Felipe Tudela
El capitalismo cultural
Puede llegar a ser tan materialista como el marxismo
El capitalismo es comúnmente criticado por los políticos e intelectuales de izquierda debido a la forma en la que distribuye la riqueza. Sin embargo, son pocos los que conciben las deficiencias de dicho sistema desde la derecha. Dentro de estos sectores, el capitalismo ha devenido en una especie de catecismo cuya fe, doctrina y moralidad son inobjetables.
A diferencia de lo que piensa la izquierda, los efectos negativos del capitalismo en una sociedad no son económicos. Como sistema económico, el libre mercado es económicamente superior a otros métodos alternativos de organización económica. No solo ha fracasado la respuesta comunista, sino también todas las principales empresas de izquierda del siglo XX. Esto mismo se aplica al modelo keynesiano que ha devenido en passé, en el contexto de una economía global. El capitalismo, como modelo económico, representa un sistema en el que las personas –como agentes económicos– actúan voluntariamente, sin coerción alguna.
Los efectos negativos del capitalismo son el subproducto que dicho sistema genera cuando trasciende el mero rol de sistema económico y comienza a difundirse en las estructuras mentales del colectivo, convirtiéndose en un capitalismo cultural. El capitalismo económico deviene en capitalismo cultural cuando el primero excede su rol estrictamente económico y pasa a convertirse en una cosmovisión que engloba todos los aspectos de la vida, como la religión, la ética, la moral y la política, entre otros.
El capitalismo como sistema económico es muy eficiente, pero como sistema de interpretación de la realidad es muy limitado. El capitalismo cultural deja de lado la interpretación humanista y existencialista de la condición humana y la reemplaza con una visión materialista, cuya estructura de valores deriva directamente de los valores económicos capitalistas de producción. Estos últimos son integrados a la moralidad de la sociedad, y el ser humano termina deviniendo en un animal de producción y consumo.
El valor de un individuo en una sociedad culturalmente capitalista es cuantificable exclusivamente en relación al rol que juega dentro del sistema capitalista de consumo. Asimismo, el individuo pierde su valor intrínseco como ser humano, y dicho valor es reemplazado por el valor que la sociedad de consumo le otorgue. Esta moralidad termina siendo internalizada por el sujeto y este se transforma en víctima y victimario de su propia explotación, vanagloriando la autoexplotación como la virtud suprema.
Para el individuo que ha internalizado el capitalismo cultural, la existencia y el universo operan en los mismos términos que los del mercado, como si el cosmos fuera un banquero sujetando una hoja de balance. Asimismo, el ocio (σχολή), al ser antieconómico, es visto como inherentemente malo y debe ser reemplazado inmediatamente por producción o consumo. Manifestaciones de esta moralidad son la cultura de ‘’la camiseta’’ –trabajar horas extra no remuneradas–, la obsesión en el consumo de bienes y servicios para la obtención de estatus social, el consumo excesivo de libros de autoayuda para sustentar la dinámica interna de autoexplotación y la marginalización de otros individuos que no comparten la cosmovisión del capitalismo cultural.
Por otra parte, el capitalismo cultural se retroalimenta a través de la constante creación artificial de insatisfacción, depredando las inseguridades del individuo frente al colectivo. En una sociedad donde el capitalismo cultural prepondera, un deportista o una vedette son más valorados por el colectivo que un artista o filósofo. Esto se debe principalmente a que dichas actividades son altamente productivas al monetizarse. Asimismo, los que ostentan estas ocupaciones se caracterizan por ser fuertes consumidores, calificando alto en la escala de valores capitalista.
Para los defensores del capitalismo cultural, cualquier elemento de la condición humana que no pueda ser cuantificable en términos económicos es desacreditado, negando su existencia por completo. Esto ha llevado al mundo Occidental a una profunda decadencia. Paradójicamente, el capitalismo cultural es compatible con el marxismo, en el sentido de que ambos son materialistas, solo que el primero se ha internalizado y por último se ha enamorado del sistema de explotación. El mejor ejemplo de la compatibilidad de ambas ideologías es China. El politburó del Partido Comunista Chino resulta ser uno de los administradores más eficientes de un capitalismo altamente productivo.
El capitalismo como sistema económico no es el problema, sino cuando este deviene en una cosmovisión reduccionista que prescinde del resto de elementos fundamentales para el desarrollo de una sociedad civilizada. Los principios que dan origen al mundo libre no son exclusivamente de carácter económico y, por consiguiente, terminan desvaneciéndose de no ser valorados por una sociedad, llevando a esta a un inevitable proceso de declive.
Finalmente, así como el comunismo vio su fin con el colapso de la URSS, el capitalismo cultural está viendo su colapso en todo el mundo. El fracaso de la limitada visión economicista ha sido especialmente notoria en Latino America donde los poster boys del libre mercado han colapsado como castillos de arena frente a la izquierda. ¿Y cuál fue el factor determinante de este colapso? Justamente el frente más descuidado y desvalorado por la ‘’derecha’’, la cultura.
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