Luego de la caída del Muro de Berlín, a fines de...
Este año el Perú crecerá por debajo del promedio de expansión mundial. Es decir, el país crecerá por debajo de 3%, mientras que el mundo superará el 4%. Lo más grave de todo: la lentificación del crecimiento nacional se produce cuando los precios de los minerales alcanzan niveles históricos. Por ejemplo, la libra del cobre ha superado los US$ 4.50.
Si el Perú crece por debajo del promedio mundial es porque la inversión –como motor principal del modelo–no aumentará. Por el contrario, caerá. Y si la inversión privada cae –cuando debería estar subiendo a todo vapor– solo se explica por la voluntad del Ejecutivo de convocar a una asamblea constituyente y por los anuncios de la nacionalización del gas y de los recursos naturales. ¿Qué empresa o ciudadano invertirá en un país si la primera autoridad del Estado proclama su voluntad de cambiar el régimen político y económico? Imposible.
Con ese nivel de crecimiento proyectado el país no podrá reducir la pobreza. Los economistas ya lo han explicado: un punto de crecimiento del PBI crea 90,000 empleos, y cada año se incorporan alrededor de 270,000 jóvenes a la economía. Por lo tanto, se requiere crecer por encima del 3% para evitar que aumente el 25% de la población en pobreza (alrededor de ocho millones de peruanos).
Por lo tanto, crecer para reducir la pobreza es la diferencia entre el éxito y el fracaso en el Perú y América Latina. Algo que parece no importarle al presidente Pedro Castillo ni a sus colaboradores.
A inicios del nuevo siglo algunas proyecciones extremadamente optimistas señalaban que si el Perú ejecutaba su cartera de proyectos mineros y agroindustriales podría alcanzar un ingreso per cápita cercano a un país desarrollado. Mucho optimismo. Hoy, tenemos 25% de pobreza.
Sin embargo, una ucronía optimista del pasado sirve para evitar errores en el futuro. Por ejemplo, entre los años 2002 y 2013 el Perú crecía por encima del 6%. Ese crecimiento se ralentizó luego de que el Gobierno de Humala detuviera el ciclo acelerado de inversiones mineras: se paralizaron Conga y Tía María. Y entre el 2014 y el 2020 el promedio de crecimiento fue de 3.1%, debajo del promedio de expansión mundial.
¿Qué hubiera pasado si no hubiese habido el frenón del gobierno nacionalista? Los optimistas señalan que si se hubiese ejecutado nuestra cartera de inversiones mineras (alrededor de US$ 62,000 millones) y se hubiesen materializado los proyectos hídricos vinculados a las agroexportaciones (400,000 nuevas hectáreas), hoy el país estaría creciendo por encima del 6% y la pobreza tranquilamente estaría por debajo del 10%.
Optimismo más u optimismo menos, el Perú está perdiendo el tren de las posibilidades por no saber votar. Los peruanos nunca debieron elegir a Pedro Castillo, porque nos terminó bajando del vehículo del crecimiento.
Y es que el crecimiento es la otra cara de la menor pobreza. A más crecimiento menos pobreza. Por ejemplo, cuando el promedio de crecimiento estaba sobre 6% la pobreza caía con rapidez. Entre el 2001 y el 2008 se redujo 17 puntos porcentuales de pobreza. Entre el 2006 y el 2009 se redujo 11.8 puntos porcentuales de pobreza. Cuando el crecimiento se desplomó –es decir, entre el 2014 y el 2018– solo se logró reducir 1.7 puntos de pobreza.
Como se aprecia, el Perú comienza a perder el tren del crecimiento, de la reducción de pobreza y del aumento de bienestar y de la expansión de las clases medias. Es hora de reaccionar.
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