En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
Durante la conferencia “Perspectivas del mercado del litio al año 2030”, realizada recientemente en Chile, se confirmó el avance de la producción del “oro blanco” en el país del sur: 250,000 toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE). Según el informe presentado en la conferencia por la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), la producción de litio en Chile se duplicará para el 2030. Para el ministro de Minería del país del sur, Baldo Prokurica, en Chile la exportación de litio tendrá la misma importancia que la industria vinícola, consolidada en los mercados mundiales.
El mencionado informe señala que aumentará la producción mundial de 323,000 toneladas en 2019 a 1,793 millones de toneladas en 2030. En la actualidad, Australia lidera la producción de litio con 48% de la producción mundial, seguido de Chile con 29%; mientras que China es el mayor consumidor: 39% de la producción mundial total.
Asimismo, en los próximos 10 años el uso de baterías de litio en los vehículos eléctricos representará el 79%, en lugar del 32% de 2019. También se ha anunciado el incremento de reciclaje de los componentes de litio, muy por encima del 3% actual. Vale señalar el esfuerzo de los investigadores mundiales en el desarrollo de baterías de litio. El objetivo es mejorar cada vez más el tamaño, peso, capacidad de carga, tiempo de carga y vida útil; pero sobre todo, el costo de producción para disminuir el precio de los vehículos eléctricos.
Con este panorama, Chile y los países productores de litio de la región (Argentina y Bolivia) se preparan para incrementar su participación como productores de LCE, baterías de litio y vehículos eléctricos. Durante la cuarentena debida al coronavirus, las autoridades argentinas otorgaron a la compañía Volt Motors los permisos correspondientes para fabricar vehículos eléctricos a gran escala. Un significativo avance para el liderazgo y desempeño de la tecnología argentina. Además, los productores e industrializadores de litio de Argentina y Chile se han unido para compartir tecnología y conocimientos para avanzar juntos. Mientras tanto, en Bolivia se iniciaron las discusiones respecto a la participación del Estado en los sectores vinculados a la extracción e industrialización del litio.
En Perú la situación es distinta: no se hace nada. La producción de litio, el mineral de la IV Revolución Industrial, que pondría a Perú en el mapa de la innovación, continúa a paso de tortuga. El esfuerzo y entusiasmo de los inversionistas no es compartido por las autoridades. Un total de 230 trámites en 30 instituciones públicas detienen los proyectos mineros. En Perú, la elaboración, trámite, presentación y aprobación del Estudio de Impacto Ambiental (EIA), necesario para iniciar los proyectos, toma más de cuatro años. En Argentina y otros países productores de litio han optado por una Declaración de Impacto Ambiental (DEA), porque la mayor parte de las inversiones están fuera del alcance de los poblados y de medios ambientales sensibles (flora y fauna).
La reactivación económica del Perú –en recesión por la caída de 32% de la producción y por los siete millones de puestos de trabajo perdidos por el mal manejo de la pandemia del coronavirus– es una tarea urgente del Ejecutivo. El proyecto Falchani (Puno), en términos comparativos, está estancado frente a la velocidad de las inversiones en Chile, Bolivia y Argentina.
Este proyecto –el sexto yacimiento más grande del mundo, a cargo de la empresa canadiense Macusani Yellowcake SAC– es una inversión de US$ 2,089 millones para extraer 4.7 millones de toneladas métricas de litio, y que representará US$ 50,000 millones de beneficios para los próximos años. No obstante las ventajas inigualables, y la difícil situación social y económica actual, la burocracia estatal continúa indiferente al desarrollo del litio y sus enormes posibilidades.
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