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La nueva mayoría del país

Los nuevos problemas de Vizcarra

La nueva mayoría del país
Víctor Andrés Ponce
30 de enero del 2019

 

Con la recomposición del Consejo Directivo del Congreso —liderado por Daniel Salaverry, presidente del Legislativo— no solo se ha reducido a Fuerza Popular a la condición de una mayoría relativa en el Congreso, sino que, de una u otra manera, se sanciona la nueva mayoría que surgió en el Perú luego del referéndum. Y todo parece indicar que el flamante bloque mayoritario del Legislativo seguirá arrinconando a Fuerza Popular que, a estas alturas, aparece como una fuerza política incapaz de procesar el terremoto que desencadenó el encarcelamiento de Keiko Fujimori y la dirigencia fuerzapopularista.

La formalización de la nueva mayoría política del país, sin embargo, modificará el curso de las olas sobre las que venía surfeando el presidente Vizcarra para elevar su popularidad. Por ejemplo, el jefe de Estado ahora no tiene un blanco definido, un sector al cual golpear. En otras palabras, no hay enemigo a la vista. ¿Cómo va a hacer el Mandatario, que alcanzó popularidad solo por liderar el humor nacional en contra de los yerros de Fuerza Popular y el Congreso? No parece haber salida visible. De alguna manera el triunfo en el Congreso crea un enorme problema.

Sin enemigo visible, el telón se descorre y aparecen los problemas acumulados en una administración que no asume los problemas de la gobernabilidad ni tampoco impulsa las reformas de fondo que necesita el Perú para relanzar el crecimiento y seguir reduciendo pobreza. Sin nada que golpear, se presentan los retrasos en la reconstrucción del norte, la sublevación de los gobernadores del sur, la postergación de Tía María, las interrogantes sobre Michiquillay, la ola criminal que no se detiene y la anemia y la desnutrición que siguen golpeando a los niños.

Claro que los estrategas de Palacio sostendrán que todavía hay hilo que jalar de la estrategia previa. Por ejemplo, los acuerdos del Ejecutivo y Rafael Vela y Domingo Pérez con la empresa Odebrecht podrían organizar el golpe maestro de encarcelar a Alan García. Puede haber entonces circo para un buen rato. Sin embargo, el acuerdo con la empresa brasileña dejará a casi todos los implicados en el caso Lava Jato de paseo, y las reparaciones civiles son tan cuestionadas que más le valdría a Vizcarra no atreverse.

Pero todo parece señalar que el referéndum, la desorganización de Fuerza Popular (iniciada por mano propia), la demolición de Pedro Chávarry en la Fiscalía de la Nación y la construcción del enemigo fujiaprista solo se hicieron por una razón: para firmar el acuerdo con Odebrecht, judicializar a los adversarios y proteger a los amigos. Con ese objeto la negociación se allana a los intereses de Odebrecht y, de una u otra manera, se crean las condiciones para una reacción que nadie podrá controlar.

Es difícil saber cómo terminarán las cosas, pero parece que habrá de todo: desde acusaciones de “traición a la patria” hasta marchas contra los firmantes del acuerdo. En cualquier caso, a partir de ahora el problema ya no son los adversarios —la mayoría encarcelada o arrinconada judicialmente—, sino la mediocridad, la falta de visión o la ausencia del estadista, que no permiten entender que los golpes de suerte solo tienen que ver con el azar y no con sapiencias y estrategias. Sin embargo, todavía hay mucha popularidad y el margen para rectificar es enorme. Veremos.

 

Víctor Andrés Ponce
30 de enero del 2019

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