En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
Días atrás el ministro de Agricultura, Jorge Montenegro, anunció que las agroexportaciones en el 2019 representaron alrededor de US$ 7500 millones. La noticia no quedó allí, porque el titular del Ministerio de Agricultura (Minagri) estima que el 2020 se llegará a la cifra de US$ 8,500 millones y el 2021, año del Bicentenario, a los US$ 10,000 millones. Si nos quedamos con la cifra total de este año, US$ 7500 millones, la agroexportación se ha convertido, sin dudas, en un motor de la economía nacional, representando alrededor del 4% del PBI.
Semejante noticia se enmarca en la reciente ampliación de la vigencia de la Ley de Promoción Agraria hasta el año 2031; es decir, 10 años más. Ahora, ¿por qué decimos en el título de este editorial que hay una verdadera revolución en el agro peruano? Porque, lejos de la anteojeras ideológicas, todos los números nos llevan a sostener que la única revolución que ha funcionado en el agro peruano fue cuando se abrieron las puertas a las inversiones privadas y se acabó con el estatismo, que había arruinado por décadas el potencial del agro nacional.
Se suele admirar a California o a Israel por su política de agroexportaciones; sin embargo, en el agro peruano ocurrió una revolución de competitividad y productividad del mismo calibre que en otros países y regiones del mundo. Hoy el agro se ha convertido en una industria de clase mundial y los productos peruanos –como la palta, los berries, las frutas y las hortalizas– son tan competitivos como en otras latitudes.
El impacto en la economía nacional ha sido tal que hoy que uno de cada cuatro trabajadores se encuentra en el campo, y representan el 25% del total de ocupación de la Población Económicamente Activa. Asimismo, entre el 2004 y el 2017, en los departamentos y regiones donde existen más empresas agroexportadoras la pobreza se redujo en más de 60%. ¿Cómo se hizo esta revolución del agro? Como lo dijimos líneas arriba, gracias a la primera Ley de Promoción Agraria del 2001, que abrió el campo a las inversiones, la capitalización y el empleo. El estatismo velasquista prometió una revolución agraria pero sovietizó el campo reduciendo la producción y la competitividad, hoy el capitalismo ha logrado una verdadera revolución que ha generado empleo, riqueza y progreso económico y social.
La vigencia de esta ley se ha ampliado por diez años, no obstante que debió extenderse por 50. La incertidumbre se ha alejado del agro peruano y los inversionistas podrán madurar proyectos en el mediano y largo plazo. Esta nueva ley ha sido aprobada aún con mayores beneficios sociales para los trabajadores porque tendrán vacaciones por 30 días, la remuneración diaria no puede bajar de S/ 39 y se han elevado los aportes del empleador a ESSALUD en 50% (pasando de 4% a 6% de la remuneración, y que subirá 7% a partir del 1 de enero de 2025; 8% a partir del 1 de enero de 2027, y 9% a partir del 1 de enero de 2029). Una alianza entre capital y trabajo.
No obstante, lo que falta ahora es que el Estado ponga en marcha los proyectos de irrigación pendientes para ampliar la frontera agrícola. Actualmente por desidia, tramitología o simplemente ineficiencia, proyectos tan importantes como Majes Siguas II (Arequipa), Alto Piura, Paltiture (Puno) y Chavimochic III (La Libertad) están detenidos.
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