Editorial Educación

El pueblo ya privatizó

El pueblo ya privatizó
  • 22 de julio del 2014

Acerca de un viejo mito de la izquierda sobre la educación pública

Durante décadas, la izquierda y los populismos han sostenido de manera insistente y constante que la educación privada es un privilegio exclusivo de las élites y que el pueblo, ajeno a ella, no está dispuesto a pagar por ese servicio básico. La realidad, sin embargo, echa por tierra esas afirmaciones que se han convertido en un mito más: Una encuesta publicada el lunes sobre la educación en Lima Metropolitana, deja en claro que los sectores populares de Lima ya privatizaron de facto, en silencio, y hace tiempo, la educación de sus hijos.

La encuesta realizada por la empresa Mapcity señala que, en la capital, existen 1,805 escuelas estatales de primaria y secundaria frente a 6,242 privadas. Todo lo cual indica que, en promedio, por cada escuela pública hay cinco privadas, una proporción exacta que arroja la encuesta en los distritos de Ate-Vitarte y Los Olivos. Algo menor, 4 a 1, es la proporción en Chorrillos, Villa María del Triunfo y Villa El Salvador.

Hugo Díaz, presidente del Consejo Nacional de Educación (CNE), ha señalado al respecto que la educación privada ha crecido fuertemente desde el año 2000 debido a que las familias de los sectores populares han mejorado sus ingresos gracias al crecimiento económico, También ha señalado que los colegios privados absorben actualmente más del 50% de la matrícula escolar en Lima y Arequipa. y cerca del 25% de la matrícula en las demás regiones.

La pregunta que surge es, ¿por qué la mayoría de las familias, inclusive las de los sectores populares, prefieren que sus hijos estudien en colegios particulares? La aproximación más certera nos dice que los ciudadanos perciben que la educación que ofrecen las escuelas estatales es de muy baja calidad, aún cuando no siempre es así, porque también hay colegios privados de mala calidad.

Los padres de familia que provienen de hogares pobres, en su gran mayoría, han pasado por escuelas públicas y, por eso mismo, no quieren que sus hijos estudien en ellas porque saben que siempre hay huelgas, algunas muy largas; que los profesores no están capacitados por lo general, y encima hay problemas de corrupción. Todo ello, por cierto con el aval o el silencio aprobatorio del SUTEP.

Existe además la percepción arraigada entre los pobres de que la educación es el vehículo por excelencia para liberar a los hijos de la pobreza. Y tener a los hijos en un colegio privado, por más modesto que sea, también es una señal de progreso que le da un mejor estatus social a la familia.

Es falso entonces que los pobres no estén dispuestos a sacrificar algo de su ingreso familiar para que sus hijos reciban una mejor educación. En otras palabras, no creen en el dogma marxista de la “gratuidad de la enseñanza”, porque saben bien que todo cuesta en la vida. Lo más lamentable es que el propio Estado se niega a ver esta realidad. Si aceptara los hechos, ya se habría resuelto el déficit presupuestal de la educación pública considerando los aportes de los padres de familia dispuestos a pagar.

Según el acucioso portal Lampadia, la inversión privada en educación equivale al 3% de nuestro Producto Bruto Interno (PBI), lo mismo que aporta el Estado a la educación pública, o sea que el gasto total en educación es el 6% del PBI, cifra que parece alta, pero no lo es en comparación con otros países de la región: Por ejemplo, Chile destina el 4% de su PBI, que es 100 mil millones más que el del Perú, a sus escuelas públicas cuya población escolar es la mitad de la peruana.

Los hechos reseñados confirman que la crisis de la educación peruana no es consecuencia de la falta de recursos económicos, sino de una mala gestión de las autoridades educativas que no se atreven a dejar atrás los mitos ideológicos que desde hace 50 años tienen postrada en la mediocridad a la escuela pública que antaño gozó de prestigio por su excelencia académica.

  • 22 de julio del 2014

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