Luego de la caída del Muro de Berlín, a fines de...
En el Perú existen 2.2 millones de minifundistas que conducen el 95% de las tierras dedicadas a la agricultura. Los parceleros son los herederos directos de la primera reforma agraria desarrollada por la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado a finales de los sesenta, o también representan a la llamada agricultura familiar que el Ejecutivo pretende relanzar. Las características de esta agricultura son de subsistencia y de autoconsumo. Cuando la producción de los minifundistas llega a los mercados, generalmente se hace a través de los acopiadores, que crean valor en cadenas comerciales a las que no tienen acceso los parceleros.
Los 2.2 millones de minifundistas representan la peor agricultura del Perú y una de las más atrasadas del continente. Sin embargo, en el 5% de las tierras dedicadas a la agricultura se desarrollan las agroexportaciones que, en dos décadas de vigencia de la derogada Ley de Promoción Agraria (Ley N° 27360), incrementaron las agroexportaciones de US$ 850 millones a US$ 7,500 millones, convocaron más de US$ 20,000 millones en inversiones, crearon más de un millón de empleos formales y, en la mayoría de las zonas agroexportadoras, redujeron la pobreza por debajo del 15% de la población. En Ica, por ejemplo, el pleno empleo redujo la pobreza a menos de 10% de la población.
La pregunta entonces es, ¿qué se debe hacer para sacar de la pobreza a más de 2.2 millones de minifundistas? Una simple respuesta lógica es la siguiente: convertir el régimen agroexportador en el modelo de la transformación agraria del país. Es decir, lograr que las posibilidades de las agroexportaciones se generalicen en todo el agro.
Un comunista y un colectivista respondería que las agroexportaciones dependen de grandes capitales y tecnologías intensivas. Falso de toda falsedad. De las más de 13,500 unidades de empresas dedicadas a la agroexportación, el 80% corresponde a pequeñas y medianas empresas (pymes).
Las grandes inversiones agroexportadoras, entonces, se han convertido en las locomotoras que jalan a miles de vagones, a miles de pymes agrarias. ¿Qué sucedería entonces si extendemos las agroexportaciones a toda la costa, a la sierra y la selva? La respuesta es evidente: se multiplicarían las locomotoras para jalar a miles de vagones.
Sin embargo, para extender las agroexportaciones el Estado debe resolver los problemas de la infraestructura legal de los minifundistas: se deben entregar títulos de propiedad para promover la asociatividad de los parceleros y el acceso a créditos. Asimismo, el Estado debe resolver los problemas de la infraestructura física: desde el agua hasta carreteras y conectividad. Sobre la base de la solución de los problemas de infraestructuras legales y físicas de los parceleros, entonces, las inversiones y las posibilidades de la agroexportación podrían extenderse a toda la costa, la sierra y la selva.
Todos los agricultores del Perú deben tener el derecho a vender en un mercado mundial de más de 5,500 millones de consumidores, tal como se establece en los 22 tratados de libre comercio que el Perú ha firmado con países de los cinco continentes. Vender solo en el Perú, en un mercado de 32 millones, frente otro de más de 5,500 millones, puede ser toda la diferencia que explica la pobreza de los minifundistas y la prosperidad de la agroexportación.
El Perú debe consolidar el milagro agroexportador para derrotar la pobreza en el campo. Es la única manera de salir de la esquizofrenia económica de tener la mejor y la peor agriculturas al mismo tiempo. El camino entonces es superar el atraso que nos dejó la primera reforma agraria velasquista.
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