Neptalí Carpio
El BCR y los catastrofistas
La economía peruana no ha dejado de crecer

En torno a las tendencias de la economía nacional circulan voces de extrema izquierda y de extrema derecha que intentan crear la sensación de una catástrofe, como si el Perú estuviera en una recesión y que esta situación se agudizaría si se lleva a cabo un adelanto de elecciones. En situaciones como estas es bueno recurrir y citar a los expertos, así como tener soporte en las cifras de entidades serias.
Una excelente presentación en el Congreso, del presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, con estadísticas frescas y contundentes, ha puesto las cosas en su sitio: cierto es que la economía y la inversión han sufrido un bajón en cuanto a crecimiento, pero esta no ha dejado de crecer (2.5% en promedio) y se ubica en segundo lugar en índices de crecimiento en Latinoamérica, pronosticando que el 2020 el Perú ocupará el primer lugar en la región, por encima del 3%.
El presidente del BCR ha matizado la situación de la economía peruana, por angas o por mangas. Ha dicho enfáticamente que las exportaciones han decrecido, pero el crecimiento del mes de julio ha sido del 3.28%, un resultado mejor que el de meses anteriores, aunque todavía muestra una economía creciendo por debajo de su ritmo potencial (3.7%). En el mes de Fiestas Patrias la mayor tasa sectorial se registró en pesca (52,33%), y el sector agropecuario tuvo una caída de 1.09%; contrastes que ilustran la influencia de los sectores primarios en el ritmo de actividad económica. Según cifras del INEI el empleo formal aumentó en 1.5% en Lima Metropolitana (46,300 personas) en el trimestre junio-julio-agosto del presente año. Por otro lado, el presidente del BCR ha ratificado la fortaleza de la moneda nacional y ha señalado que los estándares de endeudamiento público del Perú se ubican en los estándares que aconsejan las entidades especializadas. A julio del año 2019 alcanzó el 25.8% del PBI, por debajo del 30%, como barrera aconsejable a nivel internacional.
Por su parte, el gerente del Instituto Peruano de Economía, Diego Macera, ha descartado que el Perú esté en una situación de recesión, al comentar la disminución de las tasas de ingreso y empleo para las familias. No estamos, en el Perú ni en el mundo, en un momento de recesión, como ocurrió entre los años 2008 y 2009. Pero es evidente que “solamente para incluir a los jóvenes que están entrando a la economía, deberíamos crecer no al 3% si no al 7% u 8%” ha señalado. Si las inversiones no mineras empiezan a escasear, lo más probable es que tengamos un resentimiento del mercado de empleos formales.
El consumo nacional de cemento ascendió a 997,000 toneladas en julio, lo que evidencia un crecimiento de 9.8%, con respecto al 2018, según la Asociación de Productores de Cemento (Asocem). Sin embargo, la inversión pública y privada aún están muy lejos de marcar un notorio despunte. Y así podríamos develar otras cifras que matizan una situación con sus bajas y alzas. Recientemente, frente a la pregunta de uno de los parlamentarios, sobre el impacto del adelanto de las elecciones en la economía, el titular del BCR tuvo una expresión muy significativa, dando cuenta de una encuesta hecha por el BCR en 400 empresas: “Creo que los empresarios cuando miran las cifras de sus ventas, ganancias y compras tienen un balance positivo; pero cuando se les pregunta sobre el adelanto de las elecciones y la tensa situación actual, revelan temor por la incertidumbre generada”, señaló. La compra de cemento es un buen indicador de la recuperación del sector construcción.
Al final de la reunión de la Comisión de Presupuesto, donde se presentó el titular del BCR, a los parlamentarios que se oponen al adelanto de elecciones se les notaba desencajados. Y es que, en realidad, ellos hubieran querido escuchar cifras muy pesimistas del titular del BCR, que sustenten su discurso, pero no lograron su objetivo. Una cosa similar ocurrió, cuando se invitó a la ONPE, la RENIEC y el JNE, para que den su opinión técnica sobre la viabilidad de las elecciones adelantadas. Tampoco lograron sus propósitos. Los titulares de los tres entes del sistema electoral en ningún momento dijeron que no era posible realizar las elecciones en el año 2020. Dijeron que todo dependía de la decisión del parlamento.
El maniqueísmo en su versión catastrofista en política consiste en exagerar y deformar la realidad a niveles extremos, con el vano intento de legitimar un discurso manipulador. Si el muñeco tiene una cabeza ellos les ponen tres; si la enfermedad es curable, ellos dicen que es incurable; si ven una sombra, ellos dicen que es un fantasma. Pero como es un discurso fuera de la realidad, pronto se agota. Y eso también pasa con los discursos tremendistas en la economía. Ha sido patético, por ejemplo, que un economista liberal como Carlos Adrianzén, haya pretendido, en la Comisión de Constitución, comparar al Perú con la Venezuela actual. Tan forzada fue su argumentación que se vio obligado a retractarse.
En la otra orilla, los sectores de extrema izquierda también vociferan una catástrofe, esta vez por los efectos del neoliberalismo. Su accionar en los diversos escenarios donde atizan conflictos sociales, también anuncia que la economía está paralizada y que esta solo favorece a las empresas. El escenario más notorio de este comportamiento es el sur del país.
El momento lapidario de la presentación del presidente del BCR, en la Comisión de presupuesto, fue cuando, reconociendo la incertidumbre actual, señaló que esta terminaría cuando el Congreso tome una decisión y, sobre todo, cuando todos conozcamos los resultados de una futura elección del nuevo presidente y el nuevo parlamento. Y es cierto, a tal punto que, según la última encuesta de IPSOS, el 78% de los peruanos cree que el parlamento obstruye la aprobación del adelanto de elecciones. No hay que tener, entonces, tres dedos de frente para percatarse de dónde proviene la generación de incertidumbre.
Los argumentos en contra del adelanto de elecciones se agotan, tienen cada día menos fundamentos a favor, aunque también es cierto que los tiempos para su viabilidad son cada vez más estrechos. Aparecen objetivamente en contra de una salida democrática al actual entrampamiento entre el Poder Ejecutivo y el parlamento. Mientras en diversos países del mundo, desde hace décadas, se practican salidas constitucionales similares, sin que nadie cuestione su constitucionalidad, en el Perú una mayoría torpe, erosiona su propia y minúscula popularidad. Curiosamente, mientras desde la extrema izquierda determinados sectores aprovechan la situación para blandir su propuesta de convocatoria a una Asamblea Constituyente, los sectores de extrema derecha le dan argumentos para respaldar esa propuesta.
Que no nos extrañe, pues, que en los próximas semanas y meses esta propuesta de una Asamblea Constituyente gane mayor audiencia y apoyo, cuando quede en mayor evidencia la sensación de una ruptura del contrato social.
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