La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Una de las preguntas que se formula cualquier observador internacional es por qué las agrupaciones del llamado Socialismo del Siglo XXI, que se agrupan en el Foro de Sao y Paulo y el Grupo de Puebla, no promueven abiertamente la desregulación de mercados, precios y la promoción agresiva de la inversión privada, tal como lo hacen los comunistas de China y Vietnam, por ejemplo. Y, una de las cosas más paradójicas de los proyectos bolivarianos en la región es que, en el afán de destruir todos los valores y logros de las sociedades occidentales, suelen aliarse con el eje antioccidental que organizan China, Rusia e Irán.
La descripción de las izquierdas bolivarianas establecidas líneas arriba no es un juicio de valor, sino una suma de hechos y realidades. ¿Por qué entonces los bolivarianos latinoamericanos reeditan la ortodoxia económica colectivista del marxismo de la Guerra Fría y de la ex Unión Soviética? Únicamente basta echar una mirada a las economías de Cuba, Venezuela y Bolivia para entender las tragedias y el aumento de pobreza que desata el colectivismo. Igualmente, basta analizar las propuestas constitucionales presentadas por la izquierda chilena –felizmente rechazadas por el pueblo mapocho– para comprender la naturaleza colectivista de las izquierdas sureñas.
La respuesta a esta interrogante es una sola: la izquierda bolivariana se ha anquilosado en el marxismo de la Guerra Fría porque la estrategia de poder, el concepto leninista que subordina la ideología y el programa a la toma de poder, señala que el aumento de pobreza es una condición necesaria para instalar un régimen totalitario. Por ejemplo, solo cuando el 90% de la población venezolana se hundió en la pobreza y cuando casi un tercio de la población emigró del país por la crisis humanitaria, el régimen chavista se entronizó como un régimen totalitario. En Cuba, en Corea del Norte, asimismo, la pobreza abarca a casi toda la población y el futuro de la mayoría en Bolivia parece estar signada por la misma tragedia.
Cuando en una sociedad no existe sector privado y la mayoría abrumadora es pobre, la única salida, la única racionalidad que existe es a través del Estado.
Los chavistas en la región, a cualquier costo, entonces, buscan aumentar la pobreza para deslegitimar las democracias y los sistemas republicanos y seguir con su incansable prédica en contra del “neoliberalismo económico”. De allí, por ejemplo, que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, más de una vez se haya referido al desarrollo de clases medias como uno de los peores enemigos de la revolución. De allí también que, en el Perú, Verónika Mendoza, Antauro Humala y Vladimir Cerrón, se hayan convertido en enemigos acérrimos de las inversiones en minería, agroexportaciones y turismo en el Perú. De allí la obsesión de las izquierdas chilenas en redactar una constitución anticapitalista que reemplace a la Carta Política sureña, que explica que Chile se haya convertido en ejemplo de crecimiento y reducción de pobreza (-8% de la población) para los países emergentes.
En los comunistas latinoamericanos solo existe el impulso totalitario de la pura estrategia de poder. En este contexto, quizá porque los comunistas chinos y vietnamitas se consolidaron en el poder en las últimas décadas, han logrado desarrollar un capitalismo de Estado y promover inversiones privadas que han multiplicado el PBI, reducir pobreza como nunca en la historia económica y expandir las clases medias. China, por ejemplo, hoy tiene un PBI de US$ 18,600 billones mientras que los Estados Unidos acumula un PBI de US$ 28, 800 billones.
La triste y dramática conclusión acerca de que el Socialismo del Siglo XXI en América Latina necesita aumentar la pobreza para desarrollar su estrategia de poder revela la naturaleza totalitaria de los proyectos bolivarianos. Un totalitarismo que convierte a los pobres y refugiados, a las generaciones de niños perdidos, en frías estadísticas a manejar de acuerdo al desarrollo de la estrategia y la táctica para alcanzar el poder. El mismo impulso tenían los nazis de los campos de concentración.
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