La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Es incuestionable que la pacificación del país y las reformas económicas que desarrolló Alberto Fujimori en los noventa representaron un cambio de época que explica la multiplicación del PBI por cuatro, la reducción de pobreza del 60% de la población a 20% antes de la pandemia ( luego del gobierno de Pedro Castillo este flagelo se acerca al 30%) y la conversión de nuestra sociedad antes en pobreza a una de ingreso medio .
El mejor momento de inclusión económica y social de nuestra historia republicana, entonces, se produjo luego de este cambio de época que inauguró Fujimori. ¿Por qué? Desde la independencia únicamente alrededor de un 20% de la población controlaba el sistema de propiedad y el sufragio político, mientras que cerca del 80% permanecía excluido del sistema económico y político, sobre todo en las zonas altoandinas. Semejante realidad comenzó a cambiar con las masivas migraciones del siglo pasado que andinizaron las principales ciudades de la costa y convirtieron a Lima en la principal ciudad andina del país.
Sin embargo, el motor y el combustible del mejor momento de inclusión económica y social de nuestra historia fueron las reformas económicas de los noventa. Gracias a esas reformas se redujo la pobreza como nunca antes en la historia nacional, los excluidos de ayer se convirtieron en las mayorías emergentes, se cerró un déficit fiscal de más de 13% del PBI, se acabó con una inflación que había alcanzado más de 8,000%, se privatizaron casi 200 empresas estatales, se desregularon mercados y precios y se estableció el papel subsidiario del Estado frente al sector privado.
Las reformas económicas derribaron las murallas que dividían al Perú criollo del Perú andino, a la sociedad oficial del Perú profundo. Más allá de que la burocratización y sobrerregulación del Estado continúen creando una mayoría informal y emergente frente a una formalidad globalizada. El legado de Fujimori, entonces, representa un cambio de época para el Perú y América Latina, sobre todo cuando constatamos que los proyectos bolivarianos en la región reeditan el Estado socialista, el Estado empresario que empobreció a todos los peruanos hasta fines de los ochenta y que las reformas económicas de Fujimori superaron.
En este contexto analizar el legado de Fujimori únicamente con respecto a los beneficios políticos electorales con respecto a Fuerza Popular es padecer de ceguera frente al sentido de una época. Sostener que la herencia de las reformas económicas de los noventa solo está vinculada a la victoria o derrota electoral del fujimorismo partidario es no entender los cambios tectónicos que se han producido en la sociedad con la pacificación del país y las transformaciones económicas del gobierno de Alberto Fujimori.
Posiblemente Fuerza Popular se beneficie de la impresionante movilización de hombres y mujeres de todas las provincias del Perú, de sectores sociales pobres y ricos, de las clases medias emergentes, alrededor de las exequias fúnebres del exmandatario. Uno de los funerales más plebeyos y con multitudes desbordadas de toda la historia republicana. Sin embargo, un cambio de época no solo tiene que ver con las estrategias electorales de un sector, sino también con el nuevo horizonte cultural, político, económico e institucional que tiene que organizar una sociedad para seguir creciendo, alcanzar el desarrollo y la inclusión social.
En ese sentido, el legado del gran reformador del siglo pasado debería formar parte de la memoria histórica de todas las derechas, de todos los sectores conservadores y de las corrientes liberales de buena voluntad. E incluso de las izquierdas democráticas, que pretenden fundar una política plebeya, pero a la vez cosmopolita, tal como lo hizo Alberto Fujimori durante su administración del gobierno.
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