Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
La región de Cajamarca, ubicada en el norte del Perú, enfrenta un gran desafío. A pesar de su considerable riqueza minera, las narrativas predominantes, influenciadas por activistas antimineros y la izquierda radical, han fomentado la creencia de que la minería representa una amenaza para la agricultura, contamina el recurso hídrico y daña el entorno ambiental. Estas ideas han llevado a que los valiosos minerales que se hallan bajo la superficie de Cajamarca permanezcan sin explotar y, como consecuencia, la región se ha convertido en una de las más empobrecidas del país, con 16 de los 20 distritos con mayores niveles de pobreza en el país, y con más del 42% de su población bajo este flagelo.
No obstante, existe un potencial latente para transformar la realidad de Cajamarca. Si logramos materializar la destacada cartera de inversiones mineras de la región, Cajamarca podría experimentar una transformación radical en cuestión de pocos años, convirtiéndose en una de las zonas con los ingresos per cápita más elevados del país. En el norte de Cajamarca se sitúan proyectos mineros de cobre de gran magnitud, agrupados en lo que se denomina el "cinturón de cobre del norte". Entre estos proyectos figuran El Galeno, Conga, La Granja y Michiquillay, que representan una inversión conjunta que supera los US$ 16,200 millones. En caso de ponerlos en marcha, estos proyectos tendrían una capacidad anual de producción de 1.5 millones de toneladas métricas de cobre (TMC).
Para aprovechar al máximo esta oportunidad, resulta imperativo establecer un clúster minero en Cajamarca, construir una vía férrea hacia Bayóvar y promover el desarrollo de la industria manufacturera y los servicios vinculados a la minería. Un ejemplo inspirador es el clúster minero de Antofagasta en Chile, donde estas estrategias han propiciado un crecimiento sustancial y han mejorado la calidad de vida de la población. Si implementamos medidas similares en Cajamarca, el país tendría la capacidad de producir aproximadamente cuatro millones de toneladas métricas de cobre al año, lo que impulsaría un crecimiento económico promedio anual superior al 5%. En un plazo relativamente corto, podríamos reducir la tasa de pobreza por debajo del 15% a nivel nacional.
Dentro de la cartera minera de Cajamarca, Michiquillay destaca claramente con sus más de 2,200 millones de toneladas de minerales valiosos, como cobre, oro, plata y molibdeno. Con una inversión de US$ 2,500 millones, se prevé que Michiquillay se convierta en una mina estratégica para Perú, con un potencial económico y social sin igual. Es importante señalar que este proyecto cuenta con todos los permisos necesarios, incluido el Estudio de Impacto Ambiental aprobado por el Ministerio de Energía y Minas (Minem) en octubre pasado.
El objetivo de Michiquillay es alcanzar una producción 225,000 TMC para 2028, con una vida útil de la mina de más de 25 años. Esto generará ingresos significativos para Cajamarca a través de impuestos y regalías, mejorando la calidad de vida local y creando empleos directos e indirectos. Además, impulsará oportunidades comerciales en la región, catalizando el crecimiento sostenible tanto local como nacional. A esto hay que añadir que Southern Peru, la empresa a cargo del proyecto, ha adoptado un enfoque sostenible para minimizar el impacto ambiental y social. Innovaciones como el transporte de mineral sin camiones reducen el impacto en la flora y fauna, y disminuyen las emisiones contaminantes.
Como parte del proyecto, Southern Peru viene llevando a cabo diálogos con las autoridades locales y comunidades, promoviendo programas de desarrollo sostenible. Han surgido así acuerdos sólidos, incluyendo la creación del Fondo Social Michiquillay (FSM). La empresa se compromete a aportar US$ 400 millones al FSM, con contribuciones iniciales de más de US$ 24 millones. Estos fondos respaldan proyectos como el desarrollo de la ganadería lechera y la mejora de sistemas de riego, beneficiando a 240 personas hasta el momento.
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