En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
El precio del barril de petróleo se desploma a nivel mundial, alcanzando el nivel más bajo nunca antes visto: -US$ 37.63 por barril. Literalmente, las petroleras pagan para deshacerse del crudo almacenado en sus instalaciones. Venezuela, uno de los principales países productores de petróleo en el mundo –recurso usado para solventar al socialismo en Latinoamérica y España– es uno de los mayores afectados. No obstante, no es el fin del sector de hidrocarburos. Todavía no existen combustibles diferentes a los derivados del petróleo para mover los motores de barcos, aviones y camiones de gran tonelaje.
Días atrás la petrolera Exxon Mobil Corp anunció recortes de gastos por los cambios en las estrategias energéticas mundiales, ocasionados por la pandemia del coronavirus. Por la caída de la demanda de las últimas semanas, las inversiones en gas natural licuado y en aguas profundas de alto riesgo se reducirán en 30% de lo previsto para este año. Por las mismas razones, otras petroleras han anunciado que reducirán en 20% de sus inversiones programadas para este 2020.
Estas decisiones de las corporaciones de petróleo afectarían grandemente al sector energético nacional. En el país no existen exploraciones nuevas. En febrero pasado la noruega Tullow y la australiana Karoon anunciaron “resultados magros” en el proyecto Marina-1, de US$ 100 millones, en el lote Z-38 (frente a las costas de Tumbes). Además, de los 15 pozos activos solo dos estarían en operaciones. Los otros pozos, por distintas razones, han dejado de operar. En este contexto, la modernización de la refinería de Talara –obra detenida con un 87% de avance por un financiamiento pendiente de US$ 900 millones– es un fiasco completo. La inversión caprichosa de US$ 7,000 millones iniciada durante el humalismo la pagaremos todos los peruanos. ¿Maquilar la producción de crudo en el corto plazo haría rentable la inversión? Es la gran interrogante. En las actuales circunstancias, sin saber cuánto durará la crisis del coronavirus, todo indica que no será así.
No obstante los vaticinios pesimistas, existen posibilidades de atraer inversiones para exploraciones petroleras y gasíferas. Guyana –el país más pequeño, menos poblado (779,000 pobladores) y más pobre de la región– señala la ruta correcta. Desde antes del 2015, las autoridades guyaneses abrieron sus lotes de petróleo a la inversión extranjera de corte mundial. Flexibilizaron sus normas y regulaciones de acuerdo a la dinámica del mundo de los hidrocarburos. Además, la mayor ventaja del pequeño país –ubicado en la costa del océano Atlántico, al este de Venezuela– es su estabilidad social. Según los vaticinios optimistas, en el corto plazo Guyana se convertirá en el mayor per cápita del planeta. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha señalado que para el 2025 el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de ese país estará por encima del 300%.
Según Enrique González, consultor de hidrocarburos, las inversiones en gas y petróleo post coronavirus se dirigirán a lugares como Guyana, que ofrecen estabilidad jurídica y normatividad moderna. Para las petroleras, la atracción de los países se fundamenta en los plazos cortos para iniciar los proyectos. En las circunstancias actuales –de hecatombe económica, como señala el economista Hernando de Soto– las petroleras orientarán sus inversiones a lugares libres de conflictos sociales organizados por la izquierda anticapitalista. González insiste y propone al Comité de Seguimiento de Inversiones –encargado de identificar los proyectos de inversión estancados– que evalúe en el menor plazo una norma para atraer inversiones de exploración, para cuantificar y ubicar la riqueza peruana.
Para el consultor internacional, basta una norma simple que considere, entre otros aspectos, la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) –utilizada en los proyectos mundiales en lugar del Estudio de Impacto Ambiental (EIA)– para reducir al máximo los cerca de 80 estudios técnicos exigidos en distintos organismos del Estado. Los EIA han sido realizados anteriormente y los estudios que los conforman están dispersos en las oficinas de los sectores correspondientes (Ambiente, Minas). Para reducir el tiempo de inicio de las exploraciones y evitar el retraso financiero de las inversiones, González propone elaborar cuanto antes un mapa EIA del zócalo continental y selva peruana.
“El sector público no puede continuar desorganizado, indisciplinado, desinformado y con normas antiguas, desfasadas de las del resto del mundo”, señala González. Además, la posición débil del Estado frente a las fuerzas antidesarrollo –organizadas por el comunismo– le hace perder competitividad.
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