En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
En 2011, el proyecto de cobre Conga (en Cajamarca) fue detenido por la izquierda antisistema, en su afán de ralentizar la economía nacional con el fin de crear climas de violencia social. Hoy, el mismo círculo antiminero pretende detener el proyecto cuprífero Tía María (en Arequipa). De alguna manera el radicalismo antiminero pretende crear una tenaza en el norte y el sur del Perú para bloquear las posibilidades del país de convertirse en el primer productor de cobre del planeta.
En este contexto se debe entender la ofensiva antiminera en contra de la concreción del proyecto de Tía María. Si triunfan en su objetivo, más del 50% de la producción de cobre nacional estará en peligro, porque se intenta paralizar la producción –a través de mitos y leyendas– de Las Bambas, Antapaccay, Constancia e incluso Cerro Verde. Por todas estas consideraciones es difícil comprender las recientes declaraciones del presidente Vizcarra en el sentido que Tía María no se ejecutará durante su administración.
Tía María es un proyecto de talla mundial que respeta los más altos estándares ambientales y las costumbres locales. Southern Perú, la concesionaria del proyecto, tiene mucho que ver con el desarrollo en el sur peruano a través de la fundición de Ilo y la mina Cuajone (en Moquegua), y la mina Toquepala (en Tacna). Según el Índice de Competitividad Regional (Incore), del Instituto Peruano de Economía (IPE), Arequipa, Moquegua y Tacna destacan en el tercio superior nacional en competitividad y con los niveles de pobreza más bajos del país. Además, Moquegua tiene los niveles educativos más altos del país. La influencia de la minería en estos logros es incuestionable.
Tía María, proyecto de US$ 2,400 millones, producirá 120,000 toneladas de cobre anual y ofrecerá 9,000 puestos de trabajo en la etapa de la construcción de la mina, y la mayoría de los trabajadores será de la zona de influencia minera. Por las posibilidades de progreso y desarrollo, la minería en Perú es atacada por los sectores comunistas con argumentos del siglo pasado. Para el marxismo, las actividades mineras contaminan el medio ambiente. El estribillo anti inversión confunde a ciertos sectores sobre el aporte de la minería a la economía nacional: 55% de las exportaciones totales y cerca del 30% de la renta nacional; y en la zona andina, canon y regalías que incrementan los presupuestos de los gobiernos regionales y municipales. En este contexto, retrasar Tía María significa postergar el bienestar de los peruanos.
Directivos de Southern han señalado que el proyecto Tía María se tomará su tiempo para iniciar la construcción de la mina hasta conseguir la mayor legitimidad social. Por todas estas consideraciones no se entiende cómo así al presidente Vizcarra se le ocurrió declarar que durante su mandato Tía María no va. El Ejecutivo no debería enviar señales anti inversión si la economía apenas ha crecido algo más de 2% en el 2019, una cifra absolutamente insuficiente para seguir reduciendo pobreza. En otras palabras, la ralentización de la economía genera el escenario favorable para que las fuerzas antisistema desarrollen sus discursos populistas y colectivistas en contra de la economía de mercado.
COMENTARIOS