La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Los sectores religiosos cristianos y los sectores progresistas y neocomunistas se han trenzado en un interesante debate sobre el cambio de nombre del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables por el de Ministerio de la Familia y Poblaciones Vulnerables. En el debate, como suele suceder, hay ciertos excesos; como sostener que si se cambia el nombre del referido ministerio avanzaremos hacia los extremismos de las sociedades islámicas en contra de las mujeres.
Antes de entrar al tema nos gustaría detenernos para señalar que los dos fenómenos históricos y sociales que permitieron reconocer y universalizar los derechos de las mujeres son el cristianismo y el capitalismo. Cuando en el mundo antiguo y clásico en Occidente imperaba el derecho romano, el pater familia de la familia nuclear tenía potestad sobre la vida de la mujer y los hijos. Las esposas y los niños casi carecían de derechos. El avance del cristianismo en el Imperio Romano y el mundo antiguo universalizó los derechos de las mujeres y los hijos, y el derecho de familia adquirió los rasgos de la actualidad.
Asimismo, el desarrollo del capitalismo creó el sistema de producción en serie, o también llamado taylorismo (más tarde el fordismo), que establecía una mecanización de la producción en las grandes fábricas, que no demandaba la fuerza física que antes se necesitaba para la agricultura y la ganadería. Durante esta etapa del capitalismo la mujer pudo dedicarse a trabajar en las fábricas y salir fuera de la economía familiar y del hogar. El capitalismo, entonces, multiplicó los derechos de las mujeres tal como lo hicieron las siguientes revoluciones industriales.
Las feministas extremistas y los seguidores de la llamada ideología de género, que suelen atacar a las tradiciones judeocristianas y el capitalismo, pues, apuntan en contra de los mayores fenómenos liberadores de la mujer. Esta aproximación es estrictamente filosófica y no religiosa.
Si bien el debate sobre el cambio de nombre del Ministerio de la Mujer hay una polémica entre sectores religiosos y corrientes progresistas también hay un debate de enorme hondura filosófica. Cambiar el nombre del referido ministerio por el de Familia significaría reconocer y empoderar el papel de la familia nuclear en la construcción de la democracia, el capitalismo y la sociedad. ¿Por qué? Aquí vale responder con las propias tesis marxistas. Desde los textos fundacionales de Marx y Engels la colectivización de la economía y el fin del llamado Estado burgués demandaba una condición impostergable: eliminar a la familia tradicional como fuente originaria de la propiedad privada.
El marxismo siempre identificó a la familia tradicional –también llamada “familia patriarcal” por el feminismo extremista– como el origen de la propiedad. Antes del surgimiento de esa familia, durante el matriarcado, la propiedad era comunal y colectiva.
Y efectivamente, la familia tradicional que procrea la prole es el impulso principal de ahorro de recursos (propiedad privada) para solventar el futuro de los hijos, es la fuente de la herencia, de los contratos, de los mercados y, finalmente, del capitalismo. Igualmente todos los textos clásicos del marxismo apuntan a erradicar la influencia de las tradiciones judeocristianas porque ellas reconocen la evolución natural de la familia tradicional y la propiedad privada, y vinculan a estas instituciones con los relatos sagrados de los evangelios.
El papel de la familia tradicional en la sociedad, pues, no tiene nada que ver con desconocer los derechos de las minorías sexuales, derechos que deben ser reconocidos e incorporados a la legislación, pero sin erosionar el papel fundamental de la familia tradicional.
De allí que las experiencias comunistas y nazis del siglo XX siempre apuntaron a eliminar el papel de la familia tradicional, con objeto de empoderar las funciones del Estado en la educación de los niños y en la formación de una colmena social –hombres iguales como las abejas obreras– bajo control del Estado totalitario. De allí que cambiar el nombre del Ministerio de la Mujer por el de Ministerio de la Familia no es una mala idea. Por el contrario, sería un golpe letal a las estrategias culturales del progresismo y las corrientes comunistas.
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