diferente al del año anterior; muchos lugares del Perú habían comprendido la razón de ser de la opción independentista y proclamado su adhesión, sin que ello significara una toma de postura respecto a uno u otro sistema político a futuro. Ante esa evidencia, el virrey abandonó Lima buscando reorganizar sus fuerzas en la sierra y ello permitió que, de manera triunfal, San Martín ingresara con confianza a Lima el 9 de julio, sabiendo, además que, con el triunfo de Bolívar en la batalla de Carabobo, el 24 de junio de ese año, el panorama americano se tornaba proclive al logro de la libertad.
El 15 de julio, en cabildo abierto del Ayuntamiento de Lima se jura la independencia y 3 500 personas suscriben el acta que fue redactada por Manuel Pérez de Tudela. Con ello, el camino estaba abierto y luminoso para la ceremonia pública de la proclamación que tuvo lugar el domingo 28 de julio en la Plaza de Armas de Lima.
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