La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Qué hay tras las críticas radicales al paquete reactivador del crecimiento?
El paquete reactivador aprobado por el Gobierno ha originado una furiosa reacción en algunos sectores del ecologismo radical que denuncian que los únicos beneficiados con las medidas son “ los empresarios de la minería y de los hidrocarburos”. La conocida periodista Claudia Cisneros en una columna en La República sostiene lo siguiente: “…este paquetazo contraambiental es solo el inicio del autogolpe que el Estado está perpetrando contra el país. Los empresarios mineros no son los únicos beneficiados con el asalto a la legalidad que el gobierno les ha regalado, los de hidrocarburos preparan también su fiesta…”.
¿Cómo hemos llegado a esta especie de lucha entre el bien y el mal? ¿Cómo así el empresario, sin el cual no se explicarían la democracia y el mercado en Occidente, sin el cual no se explicarían la mayoría de los avances de la humanidad, se ha convertido en un sátrapa bajo sospecha permanente al que debemos ajustar las clavijas? ¿Estamos en plena Guerra Fría de los setenta?
¿Cuál es el principal problema ambiental?, quizá es la primera pregunta a formularse para que todos nos sinceremos. ¿La minería? ¿La casi inexistente industria petrolera? O, ¿la basura que empieza a acumularse hasta el cuello y que ya ha envenenado los principales ríos del país? Es evidente, pues, que la basura. De tanto demonizar a las empresas mineras que solo consumen el 1% del agua disponible y que reciclan el líquido que usan, hemos olvidado que el Rímac, el río de la capital, está muerto por los desagües y desechos que se arrojan. ¿Algún ecologista radical dice algo? Algo parecido ocurre en Puno con el lago Titicaca, en Huancayo con el río Mantaro, en Pucallpa con el Ucayali, en Iquitos con el Amazonas. Y si nos preguntamos por el siguiente problema ambiental, ¿cuál debería ser? ¿Las mineras o el monóxido de carbono que lanzan los carros en las principales arterias urbanas? Es evidente que el transporte lo es. Sin embargo no se oye padre.
¿Cómo entender, pues, que el empresario que invierte en recursos naturales se haya convertido en un Lucifer? Cuando el marxismo se propuso la socialización de los medios de producción identificó a la empresa privada -el ADN del capitalismo-, como el enemigo principal a combatir. Sin empresa privada, el mercado y el capital no podían existir, pero la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de los estatismos y colectivismo a fines de los ochenta dejó sin argumentos a las interpretaciones marxianas.
No obstante el desarrollo de las fuerzas productivas o quizá la revolución industrial –que habrían entusiasmado al barbado alemán- en los cinco continentes se incrementó a niveles insospechados la emisión de los gases invernadero y el marxismo encontró la oportunidad de montarse en los movimientos ecológicos del planeta que, legítimamente, se proponen la defensa del medio ambiente. Así surgió lo que empieza a llamarse ecologismo radical, un ecologismo que, antes que la defensa del medio ambiente, propone un modelo económico diferente. Si no fuera así estarían movilizando al país, escribiendo artículos sesudos en contra de las cordilleras de basura que se acumulan. Un problema que, si bien es distrital, provincial y regional, es un asunto de Estado, debería ser prioridad del Ministerio del Medio Ambiente, en la medida que envenena el agua de los peruanos a niveles de tragedia.
La voluntad de demonizar a la empresa privada revela una clara intención: se busca alterar el modelo económico que ha reducido la pobreza y la desigualdad como nunca antes en nuestra historia. Ese modelo tiene en las inversiones mineras y petroleras una de sus columnas vertebrales y allí se apunta.
Finalmente, una última reflexión: ¿Cómo defendemos con realismo el medio ambiente? ¿Controlando y fiscalizando las inversiones o impidiéndolas? En Tambogrande el ecologismo radical convenció a los pobladores para expulsar a la minera Manhattan con una supuesta defensa del mango y el limón de la zona. Después, los propios pobladores se convirtieron en miles de mineros informales que arrojan mercurio sin control de nadie. Si Manhattan estuviera operando el mundo entero fiscalizaría esa inversión. El ecologismo radical puede convertirse, pues, en el peor enemigo del medio ambiente por desconocer que todos tenemos adentro un homus economics.
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