Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
Desde que se permitió la inversión privada en la educación, quizá sin tener mucha consciencia del resultado, se creó el mejor escenario para que el Estado peruano focalice el gasto en los sectores más pobres y empiece a convertir a la educación en la herramienta más poderosa de redistribución del ingreso en la sociedad. De allí que sea inexplicable las campañas de las corrientes colectivistas y progresistas alrededor del “lucro” de los claustros privados.
Como todos sabemos, antes de la inversión privada en educación, los colegios privados eran insignificantes en la educación básica y en la educación superior dos tercios de los estudiantes estaban en universidades públicas, y apenas un tercio en las privadas. En ese entonces existía una “educación para pobres” a cargo del Estado y otra para ricos en los claustros privados, que tenían pensiones inalcanzables para el promedio de los ciudadanos.
¿Qué sucedió luego del desarrollo de la inversión privada en el sector? El sector privado llegó a atender cerca de un tercio de la matrícula en la educación básica –dos tercios siguen en el sector público–, mientras que en la educación superior dos tercios de los estudiantes se matricularon en universidades privadas y un tercio en los claustros públicos.
De esta manera el Estado liberó recursos para –sin demasiada planificación– concentrarlos en los centros públicos. Por ejemplo, desde tres décadas atrás la Universidad Nacional Mayor de San Marcos no ha incrementado el número de alumnos. Hay la misma cantidad que 30 años atrás, no obstante que el presupuesto se ha multiplicado varias veces. Es decir, cada vez mayores recursos para la vida académica y el desarrollo de las infraestructuras. Según el estudio Estudio de contribución económica de la educación privada en el Perú, de Apoyo y Consultoría, la inversión privada en educación representa el 60% del total del presupuesto del sector.
La inversión privada entonces ha permitido una redistribución del gasto del Estado en educación a favor de los centros públicos. Por otro lado, la oferta educativa se ha pluralizado de tal forma que enormes segmentos de la sociedad pagan pensiones asequibles, permitiendo que se eleve el presupuesto de los centros públicos. Por ejemplo, según el mencionado estudio de Apoyo, el 73% de los estudiantes de los claustros privados provienen de los sectores C, D, y E.
Como se aprecia con absoluta claridad, la inversión privada posibilita una redistribución real del gasto educativo. Pero también permite organizar una oferta plural de educación, una de las condiciones básicas de cualquier sociedad democrática. Luego del intento del Gobierno de Pedro Castillo de controlar la educación y el Ministerio de Educación a través del Fenatep, para convertir el aula pública en centro de adoctrinamiento marxista, ha quedado en absoluta evidencia la enorme importancia de la pluralidad educativa.
Una sociedad plural y tolerante es aquella en donde en el sistema educativo conviven la oferta educativa del Estado, de la sociedad, de los privados, de las organizaciones religiosas y de otras entidades de la llamada sociedad civil.
La inversión privada en educación, entonces, ha generado una infinidad de círculos virtuosos que merecen investigarse y analizarse.
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