Editorial Economía

Inversiones forestales paralizadas

La selva sigue siendo “tierra de nadie”

Inversiones forestales paralizadas
  • 08 de enero del 2020

Las inversiones forestales mejoran las condiciones ambientales, ofrecen empleo formal en los lugares donde se establecen y generan divisas para las arcas fiscales. No obstante el enorme potencial del sector forestal peruano, las inversiones en los bosques amazónicos continúan estancadas. Para el Estado la selva amazónica no existe. Taladores ilegales, contrabandistas de madera, supuestos dirigentes de federaciones indígenas, asesores vinculados a oenegés comunistas, narcotraficantes y cuadros armados de Sendero Luminoso se han apropiado de vastos territorios selváticos y establecido zonas liberadas, debido a la ausencia del Estado. 

En este escenario de horror, los inversionistas forestales abandonan las concesiones (que el Estado les ha otorgado) por la falta de garantías para sus trabajadores y sus actividades productivas. Y así, queda la cancha libre para la multiplicación de la ilegalidad. La criminalidad es la autoridad en los bosques. Sicarios organizados ofrecen servicios de protección y vigilancia de la población. La criminalidad impone su ley ante la ausencia de comisarías y policías en los poblados. 

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 23% de la población de la selva está afectada por la pobreza. Asimismo, el ingreso promedio per cápita es S/ 719, mucho menor que el de la costa (S/ 1,182) y el de la sierra (S/ 790). La caída del índice poblacional de Loreto es cercana a 12%. ¿Qué hacen las autoridades para revertir esta situación de abandono?

Según Carlos Cabrejos, experto en temas forestales, la inseguridad jurídica, riesgo político e inestabilidad de las tasas de cambio espantan a las inversiones forestales; no solo en Perú, sino en toda la región Latinoamericana. A este escenario adverso se han sumado 230 fondos de inversiones internacionales que, a través de un manifiesto, han señalado su preocupación por la protección de la selva amazónica. Un total de US$ 16 billones (el fondo total de esas 230 organizaciones mundiales) exige a los gobiernos de Brasil y Bolivia detener la deforestación sin separar el trigo de la paja: los taladores legales de los ilegales. 

El manifiesto de los inversionistas fue publicado después del incendio forestal iniciado en Bolivia. Las pretensión del ambientalismo internacional es convertir la selva en amazónica en una zona de reserva ecológica mundial. El falso argumento señala que el Amazonas es el “pulmón” mundial por la producción de oxígeno. No obstante, la comunidad de científicos ha confirmado que el mar es el más grande y principal productor de oxígeno, por intermedio de organismos marinos como el plancton. Además, vale señalar que la tragedia forestal de julio pasado se inició por el descontrol de una quema autorizada por el Gobierno de Evo Morales en los en los departamentos de Beni y Santa Cruz de la Sierra. El fuego cruzó la frontera de Bolivia a Brasil. 

En este contexto, Perú y los otros países amazónicos son afectados por las pocas posibilidades de inversiones extranjeras con experiencia y capacidad financiera, y sobre todo escrupulosas con el cuidado del medio ambiente y las comunidades nativas. Las oenegés vinculadas al ambientalismo ideológico mundial y sus manifiestos son parte de la estrategia antimercado que afecta la industria maderera y sus derivados en la región. 

Según Cabrejos, en Perú solo existen “expectativas” de inversiones vinculadas a las plantaciones forestales. Poco o nada hace el Gobierno para desarrollar las condiciones necesarias para atraer inversiones de talla mundial, de países escrupulosos al milímetro con el medio ambiente. “¿Por qué en Perú no somos capaces de defender las inversiones privadas, domésticas e internacionales?”, cuestiona Cabrejos. 

A entender de este portal la seguridad jurídica, otorgada por el Estado a los inversionistas forestales –de más de cuarenta años por ser inversiones de largo plazo y gran riesgo— debe estar acompañada de la presencia del Estado en los bosques. Para esto la tarea es construir vías de acceso (carreteras puentes, puertos) y ofrecer los servicios básicos de salud, educación, seguridad, electricidad y antenas de comunicaciones. Sin Estado, por la indiferencia del Gobierno, la selva peruana es lo que hoy es: tierra de nadie.

  • 08 de enero del 2020

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