La comisión de Constitución del Congreso de la R...
No hay democracia moderna sin pacto
La abdicación del Rey Juan Carlos I de España en favor de su hijo Felipe, después de 40 años de un reinado en el que ese país pasó de ser una sociedad enfrentada en dos bandos irreconciliables a otra moderna de plena convivencia, subraya la enorme importancia que tiene la política en la construcción de la democracia. Sin temor a equivocarse, se puede afirmar que así como no hay democracia sin el voto ciudadano y plenas libertades tampoco la hay sin una buena política que ponga por delante el pacto, la cooperación, antes que la confrontación.
La guerra civil española fue uno de los conflictos más cruentos de la historia universal moderna. Franquistas y republicamos se sumergieron en una larga noche y los cálculos sobre las víctimas del conflicto sobrepasan los 300 mil. Fue una guerra en la que muchos poetas fueron asesinados y que convocó la sensibilidad y la reacción de la mayoría de los artistas de la época. Sin embargo, tras la muerte de Francisco Franco, el actual rey Juan Carlos - entonces delfín del franquismo y única esperanza para prolongar el régimen mediante la monarquía -, junto con un puñado de brillantes políticos, se lanzaron a construir la democracia moderna en España.
Hay varios nombres que recordar en este monumento a la política que representa la transición española. Junto al papel de Adolfo Suárez como jefe de Gobierno, vale anotar el papel de Manuel Fraga y Santiago Carrillo, dos enemigos irreconciliables que tuvieron que ceder para crear el futuro y dejar atrás los pasados. Fraga fue ministro de Franco y, con reconocimientos más y menos, en ese entonces, era el patriarca de la derecha española. Gracias a su voluntad de pactar surgió el Partido Popular, el partido liberal moderno de José María Aznar y Mariano Rajoy. Por su lado, Carrillo representaba el extremismo republicano, el sector que quiso sovietizar la República de los años 30 del siglo pasado; sin embargo, arrió banderas e impulsó decisivamente el nuevo pacto que permitió la emergencia de la nueva España.
Si bien es cierto que España padece hoy las fracturas y los dolores de su soberbia económica de nuevo rico (25% de la población sin empleo), ya comienza a salir de la crisis con todas sus instituciones democráticas intactas. Es decir, la impresionante crisis económica no ha destruido lo que los padres fundadores de la España democrática han construido.
La política, pues, es el alma, el combustible, de la democracia y la sociedad abierta. En el Perú algunos pretenden que sigamos cultivando los anti y las exclusiones de enemigos políticos del pasado, una actitud que, no obstante la persistencia de la democracia y el mercado, es una de las causas principales del porqué no surge un nuevo sistema de partidos. Desde el siglo XX hasta hoy las mayorías electorales se han gestado en base a los anti. Conocimos el viejo antiaprismo y ahora contemplamos el antifujimorismo. Los analistas nos dicen con frecuencia que la fuerza que lidere el antifujimorismo en una eventual segunda vuelta ganará las elecciones. ¿Puede existir una democracia saludable en estas condiciones?
Allí donde las transiciones de regímenes autoritarios a la democracia se desarrollaron en base a pactos y acuerdos se puso por delante el futuro y se dejó atrás el pasado, pero, sobre todo, esa voluntad posibilitó que surgieran derechas e izquierdas modernas. En nuestro país las diestras y las zurdas tienen todavía ese pegajoso olor a naftalina.
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