La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Corrupción desbordada en los gobiernos regionales
La devastadora noticia de que 19 presidentes regionales están siendo investigados por corrupción, dos han sido detenidos y otro se ha fugado, nos indican que el proceso de regionalización está con el agua hasta el cuello. Se necesita hacer algo y urgente. Pero antes ciertas preguntas: ¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Cómo permitimos algunas regiones se gangrenaran de tal forma como sucedió con Ancash y Tumbes?
En primer lugar, una explicación que llamaremos de estructura. El diseño político institucional de las regiones se hizo al margen de una visión o modelo de sociedad. La experiencia nos demuestra que no puede haber descentralización con una economía cerrada, estatista. Ya lo vivimos. El modelo de sustitución de importaciones succionaba recursos del interior a favor de una industria ensambladora capitalina (ver La encrucijada regional) Los dos procesos de regionalización (durante el primer alanismo y el toledismo) obviaron esta verdad monumental, y en el último se entregaron funciones y competencias a los departamentos cuando el mercado y el regreso del capital al interior comenzaban a crear realidades macro-regionales.
Sin embargo hay otras explicaciones. El hecho de que los partidos políticos de los ochenta no encabezaran la reforma de mercado posibilitó el desarrollo del autoritarismo fujimorista y pulverizó a esas organizaciones en las regiones. Sobre esa realidad emergieron cacicazgos locales y la actividad política se divorció entre una realidad limeña y escenarios regionales crecientemente autónomos. Si hubiese habido, por ejemplo, un partido aprista poderoso en Ancash, quizá las denuncias sobre relaciones entre el poder, corrupción y sicariato se habrían conocido antes con otro impacto en la capital. A lo mejor la gangrena no habría avanzado tanto. Es decir, en una democracia unitaria con economía de mercado, la ausencia de un sistema nacional de partidos, de una u otra forma, afecta cualquier proceso de regionalización.
Si a estos le sumamos el desplome de instituciones como el Poder Judicial y el Ministerio Público, desplome que en las provincias es más grave, entonces, tenemos la alquimia que ha producido estas imágenes que parecen extraídas de películas de gansters. La Contraloría, por ejemplo, no tiene una presencia real en el interior. Las oficinas de control de las regiones forman parte del decorado.
Como vemos, ha existido una fractura política e institucional de los procesos regionalizadores con “el centro político”, que explica la demora del Estado en hacer sentir su mano sobre algunos grupos criminales enquistados en los gobiernos regionales. Esa fractura también explica la tardanza con que estos hechos llegaron a las primeras planas capitalinas.
Es evidente que el actual proceso regionalizador está gravemente herido. Sin embargo, creemos que hay espacio para el optimismo. La regionalización institucional se pulveriza en medio de un proceso de descentralización económica y social inédito en nuestra historia. La economía de mercado ha permitido el regreso del capital al agro, la explotación de los recursos naturales; y el interior se ha beneficiado de este proceso. La inversión minera (junto a la del Estado), por ejemplo, ha creado redes de carreteras, puentes, energía y telecomunicaciones que, poco a poco, han ido integrando las realidades departamentales y creando espacios macro-regionales económicos y sociales. Continuar con la descentralización, pues, como nunca en nuestra historia, tiene un asidero sobre una pujante realidad que se mantiene a pesar de la desaceleración económica.
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