Los países que cometen el mayor error político d...
Durante las últimas dos décadas de democracia los proyectos antisistema han pretendido ejercer violencia en contra de las candidaturas de la centro derecha en general, sobre todo en el sur del país. En las elecciones del 2006 el movimiento nacionalista de Ollanta Humala (del polo rojo) atacó violentamente un mitin de Lourdes Flores en Huancavelica, y la candidata socialcristiana se retiró abandonando la plaza. El mismo libreto se pretendió aplicar en contra de Alan García en Puno; sin embargo, el Apra de ese entonces –todavía con gran organización– repelió el ataque y se impuso en el altiplano.
En ese momento García comenzó a ganar la elección. Apareció como el candidato con más decisión y organización para enfrentar a Humala. Luego provocó a Hugo Chávez y el autócrata le respondió con virulencia y descontrol. García había ganado la elección porque había mantenido la plaza y demostró que Humala era el ujier del caudillo venezolano.
En las elecciones del 2021, Fuerza Popular renunció a una regla de la política clásica en cualquier campaña electoral en donde las leyes de la guerra se entrecruzan con las de la política. Desdeñó la necesidad de un frente único nacional que ofrecían tirio y troyanos frente a la posibilidad del triunfo de Pedro Castillo y, en ese momento, Keiko Fujimori perdió la elección. En el sur la centro derecha no tuvo personeros y la votación de la izquierda antisistema fue abrumadora. En ese contexto todo podía pasar: desde alteraciones de la votación hasta otras irregularidades.
Nuestro sistema electoral está configurado para que la elección no culmine con el voto del ciudadano, sino en la guerra de los personeros en las mesas de votación. Es una manera de controlar el cómputo de votos. Si una fuerza derecha abandona el sur del Perú y no pelea el voto ciudadano, entonces, todo es posible si en los organismos electorales hay una autoridad con inclinación política.
Ahora que parece consolidarse una tendencia –que algunas encuestadoras pretenden desvirtuar– en que dos fuerzas de centro derecha avanzan a disputar la segunda vuelta electoral, se vuelve perentorio, de una urgencia capital, la necesidad de organizar un gran frente único de personeros de la centro derecha con el objeto de garantizar el voto de los ciudadanos en el sur del Perú. Está convergencia de todas las fuerzas que se proponen mantener el Estado de derecho y la economía de mercado, sobre la base del marco de la Constitución, debería proponerse en primer lugar garantizar personeros en todas las mesas de votación del sur ante la violencia de los radicalismos extremistas. Ninguna mesa del sur debe quedar sin vigilancia ni personero.
Por otro lado, este mismo frente único de personeros debería colaborar con las fuerzas del orden, con las fuerzas de seguridad, encargadas de mantener el orden y la ley durante los procesos de votación en las mesas del sur, informando y denunciando la violencia que ejercen los extremismos. Como sabemos, entre los radicalismos están los supérstites del maoísmo terrorista que ahora participan elecciones aplicando el manual leninista para reventar el sistema desde adentro.
La única manera de evitar escenarios bochornosos en la democracia sobre supuestos fraudes electorales pasa por convertir al personero de la mesa en la última línea –antes del cómputo general de los votos– de la defensa del voto popular. Si hay una red de personeros nacionales que defienden el voto se vuelve difícil cualquier irregularidad electoral.
Si bien en las campañas electorales las leyes de la guerra se imponen sobre las de la política (sobre todo la eliminación del adversario) los candidatos de la centro derecha que avanzan hacia la segunda vuelta deben entender que luego de que uno de ellos gane ambos líderes están más que obligados a pactar, a formar una gran convergencia nacional, para sacar adelante el Perú.
Nunca más se deben cometer los graves errores de las elecciones del 2016, cuando los enfrentamientos entre las derechas llevaron a encumbrar al progresismo y acentuar el proceso de involución que padecemos.
















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