La educación privada, una de las claves de la reforma educativa

Si hoy en el Perú se puede pensar en la posibilidad de una reforma de la educación, a nuestro entender, solo es posible por el aporte del sector privado en el sistema educativo. Una cifra permite confirmar esta aseveración: la educación privada atiende a un tercio de la matrícula en la educación básica y a dos tercios en la superior. 

Según el Estudio de contribución económica de la educación privada en el Perú, elaborado por Apoyo y Consultoría, si se eliminará la educación privada el Estado tendría que incrementar el presupuesto en S/ 20,000 millones. El presupuesto del sector educativo hoy suma algo más de S/ 35,000 millones. ¿Cómo entonces se podría pensar una reforma de la educación sin el aporte privado?

Pero no solo se trata de cobertura. Desde que se expidió el Decreto Legislativo N° 882, a mediados de los noventa –que posibilitó la inversión privada en el sector– el sector privado ha generado una educación de calidad tanto en el nivel básico como en el superior. En la última pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), del 2018, que mide el rendimiento de los alumnos sobre los 15 años en lectura, matemáticas y ciencias, solo los colegios privados lograron puntajes por encima de la línea de base, que se plantea para los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Si se tomara solo puntaje de los colegios privados el Perú subiría 50 puntos en la tabla de los resultados PISA, a 28 puntos de los países de la OCDE.

En la educación superior, igualmente, diversos rankings nacionales revelan que las universidades privadas de calidad comienzan a disputar los primeros lugares en investigaciones y calificaciones académicas.

Sin embargo, uno de los aspectos más virtuosos de la educación privada es que permite una redistribución de los recursos a favor de los sectores más excluidos de la sociedad. Por ejemplo, antes del DL N° 882, dos tercios de la matrícula en la educación superior eran atendidos por el Estado, y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos tenía 45,000 estudiantes. Casi tres décadas después el sector privado absorbe dos tercios de la matrícula y San Marcos sigue teniendo alrededor de 45,000 estudiantes. 

¿Qué significan estos datos? Que la presión demográfica por matrículas en la educación básica y superior que el Estado no podía atender ha sido absorbida por el sector privado. San Marcos ha multiplicado el presupuesto que tenía en los noventa, pero no se ha tugurizado por la demanda. En otras palabras, la universidad decana de América tiene enormes posibilidades de seguir recuperando las calidades perdidas.

El aporte privado de la educación, entonces, no solo está en la calidad, en la ampliación de la cobertura educativa, sino también en su capacidad de redistribuir la inversión educativa a favor de los sectores menos favorecidos. Otro ejemplo a considerar: antes de la inversión privada en el sector había una universidad para ricos –por el nivel de las pensiones de entonces– y otra universidad para pobres. Las universidades Católica, Pacífico, Cayetano Heredia y Lima solo eran accesibles para un determinado sector social, y las universidades públicas eran las únicas alternativas para los sectores menos favorecidos.

Hoy, gracias a la inversión privada, la oferta de calidad del sector privado se ha ampliado para todos los sectores emergentes. Si se duda de esta aseveración, vale anotar que en el señalado informe de Apoyo se establece que el 73% de los alumnos del sector privado educativo corresponden a los sectores sociales C y E.

Por todas estas consideraciones, ¿alguien puede imaginar la reforma educativa sin el aporte del sector privado? Parece imposible.